Transversal es otro adjetivo de moda lleno de sentidos cruzados, mezclados. Por eso, en busca de la magia colateral y transgresora de lo que el término pueda significar en el mundo de los vinos, el pasado Mayo, en uno de los días inadvertidamente lluviosos y fríos por estas tierras mesetarias del sur de La Mancha, me puse en camino dirigiéndome -en la misma línea del paralelo 38 dirección este- hacia esa otra altiplanicie donde se asienta esa otra tierra de viñedos y de vinos donde reina la Monastrell, variedad tozuda junto con la vecina Bobal, que hoy más que nunca juega a trazar una suerte de transversalidad entre los llamados vinos de corte atlántico de El Bierzo y estilizados de la rioja alta, y los estructurados vinos mediterráneos que besan el Mare Nostrum con untuosos besos, ardientes de alcohol y pasión.
Camino hacia el levante, tras las grandes llanuras albaceteñas con sus sementeras salpicadas de campos de almendros, al enfilar por la carretera CM3212 con Jumilla en la mente se pueden ver las siembras de avena ya dorándose; de seguido aparecen las plantaciones de viñedo –ahora las cepas recién formando sus hojas- .
El ambiente es limpio, con reverberaciones cenitales de luz mediterránea. Jumilla es zona de paisajes austeros, por lo que hay que reconocerle al viñedo que pinte un color verde esperanza, tanto en los seis municipios de la provincia de Albacete pertenecientes a la DO como en el principal de Jumilla en sus zonas más norteñas o en el paraje del Carche, donde los renques, de Monastrell plantada a modo de soldaditos verdes, empiezan a presentar armas en su uniformidad militar.
25.000 ha. 80% de Monastrell. Rendimientos de unos 3.000 kilos/ha prácticamente todo plantado en vaso de porte bajo y sin regadío (el agua se guarda para los árboles frutales) en terrenos arenosos pardo-calizos y pedregosos, muy pobres, con subsuelos de losas a modo de láminas de hojaldre donde las raíces se buscan la vida en condiciones realmente extremas; por eso se salvaron del ataque de la filoxera.
Históricamente, el factor climático (más de 35º durante las fermentaciones) no permitía elaborar en clave de calidad; aun así se producían vinazos (dobles pastas, etc.) que los franceses en su día fueron a buscar desde Alicante y Valencia con pretensiones similares a cuando llegaron a Haro. Por todo ello no fue hasta hace unos 20 años que Jumilla empezó a despegar con el advenimiento de la tecnología y de prácticas modernas con Agapito Rico y Casa Castillo primero, García Carrión, luego Casa de la Ermita y últimamente Juan Gil y otros.
Decir Jumilla es nombrar Monastrell, lo que es igual al concepto “terroir”; pues lo cierto es que no se da uniformidad o estilo definido propio en sus vinos. Pero sí en cambio tienen esos vinos una personalidad propia en las principales casas, fincas, bodegas elaboradoras. Pruébese, si no, la potencia estructurada del CLÍO de Juan Gil, la fluidez del PIE FRANCO de Casa Castillo, la versatilidad del IDÍLICO de Casa de la Ermita; o simplemente la transversalidad exultante del Monastrell 2012 genérico de la DO, vino joven donde la pureza varietal, la fragancia, la frutosidad, y la jugosidad hacen que cada trago del vino se convierta en un acto de fe y acción de gracias a la vez.
PAISAJES CON BODEGAS Y VINOS
Por sus dimensiones e historia, habrá que hablar primeramente de BSI Bodega Cooperativa San Isidro, fundadora de la DO, que en primera instancia es de 1934 y ya en 1960 cooperativa con 400 socios. Supone el 10% de toda la DO y se trabajan tres líneas de calidad con parámetros controlados de acuerdo a los tipos de uva que se reciben. Tiene la bodega un original sistema de depósitos de hormigón estéticamente coloreados en varias calles con proporciones equilibradas dentro de su tamaño. Empezaron a embotellar en los años 50 del pasado siglo, satisfacen todo tipo de mercados y con vocación exportadora. GÉMINA CUVEE SELECCIÓN 2010 es sin duda el fruto apetecido de esta cooperativa venida a más. Tanto en su color poderoso, vivificante, como en sus aromas de frutos del bosque en sazón junto a otros de retamas y suavemente terrosos con fondo levemente especiado. En boca de entrada es majestuoso; peso de futa, sabores en el paso de boca y retronasal con ecos sugerentes. Atractivo, redondo, enjundioso. Todo un gustazo.
CASA DE LA ERMITA fue sueño hecho realidad en 1999 por una familia de viticultores en un paraje –el Carche- realmente impresionante: arriba de la ladera orientada al norte donde se asientan los viñedos y la bodega, pegada al monte una viña de monastrell, de cepas viejísimas y descomunales por el diámetro de su pie, persiste en su empeño por vivir y seguir produciendo néctar de vida. Que sus 200 ha, desde 2011 en producción ecológica, continúen dando la fruta para una gama de vinos que son referente de vinos de peso, accesibles y para todos los gustos. IDÍLICO 2008 presenta un perfil de corte clásico con fruta jugosa arropada en sus notas especiadas de un roble omnipresente. Al abrirse el vino da lo mejor de sí principalmente en boca con cuerpo medido, fresco; taninos del roble en el posgusto y retronasal intensa. Como dijimos anteriormente es un vino versátil.
PROPIEDAD VITÍCOLA CASA CASTILLO son 170 ha pioneras en lo que significa Jumilla hoy en día; monastrell en estado puro plantadas en un paisaje realmente hermoso, con espacios abiertos y sensación de libertad para toda clase de seres vivos; parcelas situadas estratégicamente que reflejan suelos y orientaciones en vinos que, a su vez, evocan la naturaleza de un ambiente bucólico que promete y da sabor y sensibilidad. Lo que pretende José María, el hacedor de este enclave vitivinícola, es preservar la fruta sin tanta madera para que, con vinos fluidos y auténticos, faciliten en el restaurante el decurso de los platos; igualmente hacer marca de referencia donde pasado y futuro se mezcla en un presente ya bastante jugoso.
Así es como EL MOLAR 2011, todo Garnacha en este caso, juega ese papel de modernidad, jugosidad y transversalidad con su color rubí pero de ribetes amoratados brillantes. Despliega aromas muy puros de moras (típicos de las garnachas de zonas cálidas); además de otros ésteres frutales, matices florales y un fondo sutil especiado de madera. Estilizado, fresco, ligero de cuerpo y muy definido en boca; igualmente deja sensaciones golosoas y gustosas en el recorrido con un final realmente seductor, tanto que podríamos hablar de exquisita sencillez. Resulta fácil disfrutar este vino que anticipa el futuro del gusto por la naturalidad en los vinos, y además resulta idóneo para maridar con platos de alta gastronomía por su expresividad y elegancia (eso sí, obviando el peso excesivo del alcohol).
BODEGAS CARCHELO surgió en los años 90 del pasado siglo y ya es historia en Jumilla; desde 2008 con otros propietarios, es ahora Joaquín Gálvez (quien fue profesor de cata en mis estudios de sumillería) ha dado un giro de rabiosa modernidad a los vinos multivarietales de muy buena fruta y madera. De color picota con ribetes aún vivos, CANALIZO 2007 es un tinto multivarietal realmente conseguido. Sus aromas de frutos negros maduros, especiados finos, chocolate con leche, mina de lápiz y algo de monte bajo le infieren carácter y profundidad. En boca es igualmente intenso y sentido con gran peso de fruta, taninos sedosos y final estilizado por lo que resulta muy apetecible. Nadie podría adscribir el vino a una zona determinada, más bien al talento de su creador que logra magníficos resultados más allá de clasificaciones o tipificaciones.
BODEGAS JUAN GIL es ahora mismo otra punta de lanza en los vinos de Jumilla. Y lo es tanto por la línea de sus vinos rompedores, con un diseño exquisito y artístico en su presentación, como por su estrategia global al crear el grupo GIL FAMILY ESTATES con bodegas produciendo en distintas DD. OO. españolas.
Las bodegas situadas al norte de la localidad, en altitud y un ambiente sano y tórrido en verano, se nutren de cepas de monastrell que apenas dan 800 gramos de fruta; monastrell muy madura con taninos tan dulces que necesitan un buen roble para terminar de perfilar todos esos rasgos distintivos que adquieren del terreno y el clima. En instalaciones modernas y eficaces se vinifican por separado los viñedos controlando los tiempos de fermentación y buscando calidad que perdure a través del tiempo; a esa calidad se la viste con etiquetas realmente llamativas de puro diseño que atraen la atención.
JUAN GIL 2011 es Monastrell en estado puro. Cereza con ribetes granate y capa media-alta, la nariz es sobrecogedora por sus connotaciones muy puras y perfil definido: sotobosque mediterráneo con sus hierbas agostadas, retamas olorosas y balsámicos de resina seca de pino; todo ello arropado por notas frutales delicadas. En el fondo aparece algún tostado. En boca es magnífico en la entrada de resonancias golosas, a la vez que fresco, alegre, ágil e intrigante ¡en sus 15º de alcohol! Tiene alguna tirantez tánica secante propia de su juventud. Sabroso y con enjundia, se puede tomar ya y será un placer en un par de años disfrutar su jugosidad frutal y complejidad casi unidireccional. Aparecen ecos de especias dulces y chocolate negro en la retronasal. Si hay algo que caracteriza al vino es la rotundidad con que explica una variedad, un terreno y un ambiente climático. Un vino con personalidad.
Para finalizar, repetiremos de nuevo cuan sorprendente resulta que en estos lares tan estragados se estén dando vinos tan medidos y seductores. ¡Alas!