Bueno, pues habrá que subirse al carro de los “vinos naturales”. Carro del que, por cierto, no deberían haberse bajado del todo en Francia primero (¿allá por los siglos XVIII y XIX?) y más tarde en todas las zonas productoras mundiales.
De verdad cuesta imaginarse cómo podían ser los vinos que bebían los Faraones de Egipto, los griegos en sus bacanales, los esclavos romanos; o el tipo de vinos con que remojaban el gaznate y calentaban sus barrigas los sanchopanzas del Siglo de Oro español. Otra cosa no serían pero vinos naturales, seguro. ¿Quiere ello decir que todos esos vinos anteriores a las nuevas prácticas enológicas desarrolladas gracias a Pasteur eran muy distintos a los vinos convencionales de hoy? Por un solo concepto seguro que sí: la higiene en su elaboración y conservación. Los vinos que se bebieron a través de los siglos hasta hace cuatro días… hoy en día me temo que difícilmente serían aceptados por los consumidores actuales.
De verdad, en lo referente al mundo de los vinos, tenemos que dejarnos de romanticismos y aceptar que cualquier tiempo pasado… no fue mejor. Vinos procedentes de uvas probablemente jugosas y sucintas –por escasas- cuando la cosecha venía buena; totalmente natural por necesidad, claro. Pero también habría de suceder que, en la mayoría de los casos, la fruta se presentara en estados penosos. Y qué decir de las elaboraciones. En lagares de aquellas maneras y en la más elemental ausencia de condiciones higiénicas… pues nos podemos hacer una idea. Pero eso no es todo. Luego venía la conservación de los vinos con sus refermentaciones y enfermedades, otro trauma anual que solventar. Y lo que es todavía peor: el largo transporte hacia los lugares de consumo en condiciones penosas.
Hoy en día sin embargo nos permitimos gozar de exquisitos vinos en condiciones inmaculadas de elaboración y conservación. Sin embargo es de cajón apetecer lo auténtico o genuin que se opone a lo industrial. Así surgieron los vinos ecológicos, los biodinámicos y, en fin, los vinos naturales, donde no interviene en justicia sino la madre naturaleza. Y ahí surgen las dudas si verdaderamente se pueden elaborar vinos sin prácticas adicionales en el viñedo y sin ningún tipo de corrección o añadido en bodega.
Hay quien dice que se debe ser realista y muy escrupuloso para buscar equilibrios y no asimetrías a la hora de controlar el ph, la acidez, la maloláctica, etc. O, al final, si no es también un argumento de marketing lo que se busca.
Sea como fuere, lo cierto es que los vinos naturales están aquí. Elaboradores son quienes los hacen posibles y por tanto tan dignos de consideración y respeto como los demás. Por ello nos emplazamos a una próxima toma de contacto con el tema; a ser posible con vinos encima de la mesa.