El vino confiere elegancia y distinción a cualquier comida. Además cumple una clara función de acompañamiento, combinación y compatibilidad.
La ingesta de vino ralentiza la absorción del alcohol en el tracto intestinal, de esta manera el hígado metaboliza mejor el etanol; y como la sangre que recorre los intestinos pasa antes por el hígado, llega menos alcohol al resto del organismo. Más o menos se reduce un tercio el impacto alcohólico al beber el vino con la comida.
La combinación vino-plato es un asunto incierto, personal, subjetivo, intransferible. No hay investigaciones serias que prueben cómo actúa la acidez o los taninos con las grasas, o cómo lo salado del queso contrasta con un vino dulce.
Cuidado con los estereotipos, los elitismos y los esnobismos; así como con la costumbre y la complacencia.
Que un gewüzrtraminer o shiraz tenga atributos especiales (¿) no quiere decir que el especiado tenga la misma potencia que el de una receta culinaria dada. La dispersidad entre unos especiados y otros, entre distintos tipos de ácidos, y entre unos dulces y otros con sus equilibrios… son tales que hacen crujir la lógica de muchos maridajes que por ahí se pretenden o se publican.
Matching, pairing, affiliating, blending. Son términos equivalents para lo que en español llamamos maridaje.
La compatibilidad entre vinos y platos radica más en sus diferencias complementarias que entre sus posibles afinidades similares.
En general, lo cierto es que las personas tenemos habilidades limitadas a la hora de identificar más de dos o tres muestras de aromas/sabores en mezclas dadas. De lo que se puede deducir que el placer magnificado ante un “correcto” emparejamiento plato-vino tiene más de ilusión autoconsentida –agradable, eso sí- que de otra cosa.
El verdadero disfrute del emparejamiento entre un plato y un vino se produce cuando este no se espera, pero causa placer y asombro; en esas experiencias con sus sensaciones (próximas a las del orgasmo de matiz sexual) subyace un fuerte componente de intimidad, de subjetividad, de reconocimiento y plasmación de nuestro estado anímico en ese momento.
La característica más reseñable del maridaje es que induce a probar y comprar, fomentando así la venta de vinos. ¿Qué te parece?