Circulan como los virus: se extienden de portador a portador, saltando de un correo a otro, de un whatsapp a otro, imparables como todo buen rumor. Aprovechando el miedo (y también la credulidad) de los consumidores, estos monstruos sin padre conocido son el pan nuestro de cada día.
Son mentiras, y algunas muy groseras. Los bulos interneteros tocan todos los palos, pero tienen una especial querencia por la alimentación. Un repaso somero a algunos de ellos enseña que, en estos temas también, más vale andar con ojo, comprobar primero… y desconfiar de los anónimos.
Los bricks de leche llevan una numeración que, según el bulo, indicaba las veces que una leche caducada se habría repasteurizado y vuelto a poner en circulación. Una especie de reciclado, pero del contenido en lugar del continente. En realidad, el tal número sólo tiene que ver con la bobina del cartón. La leche, el producto, no aguantaría tal proceso.
Si uno echa un filete a una fuente de Coca Cola, el filete desaparecerá. Bonito, pero mentira: el filete echará unas burbujas y luego se echará tan pancho en el fondo de la Coca Cola, donde segura casi intacto hasta que nos cansemos del experimento. La supuesta capacidad ‘corrosiva’ de la bebida no es tal.
Lleva años circulando un correo que cuenta una supuesta historia de la margarina llena de falsedades e inexactitudes, y que termina con una afirmación gloriosa: a la margarina, dicen, le falta una molécula para ser plástico. Bastante ridículo, en realidad: una diferencia química pequeña convierte cualquier material en algo completamente distinto. Pero eso no significa nada sobre las propiedades de uno u otro.
El Actimel, dicen, nació como un medicamento y luego se compró la patente para adaptarlo a alimentación. Y tomar ‘L. Casei’ a diario inhibe las defensas. Lo primero es directamente ridículo, lo segundo no tiene base científica. Otra cosa es que los fabricantes exageren los beneficios de estas bebidas, que también. Pero el bulo es eso, un bulo.
El cuento es, en este caso, bastante elaborado. Se cuenta que un joven contrajo una rara enfermedad (la leptospirosis) por beber de una lata de Coca Cola sobre la que, cuando estaba almacenada en México, habría orinado una rata. La historia es mentira podrida, claro (además de bastante guarra). Lo cual no quita para que pegarle un lavadito a una lata antes de beber sea buena política.
El mensaje afirma que Sanidad ha retirado productos cosméticos de la cadena de distribución Mercadona porque podían producir cáncer. Aquí hay un trasfondo de verdad, pero, como siempre, media verdad es toda mentira. Mercadona retiró unos productos cosméticos, pero fue en el 2012. Lo hizo por voluntad propia, por una «disconformidad legislativa» – no demasiado bien explicada, eso es verdad– que en Sanidad aseguraron que no entrañaba riesgo para la salud. Y esos productos se reformularon.
El agua pasa por las cápsulas de las cafeteras tipo ‘nespresso’, se dice, a una presión de 50 bares. Eso desprende partículas cancerígenas que acaban en el café (y en el estómago del cafetero). Por eso están prohibidas en Alemania. En realidad, las cafeteras no superan los 20 bares, y no hay demasiado peligro de sustancias cancerígenas derivadas de las cápsulas. En el café si hay sustancias potencialmente cancerígenas, los furanos, pero harían falta unos 20 al día para superar los niveles máximos aconsejados. Y en Alemania toman café de cápsula. Pese a lo caro que es, por cierto.