Me llega por e-mail (ojo al dato) un comunicado firmado por el amigo Peñín (a quien no tengo el gusto de conocer) diciendo que la revista señera española del mundo del vino tiene que dejar de publicarse pues no se vende (lo suficiente para seguir siendo rentable). Las otras razones que aduce son de índole variada y por supuesto achacables a todos los demás excepto a sí mismo. ¡Hombre, va a ser que no! Si algo deja de funcionar en algún momento hay que tener claro que, para empezar y por si acaso, la culpa es de quien se responsabiliza del tema. Y lo digo yo, que tengo una cierta experiencia en mi periplo vital (ahora mismo, con todo lo buena persona que soy, y lo experto que soy, y toda mi versatilidad, disponibilidad y mejores deseos… estoy sin un trabajito que llevarme a la boca; y lo que es peor, sin patrimonio que respaldarme) Dicho esto, creo que estoy autorizado para continuar.
Vale, puede ser cierto que en España se lea menos que en otros lugares (yo pienso que no), pero la clave del asunto, amigo Peñín, reside en dos factores que son consecuentes, recurrentes, a saber: la poltrona y la calle. Me explico. A diferencia de los funcionarios públicos -que tienen su sueldo asegurado- a todos los demás no nos queda otra que luchar ferozmente para no vernos afectados por el síndrome de la poltrona (tan seductor por otra parte). Apoltronarse (una enfermedad que suele sobrevenir con el paso de los años al igual que la enfermedad cardiovascular, de la cual también tengo experiencia desgraciadamente) es muy malo pues tiende al anquilosamiento, lo cual resulta pésimo si uno quiere estar a la última. ¿Y cuál es la última en estos tiempos que corren de inseguridad y crisis? Pues desde hace ya un tiempo, lo que hay en la calle: el desparpajo, la iconoclastia, el descreimiento, el valor (también) de la propia opinión, el compartir en vez de pontificar o imponer; o sea, Internet; y a lo que iba: las redes sociales, los blogs, etc.
Me explico más todavía para que quede más claro todavía. Creo que fue el año pasado cuando ofrecí a Sibaritas un artículo mío escrito con toda la ilusión… de hacer partícipes (sin ningún tipo de interés) a los demás de mis experiencias y conocimientos sobre el análisis sensorial del vino, etc. Sin éxito. Nada de nada. La línea editorial (sic) de la revista prefería los articulistas “de lujo” como J. Robinson o M. Wiesenthal. ¡Qué no, Peñín! ¿No habría sido más sensato ceder páginas a otras visiones más frescas y dinámicas, más participativas y generadoras de opinión a nivel de consumidores reales en vez de dinosaurios del negocio del vino?. Que la peña hoy en día no quiere lujos sino algo próximo que además te haga sentirte protagonista, como hago yo cuando doy mis cursos de cata de vinos: hacerle sentir protagonista a la persona que se bebe el vino, y no al vino o a su autor con muchos puntos Peñín o Parker. Y así están las cosas.
LA RIOJA ALTA INFUNDE CARÁCTER
Cambiando completamente de tema quería mostrar estas fotos que saqué el otro día por aquí en Haro con la nevada de órdago. Y es que cuando pude salir después de que se despejaran las salidas de la ciudad y me acerqué a Logroño, me di cuenta de lo que supone ese poco más de altitud y latitud, en Logroño no había nada de nieve. Es que la rioja alta infunde carácter a los vinos con estos climas tan exagerados; ahora la nieve, en primavera el retraso, en verano los contrastes día-noche y el régimen de vientos, en otoño… las vendimias al límite. O sea.
El fotógrafo y el viñedo, la bodega y el Toloño al fondo
En pleno corazón de las bodegas del Barrio de la Estación de Haro, que debería estar ya catalogado como de interés turístico nacional, y aquí lo tenemos: muertecito de asco
Estamos en Haro; atardecer con los cables de alta tensión al fondo
Cepas aleladas en medio de la nieve pura y a la vera de un curso de agua
La atalaya de Haro y la torre de la iglesia iluminadas por un sol ausente
El parque de la Vega con el busto de Martínez Lacuesta y la basílica