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RIOJA EMPAREJADA

¿Existe realmente el amor? Me refiero al amor entre mujer y hombre. Bueno, que nadie me ponga a parir ya de entrada. Yo sólo me lo preguntaba; por si acaso. Y si existe, ¿cómo se manifiesta? ¿Es algo que el uno hace por la otra o la otra por el uno? ¿O más bien es algo que los dos hacen o se hacen mutuamente mirando ambos en una misma dirección y con vistas a obtener frutos?… Vale, vamos a dejarnos de tonterías; aquí a lo que estamos es para hablar de vinos. Y en este caso particular de las personas que los hacen también. Resulta que con lo que están cambiando los tiempos, -perdón, las personas- últimamente pues se está igualmente dando un fenómeno que, sin necesidad de irnos a otras latitudes u otras zonas, aquí en La Rioja está encontrando igualmente cauces de expresión. Y es el de esas bodegas cuyos propietarios, además de socios son marido y mujer, o viceversa.

Se han creado en los tres o cuatro últimos lustros bastantes bodegas que a fin de cuentas son la manifestación constatable de cómo la sociedad está cambiando en modos, perspectivas y entusiasmos que nacen de una realidad sin duda favorable y optimista. Bodegas de todo tipo y calado; pero lo que prima hoy en día como signo distintivo de calidad, trazabilidad y fiabilidad son las bodegas llámense artesanales, familiares o en todo caso aquellas cuyos gestores son viticultores/cosecheros que han decidido cerrar el ciclo productivo de la uva, y elaborar, criar y comercializar los vinos ellos mismos. O sea, que no sólo es un valor añadido sino todo un lujo hoy en día consumir esos vinos de los que se conoce personalmente a sus hacedores. Este es el caso de estas dos parejas que ahora mismo en La Rioja están personificando sendos proyectos vitales y empresariales.

EL VINO EN CASA

Bodega Abel Mendoza Monge. Del triángulo mágico de la rioja alta, si Haro es la capitalidad y Briones (nombre con resonancias de los Berones, primitivos pobladores de La Rioja) el estandarte con vínculos históricos, San Vicente de la Sonsierra es sin duda la perla, la joya de la corona. Desde el cerro –horadado de cuevas para el vino- y en cuya cima se levanta impresionante el castillo y luego iglesia fortaleza que fuera de los reyes navarros, con un desnivel imposible y unas vistas espectaculares sobre el rio Ebro y toda la rioja alta, San Vicente es un pueblo de maravilla para visitar y embelesarse y empaparse con los aires, el ambiente quedo de sus calles y gentes nobles y el sabor de la historia que te inunda todos los sentidos. Y su término municipal, donde el viñedo es prácticamente monocultivo, con sus dieciocho kilómetros de ribera con el Ebro e infinidad de pequeñas parcelas de suelos sobre todo arcilloso-calcáreos, con exposiciones, microclimas, orientaciones de todo tipo que se van alzando y van lamiendo la orografía sinuosa de las faldas de la Sierra Cantabria hasta superar los 500 metros de altitud, bien se podría decir que es una zona soñada por cualquier persona que entienda de vitivinicultura y quiera hacer vinos sublimes. De verdad, San Vicente es (todavía) un diamante en bruto. En los últimos años se han pulido muchas aristas y la gema está empezando a brillar; pero espérate, que lo mejor está todavía por llegar (como titulaba, por cierto, en su disco WINELIGHT Grover Washington Jr., uno de sus temas: The Best is Yet to Come).

Y mira por donde Maite y Abel, naturales y residentes en San Vicente, son una pareja de auténticos dinamizadores que están contribuyendo –junto a otros- al realce de su pueblo, según acabo de apuntar. Matrimonio y pareja de socios y de hecho de su empresa bodeguera, no tengo muy claro si se casaron entre ellos y a la vez con su vocación vitivinícola, en cualquier caso lo cierto es que discretamente, Abel como “machaca” en el campo y la bodega, y Maite en la bodega y todo lo demás, no al cincuenta sino al ciento por ciento de cada uno han situado sus vinos en un nivel de consideración.

Por supuesto tal cosa no se consigue de un día para otro. El abuelo de Abel era viticultor y corredor de vinos: cataba en las “sacas” de mostos y compraba para la alhóndiga de Bilbao. Y Maite, más cosmopolita, no teniendo tanta vinculación directa con el mundo del vino, estudió Enología después de casarse. Que se tuvieron que entrampar (cuando los créditos estaban al 16%) e ir paso a paso: su Jarrate salió a finales de los ochenta del pasado siglo; en el 90 se atrevieron con un par de barricas de maceración carbónica; en el 92 empezaron a vinificar el monovarietal blanco de Malvasía que rompió esquemas; en el 2000 adoptaron la selección “grano a grano”… y así, a base de experimentación constante e ir aprendiendo cosecha tras cosecha con la lucidez de saber explotar en su momento eso que ahora está tan en boga y que llaman el factor varietal como signo de autenticidad de eso otro que llaman “terroir”, el proyecto vital y el modelo único que ellos han instaurado en su casa y que obviamente morirá con ellos, está resultando a su vez la creación de una forma de vida en la que las viñas, los vinos y los clientes son parte de la misma familia. Realmente no sé quién puede dar más.

Bueno, pues aún hay más. El compromiso –término tan en desuso últimamente- que Abel en particular tiene con lo suyo, con lo que ha mamado y con lo que está haciendo, es genuino. No sólo asume la tradición de sus ancestros (a la cual suma conocimientos actualizados y reinterpretaciones) sino que ambos tienen un concepto humanista de lo que es y significa el vino: ellos no pretenden crecer porque sí, en su lugar aspiran a desarrollar su labor y trabajo y sentirse satisfechos con ello. Y por otra parte ir lidiando esos despropósitos que todavía se dan en La Rioja en pleno siglo XXI ¿qué pasa con los genotipos varietales auténticamente autóctonos? ¡Ay! Pero bueno, ahí están esos vinos personales que hablan por sí mismos.


Como este TEMPRANILLO GRANO A GRANO 2006 de un color que incita al pecado con esos reflejos rojizos y amoratados, cubierto y brillante. Efectivamente, detrás de cada botella siempre hay una historia que el vino va desgranando copa a copa. Y suele actuar a modo de relato de una pasión, en este caso la de querer manifestar bien alto la fuerza de una tierra y la bondad de sus frutos, e igualmente la expresión de cariño y bien hacer de sus creadores. En nariz destacan primero ahumados que más tarde devienen minerales (mina de lápiz), fruta golosa (frutas ácidas silvestres), notas de hinojo o de retama aromática sobre un fondo de roble apenas percibido. Carácter etéreo. En boca muestra muy buenas maneras; seco pero con ecos frutales; fino, sedoso y estilizado con un tacto bucal impecable. Delicadeza, expresividad de fruta muy bien tratada. En la retronasal aparecen lácteos finos y almendras garrapiñadas. ¡Cuánta dulzura! ¿Cuál es la grandeza de ciertos vinos como este? Que según lo vas tomando, aunque suba la temperatura apropiada de servicio, no puedes dejarlo y sigue estando sabroso, regalándote más sensaciones. Vamos, como una buena sesión de amor conyugal (del bueno y sentido).

Bodegas Pascual Larrieta. Impresiona la majestuosidad de la Sierra Cantabria observada desde el ventanal de la sala de catas de Bodegas Pascual Larrieta, en Samaniego. Desde el Pico Palomares más allá de Laguardia hasta casi el Toloño sobre Labastida, la mole imponente de la montaña preside la vida y los lances de las gentes que se afanan por sacarle a la tierra los frutos que esta puede dar de forma magnánima a pesar de la climatología a veces desapacible, como el viento que en esos lares se puede tornar verdadero azote.

Samaniego, visto desde el Balcón de La Rioja arriba el puerto Herrera –donde se puede divisar una impactante panorámica de toda La Rioja- es apenas un puñado de casas en torno al edificio de la iglesia de aspecto casi militar. Pero Samaniego es un pueblo apacible con una situación envidiable gracias a la riqueza que proporcionan sus viñedos. De ahí es Miguel Angel Pascual, de familia vinatera. La antigua bodega data del siglo XVII y hasta no hace tanto su padre elaboraba en su viejo “calao” a la antigua usanza.

Pero casi de repente los tiempos han dado un giro creemos ya definitivo. Miguel Angel estudió en Vitoria pero decidió continuar la tradición cosechera de sus mayores, mientras que Rosario Gómez de Segura, también de familia bodeguera, después de estudiar en Bilbao se puso a trabajar. Como suele suceder en los pueblos de la zona se conocieron en Laguardia, capital de la rioja alavesa, y encontraron que sentían entre ellos y por el vino inquietudes profundas. Ya antes de casarse empezaron a ahorrar (como tantas parejas, pero en su caso con vistas a realizar una idea definida). Aunque desde 1989 Miguel Angel vendía vino embotellado, en 1994 empiezan a crear su propia bodega. Fueron planes de vida, de crear familia y bodega, bodega y vivienda. Se casaron en 1996 y el proyecto de vida y trabajo fue tomando cuerpo: en 1997 elaboraron su primer crianza y en 2000 el reserva. Después llegarían los hijos así como la flamante nueva bodega y casa. Y los premios: Medalla de Bronce en Burdeos, Zarzillo de Plata, etc.

La zona de la sonsierra es especial por muchas variables y peculiaridades, entre ellas que no se utiliza el riego –los vientos húmedos refrescan la planta y esta puede subsistir a través del verano aunque no llueva-; luego están los contrastes de temperatura noche-día; y el efecto radiante nocturno que la mole pétrea de la sierra ejerce sobre el viñedo: el calor que recibe durante el día lo desprende durante la noche propiciando un plus de madurez en las uvas (esto que digo no es un cuento, yo he estado durante años trabajando en Laguardia y cuando por las noches regresaba a casa podía comprobar cómo la temperatura en las noches de verano es más cálida en esa altitud que en la de Haro). De todas maneras, según apunta Miguel Angel, es luego en bodega donde hay que darle cuerpo a la fruta que entra. Su tempranillo se selecciona, no se apuran los prensados (rendimientos del 70%), el maceración carbónica lo elabora en depósito de fibra de vidrio y los despalillados en inox y utiliza prensa neumática; en todo caso consevando el espíritu artesanal familiar pero con nueva tecnología y en el ambiente aséptico de instalaciones modernas. Trabajan en volúmenes pequeños y venden igualmente sin grandes transacciones comerciales a clientes selectos que contactan personalmente y que se acercan al pueblo a comprar, fomentando así lo que ahora llaman enoturismo (aunque también exportan). En suma, están haciendo patria, haciendo negocio y sobre todo viviendo con sentido una vida libremente elegida.

Aparte de los vinos jóvenes y el reserva, PASCUAL GÓMEZ DE SEGURA TEMPRANILLO COSECHA ESPECIAL es un crianza con roble francés, y este 2006 presenta un color cereza con ribete granate, cubierto. En nariz se perciben en primera instancia notas de crianza fina: serrería, pimienta y un toque de tostados. Apuntes de pastilla de café con leche, turrón de jijona, regaliz, lo cual nos dice que la fruta y la madera están en armonía y van por el buen camino (como corresponde a una pareja en buena armonía). En boca es amable, suave; taninos sedosos, vibrantes. Vino muy dúctil en el paso de boca, con sabores. Sensación de equilibrio y posgusto con textura acariciante. Retronasal evocadora de fruta madura y golosa. Perfil de vino moderno en cuerpo de vino clásico; toda una experiencia conceptual.

Temas

Claves de vinos y apreciación sensorial

Sobre el autor

Sólida formación como docente en Cursos de Análisis Sensorial de vinos y otros productos agroalimentarios; dilatada experiencia en servicios de alta gastronomía; disfruta transmitiendo su pasión por el mundo del vino y su cultura. Desde 2001 colabora en ayudar a descubrir lo fascinante del uso de los sentidos para gozar plenamente del los vinos y gastronomía en La Rioja. Director de www.exquisiterioja.com


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