Hace unos días que se rifaron los Premios Nacionales de Gastronomía concedidos por la Real Academia de Gastronomía y la Cofradía de la Buena Mesa (lo que quiera que eso sea).  Por supuesto (¿) el mayor relieve de la noticia va para la cocina con su Premio al Mejor Jefe de Cocina. Luego ya Mejor Jefe de Sala y Mejor Sumiller, siendo dos categorías en el servicio  por una de cocina, quedan como en segundo plano. Bueno, menos mal que en esta ocasión hemos tenido a Carlos Echapresto en la terna de candidatos al mejor sumiller.

A ver quién dice que exagero cuando afirmo que cada establecimiento de hostelería de la calle Laurel de Logroño, así como muchos de los restaurantes de la capital riojana, deberían tener un/una sumiller responsable en servicio. ¡Y qué decir de La Herradura, en Haro!  Ahí sí es de juzgado de guardia el servicio de los vinos.

¿Por qué será?  En España, por lo que a la dirección/gestión de los servicios de hostelería respecta, no hay cucos (bueno, en sentido figurado sí);  principalmente lo que hay son aves de paso y/o “cowboys”.  (Mirad el caso de Sergi Arola en Madrid)

 Mi primer trabajo fue en un mesón de Miranda de Ebro, hace ahora la friolera de 42 años (cuando yo tenía 13).  O sea, que aunque no quiera, tengo algo de experiencia en el asunto.  Bueno, pues resulta acongojante comprobar que, desde el punto de vista de la calidad de los servicios, parece que no ha pasado el tiempo. ¡Y mira que han cambiado las cosas!

Las mismas carencias en lo que se refiere a la atención, predisposición para cumplir a través del tiempo y/o vocación de servicio, eficiencia, condiciones de higiene y presentación, formación exhaustiva.  ¡AY! El inglés  -al menos lo básico de atención al público- como lengua acomodaticia, etc.  Claro, con los sueldos que pagan…, dirán.

Como Presidente fundador de la Asociación Cultural de Sumilleres de La Rioja, visto lo visto, es un éxito que nuestra asociación tenga varias decenas de miembros profesionales.  Sin embargo, cuando visito otras CC. AAs., los compañeros de Cataluña, Castilla y León, Asturias, etc; no terminan de creerse que en sus asociaciones los miembros se cuentan por centenas, mientras que en La Tierra con nombre de Vino apenas se nos ve. Excepto los honrosos ejemplos de los por otra parte restaurantes riojanos laureados con estrellas Michelín, donde ejercen exitosamente sumilleres destacados de nuestra asociación, La Rioja es otra aldea del desierto páramo de los servicios de hostelería en España donde pululan bares, cafeterías, restaurantes, hoteles… en los cuales los trabajos de recepción y acogida, información, servicios de alimentación y bebidas, son realizados por trabajadores con poca o nula formación y capacitación. ¡Ojo! También hay muchos ejemplos de profesionales y trabajos ejercidos impecablemente.

¿Por qué esta situación gangrenada?  Que trabajadores y empresarios asuman su parte por la ausencia de motivación/responsabilidad.  Pero uno –ya con experiencia contrastada y visión del tema por una parte, y por otra ante la observación de un lentísimo cambio en la actitud de los clientes- se atreve a afirmar que la clave está (guste o no) en esos clientes que secularmente consideran al “camarero” un pobre trabajador que está ahí porque no tiene nada mejor donde escoger “haciendo un trabajo para el que no se precisa formación ni está bien pagado y además se hacen jornadas interminables”.  Esos clientes que no tienen exigencia ni gusto para recibir un buen servicio, ni tampoco inteligencia para saber obtener lo mejor por el dinero que pagan.