Las reformas de hoy corrigen los excesos de ayer y aseguran la prosperidad de mañana. Así ha enmarcado el presidente Zapatero el debate sobre el estado de nación.
Para eso y por eso estamos ahora los socialistas culminando este periodo legislativo, para garantizar la prosperidad y el bienestar en la sociedad española impulsando las reformas que el país necesita sin romper los equilibrios sociales.
Nuestras políticas en la lucha contra la crisis económica y para afianzar la recuperación y la creación de empleo, están basadas desde hace más de un año en tres ejes: reformas estructurales, consolidación fiscal y austeridad, protección y cohesión social.
El esfuerzo colectivo necesario para vencer a la crisis pasa, en primer lugar, por articular una política de reducción del déficit de todas las administraciones, en especial de ayuntamientos y comunidades. Para ello, impulsamos una regla de gasto que afiance el equilibrio presupuestario, así como la reducción de la morosidad de las entidades locales con PYMES y autónomos a través de una nueva línea del ICO.
Superar la crisis sin fisuras. Ese ha sido el objetivo de una política social en la que hemos invertido un incremento de 50.000 millones de euros. Con ellos, se ha reformado, para fortalecerlo, el sistema de pensiones, se ha incrementado la inversión en sanidad y en becas, se ha alcanzado la tasa de escolarización de los cero a los tres años en un 30 % y se ha implantado el derecho y el sistema de atención a la dependencia y promoción de la autonomía personal, a lo que hay que sumar un importante anuncio que se conoció durante el debate: la elevación del límite no embargable en lo que afecta a los ingresos que guardan relación con la deuda hipotecaria, aumentando hasta los 961 euros; y un compromiso: estudiar los mecanismos legales para frenar los abusos objetivos que se están dando en los procesos de subastas.
Ganar elecciones no es lo mismo que ganar un país. Sembrar espejismos no es lo mismo que reestructurar la arquitectura económica.
Recibimos una herencia de los gobiernos de Aznar decorada con espejismos especulativos: desequilibrios fruto del modelo integrado de construcción residencial y endeudamiento de las empresas y las familias. Un sistema en quiebra, aquejado de carcoma. Afrontamos el reto de reordenar esa economía hacia un modelo más moderno y competitivo. Esa es la motivación, la tarea y el sentido de la acción de gobierno en los próximos meses: culminar esa labor.
En armonía con Europa y en compromiso con el futuro.
Para esta fase final, como para las previas, hemos solicitado cooperación y apoyo responsable del PP y de Rajoy. La respuesta ha sido no: apoyo negado. Un PP y un Rajoy atrincherados en la negatividad, aferrados a poner sus intereses electorales por delante de los intereses generales. Ganar elecciones no es lo mismo que ganar un país.
Las reformas que aseguran la prosperidad de mañana son para que fluya el crédito, para cambiar el marco laboral y para pasar de la baja productividad de aquella mala herencia a la competitividad del futuro ideal que tenemos que apuntalar ahora.
Una competitividad basada en la empleabilidad, la internacionalización, el refuerzo de la educación, la innovación, la política industrial…, es decir: convertirnos en un país innovador, flexible, competitivo y eficiente. Esas son las reformas que el PP rechaza en pos de un adelanto electoral, su único programa conocido de momento.
Si hacemos un balance rápido, veremos que el gobierno ha hecho lo que debía hacer cuando lo debía hacer. El principal error fue, como ha dicho ya Zapatero en varias ocasiones, exponer a los ciudadanos la gravedad de la crisis y su doble dimensión sistémica y global demasiado tarde.
Después, desarrolló la gestión de acuerdo a la UE y el G 20: rescate de la banca y aseguramiento de las provisiones de depósitos de los ciudadanos, estímulo fiscal y creación de empleo a través de la inversión pública, políticas de ajuste y austeridad para garantizar nuestra consolidación fiscal.
Todo ello para sentar las bases de una economía saneada y renovada en condiciones de crecer una vez que la zona euro primero, y la economía global después, afiancen tasas de crecimiento. Lo que a su vez posibilitará la creación de empleo. Y todo ello, manteniendo e impulsando políticas de cohesión social.
Siguiendo el balance por el otro lado, el PP de Rajoy se lo ha estado jugando a la griega: cuanto peor, mejor. Ha mentido en cifras y datos como la renta per cápita o la situación real y objetiva del déficit, ha exagerado sobre la situación de la deuda pública en relación con el PIB (por debajo de Alemania, Italia, Reino Unido o Francia), y se ha negado siempre a establecer un debate profundo sobre las causas de esta crisis más arraigadas en nuestro espacio y fundamentos económicos. El endeudamiento privado excesivo, la burbuja que originó la inversión excesiva en vivienda y la baja productividad sus fantasmas del pasado, generados por ellos, pero de los que no quieren hablar.
Ahora no podemos dejar hacer, ni dejar de hacer. Ningún gobierno elige la fase de la Historia que le toca. Los ciudadanos eligen al gobierno y el gobierno elige la política que aplica. Ahora estamos cruzando la fase de una economía convaleciente y culminaremos la convalecencia para asegurar la recuperación. Así lo hacemos todos cuando alguien a quien queremos se fractura o enferma por un exceso pasado: ayudamos a completar la recuperación. Y no olvidamos nunca a quienes apoyan en ese momento.
Encauzar las reformas necesarias para asegurar la prosperidad. Reto de calado histórico. Ahí está el compromiso del PSOE para culminarlo.
Tribuna de opinión publicada hoy en Diario La Rioja.
