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Javier Tourón

Talento, educación, tecnología

Aprender y Enseñar hoy: tecnología educativa y digital

Hoy quiero ofreceros un avance de un libro que he escrito con Déborah Martín, que se titulará: “ENSEÑAR Y APRENDER EN LA UNIVERSIDAD HOY. Una guía práctica para profesores” y que publicará mi Universidad desde su editorial. Aunque el libro va dirigido a profesores universitarios, también es perfectamente útil para profesores de otros niveles educativos, pues unos y otros estamos muy necesitados de re-pensar tanto las instituciones que servimos (escuelas, institutos o universidades), como los modos y enfoques que articulan el proceso de aprendizaje y enseñanza (poner el aprendizaje delante no es accidental). Ya no basta con saber, es preciso preguntarse: ¿qué sé hacer con lo que sé? Porque esta es la pregunta con la que más y más frecuentemente se encontrarán nuestros alumnos en el contexto global. Quizá nadie les pregunte dónde han estudiado, pero seguro que les preguntarán qué saben hacer.

Así pues, y a la espera de que el libro vea la luz en pocas semanas, tanto si eres profesor universitario, como si lo eres de otro nivel educativo, esto te puede interesar.

Os adelanto la introducción del libro.

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¿Por qué un libro sobre pedagogía y tecnología para profesores universitarios?

Nos parece una buena pregunta para empezar. No es un terreno fácil en el que nos adentramos, ningún terreno suele serlo cuando se trata de enseñar a los colegas como hacer algo que ellos están firmemente persuadidos de que ya hacen bien; y si no fuese así, basta con el dominio de la ciencia que se enseña, o del campo de conocimiento que se trata de presentar a los alumnos, que es lo único importante para muchos.

A pesar de ello, asumiremos el riesgo. No hay mucho que perder y sí bastante que ganar. Los profesores universitarios nos caracterizamos por un cierto aire de suficiencia que viene justificado, al menos en parte, por nuestro conocimiento del área o campo científico que cultivamos, pero eso no es garantía de que conozcamos –y menos aún dominemos- el arte y la técnica de su enseñanza, ni de que seamos buenos facilitadores del aprendizaje de los alumnos.

Están lejanos los tiempos en los que el criterio de autoridad, generalmente ligado al prestigio científico, eran garantía suficiente y única de un buen hacer docente. De hecho, todos hemos conocido numerosos ejemplos de grandes investigadores y malos docentes. Pero al margen de esto, hoy en día, con el crecimiento de las necesidades y el número de alumnos en las universidades, nos encontramos con profesores que ni son grandes investigadores, no han tenido tiempo para serlo, ni son grandes docentes, nadie les ha enseñado. Ya no basta saber, ni siquiera bien, un campo concreto, es preciso saber abordar la tarea docente con competencia.

Curiosamente, en las universidades, los planes de formación docente han brillado por su ausencia y los profesores nos hemos visto abocados a adentrarnos en un campo desconocido sin la preparación oportuna. ¿Qué hemos hecho? Depende, pero en general, confeccionar nuestro propio “librillo” de normas respecto a nuestras materias y, apresurarnos, a denostar todo conocimiento científico o sistematizado vinculado con la pedagogía, el arte de enseñar, la tecnología, la didáctica, etc., lo que un viejo colega denominó alguna vez, con cierto sarcasmo, y no poca injusticia, “la sistematización de lo obvio”. Todo ello, hemos de reconocerlo, con un marcado carácter defensivo: señalamos como innecesario o fútil todo conocimiento que no tenemos, que no dominamos. La carrera docente no existe en España y, por consiguiente, es esperable que los profesores no sepan muy bien qué hacer o cómo hacerlo mejor.

Esto ha sido así durante décadas, pero ahora es más crítico. ¿Por qué? Pues porque ya no estamos en la era de la trasmisión de conocimientos, de la exposición por vía oral, de las lecciones magistrales. Ahora ya no basta con eso. La naturaleza del aprendizaje ha cambiado, la de la enseñanza también. A ello se añade la digitalización de las técnicas, de los conocimientos y estrategias. Ya no basta saber, es preciso saber hacer con lo sabido. Por eso no basta con conocer, incluso bien, una materia o campo concreto. Ahora es preciso enseñar a los alumnos a reflexionar, a analizar críticamente, a buscar información relevante para resolver un problema, etc.

Ahora ser profesor de cualquier nivel, también de la Universidad, es más difícil que nunca. Ya no es posible arreglárselas con unos conocimientos “aseados” de nuestra área; ahora es preciso saber cómo ayudar a nuestros alumnos a pensar críticamente, con hondura y profundidad, a que desarrollen hábitos y destrezas de pensamiento, hábitos intelectuales, en suma. Para ello es necesario, siempre lo fue en realidad, conocer la técnica y el arte de enseñar y aprender.

Como señalaba un reciente informe sobre la competencia digital docente, publicado por la Comunidad europea: “A medida que las profesiones docentes enfrentan demandas que cambian rápidamente, los educadores requieren un conjunto de competencias cada vez más amplio y más sofisticado que antes. En particular, la ubicuidad de los dispositivos digitales y el deber de ayudar a los estudiantes a ser digitalmente competentes, requiere que los educadores desarrollen su propia competencia digital”.

Por eso, hemos decidido abordar la tarea de escribir este libro que, más allá de la teoría pedagógica y didáctica, pretende ser práctico, pero sin perder el rigor y la apoyatura in re, es decir, en la investigación y el mejor conocimiento demostrado disponible.

Iremos directamente al grano y evitaremos largas disquisiciones teóricas propias de quienes estudiamos, como tema de nuestra propia investigación, estas cuestiones.

Pretendemos realizar un planteamiento sencillo, que no simple, haciendo asequible y directo el mensaje. Queremos, como señalara aquel buen amigo, refiriéndose a los pedagogos, “hacer fácil lo difícil”. Al mismo tiempo práctico, mostrando a los profesores el posible camino a seguir en la mejora e innovación de su propia docencia, sin olvidar que cada profesor integrará todo ello sui generis, de acuerdo a su propio estilo y talante personal; que no pretende la técnica más que ayudar al arte que cada uno tendrá que cultivar. Trataremos sólo algunas herramientas aplicables al modelo que vamos a analizar, conscientes de que hay muchas más. Ofreceremos, por ello, una relación extensa de otras muchas con la información precisa que permita acceder a ellas.

Haremos uso de la “gramática hipertextual”, enlazando muchos contenidos a otros, para que cada uno pueda tomar este libro como una mera propuesta que se abre a otros itinerarios posibles que se dejan al lector para su propia exploración, al modo como entendemos que debe ser la enseñanza universitaria hoy: una red de relaciones conceptuales. Así, aplicaremos aquella máxima del estagirita que venía a decir: “para saber lo que queremos hacer, tenemos que hacer lo que queremos saber”. Nos gustaría que esta propuesta merezca una cierta atención. La hacemos persuadidos de que merece la pena. ¡Esperamos no equivocarnos!

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Sobre el autor

Vicerrector de Innovación y Desarrollo Educativo en la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), es Catedrático de Métodos de Investigación y Diagnóstico en Educación. Doctor en Ciencias de la Educación y Ciencias Biológicas. Convencido de que 'El talento que no se cultiva se pierde' ha dedicado gran parte de su carrera académica e investigadora a los alumnos de alta capacidad intelectual, su identificación y promoción educativa; encontrando en la correcta utilización de las nuevas tecnologías y la innovación educativa caminos para lograr sistemas educativos excelentes capaces de promover y alentar el talento y las capacidades de todos los alumnos.   MÁS SOBRE EL AUTOR


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