Habrá que decirlo para quienes no lo sepan: los lugares, el paisaje y el ambiente biodiverso del sur de la provincia de Ciudad Real son de una belleza tan serena e intensa que te sustraen la razón si por allí deambulas; y bien puedes acabar como don Quijote, que por esos lares anduvo entre ensoñaciones y dislates.
Allá donde La Mancha rinde su infinitud a los pies de la Sierra de Alcaraz, de Sierra Morena, y hasta el desfiladero de Despeñaperros, a través de las estaciones nos encontramos con la madre naturaleza que desata sus pasiones por causa del vértigo de la altitud, siempre por encima de los ochocientos metros. Bien sea en pleno invierno, cuando las inmensas dehesas, moteadas de encinas, ocultan en un velo neblinoso de misterio la profundidad de sus tierras oscuras; o en la primavera cuando, ante un inacabable manto de verdor, empieza a desperezarse un sol que, presto en el verano, quemará sin piedad todo ser vivo que se mueva o no. Toda la vida natural que por allí se da, desde el lagarto ocelado al búho real, pasando por una locura de perdices y de conejos que se meten entre las ruedas de los coches, desorientados e ignorantes del fin que les espera cuando ejércitos de cazadores urbanos lleguen en el otoño; toda esa vida en realidad sirve de acompañamiento a los casi últimos invitados al terreno: los viñedos que, desde tiempo inmemorial y de un modo inverosímil, se enseñorean de los campos labrados y marcan un horizonte, también vestido por el olivar.
Las razones por las que se plantó tanto viñedo en La Mancha son obvias y ahora ya no son pertinentes pues la historia es totalmente otra. Pero fijémonos en las tierras altas que van desde los altos del Bonillo –a la vera de las Lagunas de Ruidera- recorriendo todo el Campo de Montiel hasta cerca de Valdepeñas, en el embalse de La Cabezuela, que hace del río Jabalón un pequeño mar interior con una avifauna pujante, ahora todo bendecido con dos años consecutivos de intensas lluvias. Esos parajes amaestrados, pero inhóspitos y solitarios, han venido a hospedar -¡qué cosas!- a modernas bodegas que están elaborando vinos que claramente proyectan la zona donde nacen. Tanto en suelos pedregosos, o de arcillas expansivas, o muy pobres, junto a otros más fecundos, en cualquier caso los protagonistas son la vida natural en estado puro en medio de un clima cruel, y el sol omnipotente durante todo el ciclo vegetativo de la vid.
Este paisaje y ambiente geoclimático de clima continental extremado (clima único, monocorde, a diferencia de los que se dan en la Ribera del Duero y en La Rioja) escasa pluviometría y que por ello disfruta de cielos altos y despejados casi todos los días del año da la siguiente ecuación: altitud, más aires limpios y cielos abiertos, es igual a luz. Una luz inmaculada, tan prístina e inaprehensible que te hace saltar las lágrimas no se sabe si por la imposibilidad del ojo de captar esos matices puros que propicia la radiación solar, o de emoción al sentir que estás respirando lo mismo que respiraban nuestros ancestros: un ambiente natural, intocado, en medio de un embeleso de solitud y silencio de vida salvaje que comparte hábitat con los humanos.
DOS BODEGAS DE VILLAMANRIQUE Y OTRA MÁS
Villamanrique es ese otro lugar de La Mancha de cuyo nombre a ver quién se acuerda si no soy yo, que aquí nací y aquí me he venido desterrado por causa de mi estulticia supina al dejarme engañar por una mujer, falsa en toda hora y traidora al fin, hasta destrozar mi vida que ahora intento recomponer en estas tierras rojas de vergüenza y pardas de dolor. Y, ¡oh sorpresa! en estos lugares alejados de todas partes pero sin duda en un ambiente de encanto especial se encuentran tres bodegas que son las últimas en latitud de esta tierra última de frontera.
Bodegas Real, situada a orillas del embalse de La Cabezuela en la carretera de Valdepeñas a Cózar, es un muy buen ejemplo del esfuerzo por tratar de cambiar la imagen -¿qué imagen?- que de La Mancha suele tener una parte del gran público amante de los vinos; por eso salen las botellas con contraetiqueta de Vinos de la Tierra de Castilla, como tantos otros vinos rompedores de bodegas manchegas. Fundada por Sergio Barroso en el año 1984, quien compró la Finca Marisánchez con el objetivo –desde una perspectiva visionaria- de apostar por una bodega con viñedo multivarietal y en espaldera, que fue previo al boom del vino español. En 1989 se construyó la bodega para producir vinos de calidad, de alguna manera algo extraño en La Mancha de entonces. En 2002 de nuevo se adelantan al futuro y empiezan con el enoturismo, adaptando el cortijo del siglo XVIII; finalmente dotaron de restaurante y salones al complejo. La tempranillo es la base de los vinos, y ahora que las cepas llegan a la mayoría de edad, sobre todo el Finca Marisánchez es un vino a seguir pues aquilata ese potencial del terruño y la variedad.
Finca Marisánchez 2006. En el reconvertido mapa vitivinícola de la vieja península ibérica las cosas están cambiando; surgen por doquier vinos que otrora eran sólo quimeras quijotescas. Este vino de Bodegas Real es un magnífico ejemplo de vino emergente. Terrenos altos, clima continental extremado, respeto por la biodiversidad en un ambiente bellísimo de paz y serenidad absolutamente sano y natural. Picota intenso. Impecable en nariz con aromas sugerentes de frutas y terruño arropados por un roble exótico que evoca perfumes que casi se mastican (flores, especias. cacao). Sorprendentemente fresco y vivo en el paso de boca; amable y con taninos vigorosos, y con finura. Un encanto sensorial de una tierra encantada. Y con proyección internacional.
Bodega Abaxterra es el voluntarioso esfuerzo y sueño hecho realidad de Enrique Bilbao que, aunque viene del mundo de la educación, es biólogo; y esa formación le está sirviendo de mucha ayuda tano en la viña como en los procesos de vinificación. Justo a la vera de la carretera que va de Torre de Juan Abad a Castellar de Santiago, y donde lo rural es verdaderamente una certeza, se encuentra una pequeña finca con un viñedo (sobre todo tempranillo y syrah) mimado; y ahí se alza un edificio mimetizado en el entorno, sin adornos innecesarios y contando con el espacio como único lujo. Depósitos de última tecnología, una coqueta sala de barricas y el empeño de hacer las cosas bien. La impronta de la bodega marca un carácter innovador, exclusivo y fuertemente comprometido con la calidad. Y ello parece que va ser cierto si nos atenemos a los resultados: su primer vino ABAXTERRA tinto roble 2009, es un logro en todos los sentidos. Presentación excelente para un vino que tiene y promete. Bonito vestido de rojo cereza intenso; aromas limpios de frutos maduros que evocan un paisaje seductor de monte y flores, con leves toques lácteos y atisbos de roble que completan el trago, que es de cuerpo medio y sustancioso; si se le da la oportunidad al vino, este acaba mostrando un empaque de vino serio y de muy buenas prestaciones sensoriales. Sin duda un vino a seguir.
Al lado de la anterior se encuentra otra finca, “Guadianeja”, más extensa -850 hectáreas- y con un viñedo más asentado, de treinta y cuarenta años (probablemente sea de los primeros cabernets que se plantaron en La Mancha) y cuyas uvas también de garnacha y tempranillo abastecieron a una gran bodega de Manzanares. Hoy en día -desde 2002- con una nueva propiedad y marca, Bodega y Viñedos Tikalo, continúan vendimiando a mano el rendimiento muy escaso de las cepas y vinificando con un enfoque hacia la obtención del mejor vino de uvas de calidad que condensan lo mejor del suelo y del clima que las marca. También se da en la finca el olivar, con una producción de aceite de gran calidad. La bodega –como las de los alrededores- precisa de proyección y de un mejor posicionamiento comercial. Su vino Kios 2004, es una buena muestra de lo que decimos: sin excesos de roble pero con una gran expresión frutal, el vino presenta aromas (en la muestra catada ya en fase de declive) de frutos negros, mermeladas y algún toque que recuerda al chocolate con leche; acidez compensada y de cuerpo medio, el vino acusa el paso del tiempo pero seguro que otras añadas más recientes han de ser más expresivas.
Es frustrante que la gente de la comarca desconozca, no sepa apreciar, la riqueza y el lujo de esos vinos de calidad a precios ajustados. Y a los consumidores de otros lugares no les llega el mensaje de los vinos de sol y luz de esta tierra encantada.