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A ojo de buen cubero

AVATAR

¡Qué bonita la película! Me di la oportunidad de verla el otro día junto a mis dos hijas, que quedaron igualmente impresionadas por el espectáculo audiovisual en tres dimensiones. La historia es vulgar y previsible; el tema del que trata, por su fondo ecologista, es un guiño necesario a la galería para hacer más digerible el guión; pero el entramado de efectos especiales generados con ordenador, muñecos diseñados con toda agudeza y sobre todo el efecto tridimensional de las imágenes animadas es sin duda un recurso artístico (a lo bruto, eso sí) que causa sensación como en su día lo pudieron hacer obras pictóricas de algunos pintores del Renacimiento.

Yo particularmente lo que he redescubierto ha sido el término “avatar” ya que su significado lo había utilizado implícitamente en bastantes ocasiones. Según el Diccionario de Uso del Español de María Moliner, avatar es –además de las diferentes encarnaciones de ciertos dioses- “fase o aspecto nuevo de una cosa cambiante”. ¡Voilá! ¡El vino! ¿Qué otra cosa sino un avatar es el vino?

El vino entendido como una obra de arte que se crea surgiendo de realidades – y de las relaciones que estas generan- por medio de las manos del artista/enólogo con la imaginación, la sugestión, la evocación y el deseo. Igual que en un poema o en una sinfonía o en una película en tres dimensiones, tomando partes, sustancias que por separado no significan gran cosa, al ponerlas en relación y facilitar que se mezclen, agreguen, transformen, establezcan nuevas identidades y evolucionen, dan como resultado una identidad nueva, distinta a todo lo anterior conocido. (Cada vino es único). Símbolo de la magia, del verdadero sentido creador del ser humano que lo regala a los demás para que lo gocen. Porque – y esto es lo que hace al vino especial – esta creación original puede ser disfrutada de un modo más que tridimensional, total, es decir, haces que penetre en ti a través de todos los sentidos propiciando por tanto una fusión plena con la naturaleza.

ASPECTOS CAMBIANTES (O AVATARES) EN LOS VINOS

Si tenemos en cuenta que el vino es la trasmutación de los azúcares de la uva en alcohol gracias a la función metabólica de las levaduras; y que luego después, al entrar en juego el roble, vuelve a cambiar y presentarse con un nuevo cuerpo, bien podemos decir quienes nos lo bebemos que a ver cómo le metemos mano a tanto avatar. Bien, pues podemos hacerlo sin mucha dificultad considerando al menos estas dos dimensiones del vino: dimensión fisicoquímica y dimensión psicológica.

En cuanto a la primera, como ya hemos apuntado, la elaboración del vino es un milagro que redunda en beneficio para nosotros: podemos disfrutar de una serie de sustancias naturales que, al liberarse y adquirir una forma nueva, las tomamos y a la vez gozamos con ello. ¿Pero cómo? Dimensión psicológica. El vino está ahí, en la botella, listo para que alguien tome una copa y disfrute. Y aquí nos encontramos con dos posibilidades: beber el trago y no prestar atención sino a su funcionalidad prevista; o proceder a catarlo y fijarse en los avatares por los que el vino ha transcurrido hasta el momento presente en que se manifiesta. Repetiremos otra vez que no hay una técnica de cata ideal para cada persona. En su lugar, aparte del procedimiento que cada cual utiliza, la buena disposición y las ganas, junto a la atención al vino y a sus características es lo que toca, lo hábil, la sencilla estrategia.

Fijémonos, por ejemplo, en lo que es/supone la fragancia de un vino. Esta depende de tres factores: su cualidad, su intensidad y sus atributos temporales. En cuanto a la percepción (y descripción) de las cualidades aromáticas de un vino, necesitamos recurrir a reconocer y nombrar otros productos aromáticos (flor de azahar, clavo de olor), a familias aromáticas (frutales, balsámicos), a experiencias personales (un día de playa, la caca de un bebé), a respuestas emocionales (elegancia, tosquedad) para poder asimilarlas. Por lo que respecta a la intensidad aromática, esta es la magnitud del aroma total y que a veces se percibe en la primera inhalación, o en otras precisa del tercer factor que se puede llamar aspectos temporales, es decir, los cambios que se producen en la fragancia del vino cuando interviene el aire y el transcurso de los minutos (junto al aumento de la temperatura). Ídem más: inhalar en veces sucesivas -¡ojo, más de treinta segundo entre cada una!- en un período largo de tiempo (treinta minutos en algunos vinos, algún día después en otros) ofrece la oportunidad de comprobar el desarrollo aromático del vino. Por supuesto, obvia decir que no todos los vinos dan para tanta parafernalia interpretativa.

El avatar final de un vino tinto de calidad es, por lo que respecta a la apreciación que tenemos del mismo, el afinamiento de sus taninos. Curiosamente, el efecto de pulirse o suavizarse los taninos con el paso del tiempo -algo que precisan ciertas variedades en vinificaciones dadas o de zonas particulares- resulta de la polimerización de sus componentes que, al formar una masa molecular mayor, no reaccionan con las proteínas de la saliva y pasan por tanto inadvertidos en boca.

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Claves de vinos y apreciación sensorial

Sobre el autor

Sólida formación como docente en Cursos de Análisis Sensorial de vinos y otros productos agroalimentarios; dilatada experiencia en servicios de alta gastronomía; disfruta transmitiendo su pasión por el mundo del vino y su cultura. Desde 2001 colabora en ayudar a descubrir lo fascinante del uso de los sentidos para gozar plenamente del los vinos y gastronomía en La Rioja. Director de www.exquisiterioja.com


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