Hace una preciosa tarde de la segunda semana de Octubre aquí en La Rioja, en este otoño donde la naturaleza rinde cuentas y ofrece todo un festín de frutos, a cual más sabroso y maduro. Y las uvas, claro, están en plena sazón; de hecho este año la vendimia se ha adelantado.
Cojo el coche y me encamino desde Haro hacia Logroño, donde me ha citado el profesor y catedrático Fernando Martínez de Toda en las dependencias de la Universidad de La Rioja. Autopista abajo dirección este, siguiendo el curso del río Ebro y flanqueado a mi izquierda por la serena majestuosidad de la Sierra Cantabria y a mi derecha vigilado en la distancia por la oscura displicencia de la Sierra de la Demanda, navego en medio de un mar de viñedos cuyo cambiante cromatismo, ahora que pierden las hojas su verde natural, desde la percepción visual es probablemente la forma más manifiesta de observar toda la riqueza y diversidad de los suelos y las distintas viníferas en perfecta simbiosis de cada zona, cada pago. Se puede ver cómo, después de la gradual pérdida del color verde, se va mostrando toda una gama de colores – a veces imposibles – que se enseñorean del paisaje y escenifican toda esa distinta composición natural que sintetiza cada planta de acuerdo a su genética y al medio edafológico en que medra.
De ahí que hoy en día y gracias a trabajos como por ejemplo los del profesor Martínez de Toda, podemos disfrutar de vinos que son sabrosos resultados de la distinta especificidad de cada lugar. Por supuesto, ya no vale decir eso de que todos los vinos de una misma zona son iguales.
Fernando Martínez de Toda es natural de Badarán. Estudió en Nájera y en Madrid Ingeniero Agrónomo; y el hecho de que terminara allí doctorándose y ejerciendo su labor como Catedrático E.U.I.T. Agrícola de Biología Vegetal en 1983, no deja de ser la constatación de su vocación innata por conocer y desarrollar lo que es propio de su tierra natal: la vid y el campo. Y ello no es baladí, pues se considera a sí mismo viticultor. Y como hombre de campo, muestra el aplomo y la confianza de quien conoce el terreno que pisa. Su voz es templada, pero fuerte; podría pasar por la voz curtida de cualquier agricultor, no más que en su caso la tiene moldeada y modulada por su larga experiencia docente. En las aulas, además de transmitir, hay que convencer; y sin duda el mensaje, vehiculado por una voz intensa y una dicción acompasada, cala más profundo.
Asentado en Madrid en su labor docente, la movida capitalina de los ochenta no había llegado a La Rioja en ningún aspecto; Fernando se había marchado pues por aquí se dormitaba todavía en los laureles de la expansión industrial vinícola de los años setenta con sus excesos. Y con sus carencias también. La principal que el sector bodeguero de La Rioja, además de vivir de espaldas al viñedo, continuaba empecinado en el error histórico de tener que importar técnicos y enólogos de otras zonas. Milagro que tras la retirada de los franceses que habían implementado aquí el llamado “método bordelés”, el sector vinícola riojano se hizo a sí mismo en una suerte de yo me lo guiso yo me lo vendo por ser el único oasis en el desierto de los vinos de calidad en España.
Pero bueno, llegó la Autonomía a La Rioja y pausadamente alguien debió caer en la cuenta de que, siendo La Rioja una potencia elaboradora y exportadora de vinos, no había base académica para formar profesionales del ramo. Y para tratar de corregir esa carencia histórica, por su condición de riojano y docente, en 1987 le llaman desde el Gobierno de La Rioja como asesor de la Presidencia en primera instancia. Fue un reto que el profesor Martínez de Toda aprovechó para montar el Magister de Viticultura y Enología con vocación de quedarse en su tierra pues aquí es donde está el viñedo y por tanto la posibilidad de estudiar e investigar formando a las nuevas generaciones de técnicos que, ahora sí, La Rioja está también exportando.
LA VID EN LAS AULAS UNIVERSITARIAS
Aprovechar momento y circunstancia fue sin duda un acto intuitivo que se ha saldado exitosamente. Con posterioridad, y a la vez que publicaba libros y artículos y realizaba estancias en Francia, Italia y Australia, en 1992 ya era profesor titular de Viticultura. En 2000 consiguió la Cátedra de en la misma especialidad en la Universidad de La Rioja – única en España – donde ya desde 1996 se imparten los estudios para obtener la licenciatura de Enología. Sin duda él ha sido parte responsable de ese cambio sustancial que finalmente se ha producido en La Rioja: superar temores atávicos (¿por qué?) y mentalidades formativas que no llegaban más allá de las viejas Escuelas de Capacitación o la Formación Profesional. El salto cualitativo ya se ha dado. Hoy en La Rioja, en el campo de la viticultura, se estudia y se hace ciencia.
En este sentido, además del número de alumnos formados por la universidad riojana, más de mil, lo más importante es que se llevan a cabo acciones de investigación y desarrollo, como por ejemplo la recuperación y estudio de variedades autóctonas minoritarias de vid de previsible interés comercial; o la recuperación y caracterización de variedades de vid en peligro de extinción. Con parte de ese material vegetal recuperado, en un corto periodo de tiempo, se ha logrado que la variedad Maturana esté autorizada por el Consejo Regulador de la DOC Rioja y sea ya una realidad embotellada. Todo un éxito apenas soñado dos décadas atrás. La primera vez en el mundo que se logra algo así.
Realmente La Rioja hoy también puede exportar ciencia, técnica y cultura universitaria vitivinícola; todo un hito beneficioso para todos. Para el profesor Martínez de Toda, que simplemente enseña lo que por otra parte siempre ha vivido de su tierra, es reconfortante y le proporciona una enorme satisfacción sentirse respetado por su labor y dedicación en el campo docente e investigador. Aún así entiende que se han de superar todavía barreras: acercar más el sector productivo y la universidad; mejores colaboraciones en proyectos comunes; superar ciertos juegos pretendidamente eclécticos y apostar definitivamente por el vino cuya calidad necesariamente proviene de la uva, de la viña donde esta se genera. El factor varietal como distintivo de una zona, así como la selección de pagos específicos, tan de moda ahora por parte de expertos y gurús del ramo, abunda precisamente como corroboración de los trabajos del profesor y de su equipo.
Finalmente, a estas alturas de la extensión del negocio del vino, además de elaborarlo hay que poder venderlo. Martínez de Toda sugiere que es conveniente dar una vuelta de tuerca más en la llamada cultura del enoturismo – por cierto, todavía incipiente en La Rioja – y trabajar el concepto “vititurismo”, esto es, llevar más a fondo lo que es la explotación del viñedo haciéndolo visitable. Redimensionar y adaptar las viñas propiciando un cinco o diez por ciento de la superficie de las mismas para hacerlas más accesibles a las posibles visitas, a la vez que se integra todo el conjunto en el entorno y se aprovecha las posibilidades del paisaje. Si históricamente se ha invertido en enología y últimamente en arquitectura, ahora le va a tocar al viñedo: el futuro demanda no sólo una viticultura sostenible e integrada en el paisaje sino igualmente conceptos paisajísticos diseñados para hacer más atractivo el encanto y el placer que depara el vino.