Desde que nuestro amigo y colega sumiller Bruno Murciano -actual campeón de España, fino y avispado profesional y mejor persona- me introdujera en esta red social de internautas Facebook, y luego mi sobrino Fredy me pusiera más o menos al día, y posteriormente Alberto Gil me invitara a escribir este blog… pues me ando defendiendo como gato panzarriba. Hago como que funciono, pero la verdad es que no me acabo de enterar bien de cómo se trabaja con Interenet o de cual es su verdadero potencial para comunicar. Aún así, sé que funciona, y aquí estamos, navegando a toda pastilla -que el movimiento es vida y siempre es bonito. Pero oye, si no “chateo” en Facebook no es sino porque soy un poco tímido y sólo me engancho cuando surgen temas que comentar.
Por ejemplo: ¡qué manía con querer reglar, sistematizar, normalizar los términos del vino y de la cata! ¡Cómo se pueden explicar las sensaciones de magia y emoción que un vino puede transmitir! (Esto lo apunté a propósito de la presentación del (otro) Diccionario Profesional del Vino. Otro caso: tiene gracia que vengan a decir en el Reino Unido que bodegas de zonas emergentes en España cuyos vinos pueden ser apreciados allí, sólo tengan proyectos de comercialización a corto plazo y no insistan en posicionar su marca. ¡Hombre! Es evidente que no debería ser así, pero dar ese paso no es tarea fácil. No se puede ir del pueblo a Londres en un pis-pas sin haber asimilado previamente cómo capitalizar el factor varietal autóctono y quitarse de encima viejos atavismos culturales. Tiempo al tiempo. Otro apunte: me gustaría reivindicar lo sencillo, lo pequeño. Ya sé que sedan vinos muy caros, con amplios registros sensoriales y toda una cohorte de medallas y altas puntuaciones por los gurús de turno, pero ¿qué hay de esos vinos sencillos menos conocidos pero que colman las expectativas de quien los bebe? No olvidemos que la felicidad tiene mucho que ver con la consecución y vivencia de pequeños placeres, de lo sencillo y simple.
¿HARO?
Y, por hoy, una última consideración. A estas alturas de la película (la de mi vida, digo) vengo a descubrir de nuevo algo que ya sabía por otros casos, sí, pero que me deja patidifuso y multisorprendido. Y es a propósito del artículo que escribí hace no mucho sobre Haro y su realidad actual en lo que respecta al mundo del vino. Oye, ni una sola reacción o comentario o lo que fuere por parte de quien pudiera sentirse aludido -léase autoridades o aquellas personas con poder de actuar (me temo que esas están muy ocupadas ganando dinero)- De verdad, es fantástico. toda una experiencia alucinógena de nivel intelectual. Si escribes algo descalificando, o criticando porque sí y de mala leche, o despotricando con términos gruesos, o sin argumentos pero con ganas de meter bulla… de inmediato aparecen respuestas que vienen a referenciar o resaltar lo que se escribió y probablemente pasó desapercibido: estoy pensando en una nota firmada por el alcalde de Haro, que apareció en el Diario de La Rioja, refutando un escrito anterior de alguien que hablaba acerca delas “estatuas” que se están instalando en diversas partes de Haro.
Nada; es lo que hay. Pero si lo que haces es publicar un artículo en este blog -que parece ser lee bastante gente por todo el mundo) criticando positiva y constructivamente con argumentos, ideas y propuestas como el de “Haro, isla sin faro” pues nadie dice ni “mú”. O sea.