Puede sonar falaz, surrealista, estrambótico o injusto; pero desgraciadamente a día de hoy la ciudad de Haro, con toda su carga de historia ligada al vino, y con todo su presente pujante y latente, pero desactivado, es una rémora, un fiasco cuyo devenir -además de incierto- se ve lastrado por una circunstancia paupérrima en lo que al mundo del vino y a la difusión de su cultura se refiere. O dicho de otra manera y aunque me duela: en Haro el vino no se conoce, no se siente, no se vive, no se ama. Que no; que te lo digo yo que me está doliendo todos y cada uno de los días del año de todos los que aquí llevo viviendo.
Dicho esto (que es una apreciación personal y sin ninguna pretensión como no sea la de manifestar la impotencia -que nace del cariño y la autocrítica- de lo que puede ser y no es) de seguido afirmo otra impresión íntima: estoy encantado y me siento afortunado viviendo aquí en Haro. La rioja alta es una zona privilegiada para vivir; (o al menos yo lo entiendo así). Desde el punto de vista climático y de la calidad de vida que proporciona un sitio tranquilo y sano, muy sano (que me lo digan a mí, si no, que cada atardecer se levanta la ventolera que barre toda la cota sur del Obarén y pasa por mis ventanas cortándome la respiración cuando asomo la nariz por ellas, ¡qué maravilla!). La rioja alta es una zona privilegiada para vivir pues así mismo lo es para que medre la vid; y las cepas no engañan: allá donde medran y dan fruta dulcísima es porque la tierra y el clima son generosos en abundancia. Y en Haro, efectivamente, se dan las condiciones idóneas por latitud y por altitud -inclusive el “tempo lento” que mencionaba yo en otro foro y a propósito de otro tema- para que las uvas se beneficien y logren una acompasada madurez polifenólica: azúcar(alcohol), sí, pero también acidez y taninos estructurados y sabrosos que luego dan vinos equilibrados. ¡Qué bien! Ya he compensado el introito tan amargo que había hecho. Espero. (No voy a abundar más en el tema como no sea que alguien quiera disentir o aportar otros argumentos. En tal caso que me lo diga y quedamos para contrastar opiniones.)
TENEMOS UN PLAN
Y es que resulta que se ha anunciado el programa de actuaciones previsto para la segunda anualidad del Plan de Dinamización Turística de Haro (¡qué bien queda la denominación!). En este segundo aporte (¿dónde está el primero?) de dinero se dice que se gastará casi un millón de euros. ¡Madre mía, lo que se podría hacer con ese dinero!. Se reforzará lo de las Rutas del Vino (33.000 euros); la señalización turística (250.000 ¡!!¡) y, en fin, la actuación estrella que deberá ser la puesta en marcha del “Barco del Vino”. Todo ello muy loable, sin duda; y bienvenido sea todo lo que se haga por efectivamente dinamizar y elevar la calidad de los servicios de información, recepción, acogida y acompañamiento que se ofrecen a los turistas o a las personas aficionadas al vino de La Rioja. ¿Pero donde están la formación cultural, la capacitación técnica, el entusiasmo por transmitir y vender los vinos y la magia intrínseca de su degustación, la puesta en escena de todos los valores y los trabajos aledaños que supone su elaboración?. Y realizar eso todos y cada uno de los días del año con sentido y sensibilidad de una forma sostenida a través de los tiempos por venir. ¿Quién y cómo va a inculcar a todos los sectores implicados esta dinámica como una forma ineludible de vivir, sentir y actuar como llevan haciendo tanto tiempo franceses, italianos, californianos o sudafricanos?.
Si lo que se pretende es sentar las bases duraderas para que Haro y su comarca resalte como hito en el turismo enológico, han de primar dos conceptos clave: 1º fijar una estructura de servicios turísticos con recursos humanos que sea estable y perdure a través del tiempo; y 2º consecución de una calidad en los mismos contrastada y reconocida aquí y allende nuestras fronteras. Lo que se pide es propiedad y coherencia a la hora de actuar. Y conocimiento cierto de cuáles son las necesidades reales que se deben satisfacer. ¿Se ha hecho un estudio sobre el terreno para conocer qué expectativas tienen los turistas cuando llegan a Haro? ¿Y qué sensaciones se llevan cuando se marchan? Y el argumento definitivo: necesidad de lograr una vertebración inteligente, genuina y global que optimice todos los recursos de Haro y su comarca.
Aquí, tres son los campos, los aspectos principales que deberían ser los ejes de una serie de actuaciones bien definidas cuyo fin primordial no puede ser otro que la consecución de un status como zona vitivinícola y de atractivo enoturístico mundial clamorosamente reconocida de primera línea.
1- Concienciación, adiestramiento de una amplia base social local en base a programar conferencias, reuniones, cursos de cata, actividades que involucren, etc; para que asimilen lo que supone el vino, su cultura, sus valores… y puedan ser embajadores/guías de primera mano.
2- Implementar un engranaje turístico atractivo junto a una suerte de servicios de acogida para los visitantes (y por supuesto siempre enfocados a vender vino).
3- La puesta en práctica de modo constante del juego del marketing, la pasión y la fantasía. Dicho de otra manera, para transmitir lo que significa y para vender un magnífico vino de una zona vitivinícola especialmente agraciada por la madre naturaleza, y a la vista de la competencia atroz desde cualquier punto cardinal, se necesita más que la correspondiente página de publicidad o la señal orientativa o el grupo escultórico alegórico. Sí. Es preciso entrar en un juego donde el marketing directo, la empatía con el consumidor/visitante en destino (conocer sus inquietudes y expectativas), la práctica de habilidades psico-utilitarias, etc; lleguen a generar pasión transmitiendo entusiasmo, regalar ilusión y vender fantasía en forma de paisajes, historia, saber hacer vinos que luego enganchan y producen placer sensorial que se queda fijado en la memoria.
Haro y sus bodegas, sus vinos, las gentes que los producen y por supuesto las personas que desde todas las partes del mundo hasta aquí se acercan con ilusión, entregados y ansiosos por conocer estas tierras, que para ellos son exóticas gracias al encanto y la magia de sus vinos, se merecen más que un plan turístico. Se merecen encontrar enfrente y a su lado a personas que les guíen, que les muestren los tesoros de los que somos vehiculadores.