Se celebró (supongo) la DWCC o conferencia de blogueros internacionales en Logroño la semana pasada. Y yo me quedé con las ganas. Una cierta cantidad de euros que costaba inscribirse para poder asistir tuvo la culpa.

Dice el flamante Premio Prícncipe de Asturias de las Letras  2013,  Antonio Muñoz Molina, que el necio no ve valor donde no ve un precio. Por lo que entiendo que la DWCC ha tenido que ser una experiencia valiosa por lo que costaba asistir. Yo, que solo soy un caminante (por amor al arte) en este “camino de Santiago” digital que pasaba por Logroño, no quería ni visitas VIP ni cenas y otras sabrosas actividades turísticas para la gente “güay” del mundo de la comunicación digital que hasta La Rioja se han acercado. Pero sí conocer de qué van las personas lumbreras que parecen ostentar un cierto poder mediático en el mundo del vino.

Pero no pudo ser. Ni posibilidad de ir de oyente siquiera a una ponencia. O comprabas todo el paquete (aún con descuento) o nada. En fin. Supongo que habrán conferenciado sobre el poder transmisor de la comunicación digital (blogs, etc.) y lo que supone para el comercio del vino; o quizá sobre esos temas recurrentes en las comunicaciones al respecto de las notas de cata, y las puntuaciones de los vinos, y el uso de más o menos madera en los mismos, e incluso de los maridajes… y tanta parafernalia como nos traemos entre posT y post quienes en esto andamos.

El tema es cuanto de elitista  (o esnobismo) hay en quienes en cualquier país  productor/consumidor “entienden” y opinan sobre todo lo relacionado sobre el mundo del vino, y cuanto de sencillez y humilde y duro trabajo de quienes –sumilleres a pie de mesa como yo- facilitamos una labor prescriptora a las personas que gustan disfrutar de una botella de vino que redima, siquiera por un rato, de las vicisitudes del oficio de vivir.