Ante la crisis –palabra que anida en las mentes y se extiende como un virus ante el pasmo general coaccionando voluntades- en lo que respecta al vino, al consumo del mismo, y por ende a La Rioja, vamos a apuntar unas cuantas consideraciones teniendo en cuenta que crisis también es término que alude al juicio formado sobre una cosa después de examinarla cuidadosamente.
Dos son los fundamentos clave que se ponen de manifiesto y explican el renacimiento y enorme auge que gozan los vinos de la DOC Rioja. Por una parte la respuesta atemperada, pero firme, al órdago –trasvestido de avances tecnológicos y de modernidad- por parte de zonas vinícolas emergentes (Australia, California) que irrumpieron con desparpajo en el parquet británico de los vinos, que es donde se cuece todo lo relacionado con los mismos, enfrentando prácticas culturales y enológicas desinhibidas contra conservadurismo y proteccionismo excesivos, y además aportando estrategias varietales (vendían no nombres de marcas o elaboradores sino nombres de variedades) contra zonas consolidadas con sus “terroirs” específicos y sus vinos de ensamblaje. Para ello desde La Rioja se apostó por la potenciación de la variedad tempranillo, no sólo como garantía de calidad contrastada para la crianza de vinos sabrosos y elegantes, sino también como estrategia personalizada y diferenciadora ante otras zonas y otras variedades digamos itinerantes. Así fue como se superó con nota alta en su momento una etapa de crisis.
En segunda instancia, de todas las apuestas o ideas originales que surgen por doquier a la hora de implementar técnicas de márketing que puedan vender o bien vinos sin definir y poco explicitados, cuando no simples quimeras sin base ni criterio, resulta que la Rioja posee una auténtica bomba de relojería de ingeniería comercial gestada durante décadas que, de hacerla explosionar inteligentemente, conmocionaría los bastimentos de la industria del vino internacional. Y esta no es ni más ni menos que la oferta a esos ingentes mercados sedientos y apurados de tiempo, de vinos no solamente terminados sino además en su momento óptimo de consumo. Es decir, en contraposición a otras apuestas comerciales que llevan implícito en su génesis el germen de la especulación, los vinos de calidad riojanos salen al mercado después de haber asumido las bodegas los trabajos, con sus costes, de la guarda y maduración de los mismos. ¿Qué más se puede pedir?.
Así es como se podría superar exitosamente esta crisis. ¿Cómo?. Aprovechando esa inercia secular de las bodegas que facilitan al consumidor vinos en su mejor momento de consumo; pero que estos sean también vinos de concepción actual, sustanciosos, atractivos y accesibles desde todos los puntos de vista. Vinos que atraigan y retengan a nuevas generaciones y nuevos mercados concienciados de que están disfrutando vinos cuyo carácter diferenciador, además de su origen, es el de una variedad, la tempranillo, arraigada y vinculada históricamente a un medio físico y las gentes que lo trabajan. Bodegas hay que ya están recorriendo este camino. Falta, sin embargo, la voluntad de implementar políticas de información y venta de este mensaje auspiciando novedosas e imaginativas estrategias de márketing que logren fidelizar a los nuevos allegados al vino como antaño lo lograron con sus abuelos o padres.
La última consideración –desde mi punto de vista como sumiller o profesor de cursos de análisis sensorial- viene planteada desde la postura del consumidor. Resulta pobre asumir posturas fatalistas a la hora de enfrentarnos con la cesta de la compra, posturas que no benefician sino a los mismos de siempre. Hay que concienciar a los consumidores de que la clave para luchar contra la crisis, que aplasta expectativas personales y frena el lícito disfrute de comer y beber, no consiste en luchar contra la misma sino en beneficiarse de ella. ¿De qué manera?. Muy sencillo: que la peña gaste algún rato que otro, junto con mucho entusiasmo, en formar y poner en práctica las destrezas de la apreciación sensorial para adquirir criterio en lo que respecta a la hora de elegir los alimentos que diariamente ingerimos (adecuar expectativas con calidades y precios). Y en cuanto a lo que bebemos, lo mismo, con la salvedad de que aquí nos topamos con productos que no son imprescindibles hoy en día en la dieta, aunque si convenientes como puede ser el caso del vino. En tal caso prueba, decide, compra, bebe y sonríe rioja.