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Vinosentido

VINOSENTIDO

El progreso general experimentado en las sociedades desarrolladas, así como los cambios en los modos y estilos de vida de las personas en el mundo actual, han propiciado necesariamente una evolución y desarrollo en la vitivinicultura y por ende en los vinos que esta produce. El vino ya no necesita cumplir su rol como parte de la dieta del trabajador, cuyo esfuerzo agónico necesitaba el suministro de calorías fácilmente asimilables, a la vez que mitigaba la sed. Por el contrario ahora, cuando alguien se dispone a tomar una copa de vino, lo que se persigue es disfrutar, aplicarse dosis de placer sensorial, experimentar una suerte de relax psicológico o deleite en el momento, cuando no también significación y acompañamiento social.

A partir de estas premisas, y con los precursores por todos conocidos de tipos de vinos o de marcas, encumbradas a la fama por su relieve como favoritas de estamentos sociales con alto poder adquisitivo (casas reales, millonarios, altos ejecutivos, etc.) ha sobrevenido un estadio en el cual el vino -algunos vinos particularmente- son utilizados como productos con un claro valor añadido, o como instrumentos de interrelación comercial y cultural, e inclusive como soporte de un esnobismo mal entendido.

Pero ¿qué hay en realidad en el meollo del vino; qué parte es sólo accesoria? Bien es cierto que el vino es una bebida muy especial, singular, con tintes próximos a lo misterioso, a lo mágico. En el vino hay algo único. Su ingesta a veces se muestra como una especie de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, mitad virtuoso, mitad tóxico. Dicho de un modo simple, gracias a la acción de las levaduras que transforman el mosto –o jugo de las uvas riquísimo en azúcares- en alcohol, junto a la liberación de una serie de sustancias aromáticas y sápidas que así mismo estaban en las uvas, se produce el milagro de la trasmutación al vino. Así se hace el vino en primera instancia. La enjundia del mismo reside en el alcohol, esa sustancia singular que no existe en la naturaleza (sólo se puede producir gracias a la metabolización o degradación por parte de levaduras de una materia azucarada) y cuyos efectos en el organismo son los causantes de toda la parafernalia asociada con el vino. Luego además, al descubrirse cómo los vinos que se guardaban o transportaban en recipientes de roble, al contacto con este cambiaban sus prestaciones organolépticas (aromáticas y sápidas principalmente) de modo sustancioso, enriqueciéndolos y posibilitando que vivieran más tiempo, trajo consigo la consideración del roble como aditivo necesario.

En este punto es preciso señalar un par de certezas. Por vivir en esta época, en otros aspectos tal vez no, pero en lo referente al vino hemos sido agraciados con la inmensa suerte de poder disfrutarlo a verdadero placer, de un modo auténtico. Nunca antes jamás en la historia se han elaborado tantos vinos y tan buenos. Y lo que es más, algunos vinos maravillosos que ahora mismo se están produciendo son perfectamente accesibles para cualquier economía; cosa efímera, pues por razones que no vamos a explicar ahora, esto no va a ser siempre así. Otro asunto significativo que abunda en lo mismo, resulta de la panoplia en la que se ha convertido el mundo del vino con tanto “flying wine maker”, concurso, feria y crítico con su guía al uso. Nada que oponer, por supuesto, si lo que se pretende es socializar el acceso y el disfrute general. Es más, sería todo un acierto utilizar también el vino -y sus claves de apreciación sensorial- como lenguaje transmisor de cultura y salud a través del cual se pueda acercar a la sociedad, a esas personas que buscan algo más que el mero consumo, una realidad sustanciosa y sabrosa que nada tiene que ver con tantos juegos virtuales como ahora imperan por ahí.

SENTIDO Y SENSIBILIDAD

El vino, como otra expresión posibilista de la naturaleza, nos sirve de un modo fantástico para continuar explorando las formas de vida. Las sensaciones que nos procura el tomarlo contribuyen poderosamente a facilitar el juego inestimable que conforma el sentido de la vida, y que no es otro que el constante trabajo de nuestras percepciones sensoriales procesando todo tipo de estímulos que continuamente nos llegan; (el mundo es una construcción del cerebro basada en la información sensorial recibida, y esa información es apenas una pequeña parte de toda la que está disponible). Nuestros órganos sensores son aparatos preneuronales que traducen formas de energía: los colores son una invención del cerebro y se perciben gracias a una proteína específica; los olores son tales para nosotros en tanto en cuanto se recrean con matices emocionales gracias a una complejísima red de circuitos interconectados con los módulos sensoriales que permiten realizar asociaciones con el olfato; los sabores cumplen funciones de pura supervivencia para la continuidad de la especie.

Nuestros sentidos han evolucionado para informar sobre cambios, sobre lo novedoso, lo sorprendente, lo que debe ser evaluado. Y enviarlo instantáneamente al cerebro para que tome nota y ordene en consecuencia. Sabemos que el placer más dulce o la excitación más intensa al hacerse constantes pierden su encanto, se vuelven tediosos. Necesitamos sensaciones nuevas, informaciones con matices distintos; de otra manera se difumina el sentido de alerta y tendemos a dormitar, a aburrirnos. Encontrarse, enfrentarse ante algo nuevo y que surja el asombro es el caldo de cultivo en el cual se encuentra el sentido a la vida, -además, claro, de alimentarse y reproducirse para ir pasando el testigo biológico-.

De ahí el éxito de la introducción de nuevas ideas o instrumentos nuevos, de la moda con sus propuestas rompedoras; del arte y sus manifestaciones que hacen pensar. Igualmente el vino, los vinos en todas sus elaboraciones y con sus distintas prestaciones organolépticas que se recrean cada cosecha, en cada pago y en cada elaboración como forma genuina de reinterpretación de la naturaleza -que cede sustancias para que nos beneficiemos de ellas- los vinos, decimos, sirven estupendamente en esas experiencias que las personas necesitamos. (Otra cábala acerca del vino sería: deconstrucción de sustancias naturales extraídas durante el proceso fermentativo y que se muestran en una distinta presentación para seducir nuestros sentidos). Todo ello a la postre sin duda ejerce un papel fundamental a la hora de seguir contribuyendo a la relectura del ejercicio de la vida, pues cada nueva botella que abrimos no deja de ser otro reto y oportunidad de calibrar y vivir una nueva experiencia sensitiva, una nueva experiencia vital en definitiva. Y siendo esto cierto, tampoco es todo pues el vino además lleva implícita una suerte de mensaje con connotaciones que actúan a modo de vectores espirituales. ¿Cómo?

VALORES Y EMOCIONES

Hoy en día, si queremos llegar a apreciar la fuerza primigenia del acto de vivir, tenemos que gozar, sufrir o crear. El gozo –entre otras manifestaciones- se percibe principalmente a través de la pulsión sexual y también satisfaciendo las necesidades de comer y beber. El sufrimiento se experimenta a través del esfuerzo físico agónico o bien a causa de una experiencia traumática física o psíquica. Y finalmente la creación, el proceso de generar algo nuevo (y administrar el poder que ello supone) procura una especie de “chute” a quien lo practica que incluso llega a ser adictivo.

Dejando a un lado la vertiente apolínea del sufrimiento, que aquí no nos interesa, nos encontramos con las connotaciones dionisíacas que produce el vino: el gozo y la creación. Es obvio que el vino ha cumplido a través de los tiempos funciones diversas, desde la primigenia de servir como eje fundacional de religiones tanto politeístas como monoteístas, pasando más tarde a ser utilizado por artistas, escritores, científicos, como nutriente de sus elucubraciones creadoras, hasta hoy mismo en que su actual eclosión a nivel mundial no es sino un elemento equidistante y catalizador de voluntades agradecidas en las reuniones donde se fraguan las decisiones que luego afectan y condicionan nuestras vidas en todos los órdenes.

Hay pues en el vino una clara línea diacrónica que se muestra como forjadora de valores creativos. La vida y sus circunstancias, sin el regalo de un producto natural que procura solaz a los sentidos, sin unas gotas de dulzor o acidez vehiculados en alcohol que generan buenas sensaciones, predisposición e incluso euforia… no es realmente vida bien entendida. Y sus frutos tampoco son los mismos.

Por otra parte es conveniente y es bueno reconocer cómo los vinos, en relación con las personas que los toman, tejen una tela de araña con my íntimas relaciones emocionales. Es necesariamente primero, claro está, el hecho de que tomar vino implica a los sentidos. A todos. Ellos son los que ejercitan y ponen en marcha todo el tinglado que, a modo de una caja de muñecas rusa en cuyo interior se descubre una nueva caja, que luego a su vez contiene otra…, y cada vez la atracción y sugestión van creciendo pues a cada intento -con cada nuevo vino que se prueba- se van desperezando recuerdos o generando sensaciones, emociones, en donde se ven mezclados lo familiar con lo exótico de terrenos desconocidos en una suerte de amalgama sensual, vital, que siempre se viste con aires de celebración.

Si queremos por tanto no sólo mantenernos despiertos sensitivamente y atentos en el juego irrenunciable de vivir con pasión, sino además disfrutar participando con ventaja en el intento, qué mejor que prestarnos al albur del descubrimiento consentido de sensaciones por nuestros sentidos a los que ponemos en el trance de percibir, interpretar y transmitir dosis de suaves y placenteros mensajes que ciertos vinos facilitan amorosamente.

Temas

Claves de vinos y apreciación sensorial

Sobre el autor

Sólida formación como docente en Cursos de Análisis Sensorial de vinos y otros productos agroalimentarios; dilatada experiencia en servicios de alta gastronomía; disfruta transmitiendo su pasión por el mundo del vino y su cultura. Desde 2001 colabora en ayudar a descubrir lo fascinante del uso de los sentidos para gozar plenamente del los vinos y gastronomía en La Rioja. Director de www.exquisiterioja.com


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