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UN MUNDO FELIZ. DE LA GARRIGA AL ROBLE DE GRANO FINO

Mallorca. Tierra de sol y luz; de aires limpios y fuertes. Tierra líquida en medio de un mar envolvente… y tierra de vinos.  Sorprende la isla en sus vinos. Y sus elaboradores se permiten el lujo de algunas excepcionalidades: uso de variedades únicas; producciones vendidas; valor añadido al pasar todos los tintos por roble.

Un puñado de bodegas –tradicionales y de nuevo cuño- han superado el impacto terrible del cemento y del turismo de masas, y han logrado el milagro de recuperar prácticas culturales agrícolas en viñedos, por otra parte enraizadas en la historia: fenicios que trajeron las cepas, romanos que asentaron viñas y elaboraron vinos, árabes que giraron modos para comer las uvas, y “xuetas” que seguro libaban vinos que entonces no necesitaban ser llamados “kosher”.  Hasta que los ingleses, en su ansia de vinos mediterráneos, comerciaron con ellos. Y finalmente los franceses -igual que hicieron en La Rioja y tantos otros lugares- tras el desastre de la filoxera, desde Porto Colom –el puerto de Felanitx- llenaban sus barcos con vinos de la zona levantina de Mallorca.

La isla es peculiar, especial por muchos motivos: la belleza y el encanto de su paisaje, en contraste con ese mar hermoso; el clima, caracterizado por un impenitente régimen de vientos, siempre jugando con el rocío que durante las madrugadas refresca las hojas de las plantas y humedece los suelos. Y el embrujo de la garriga del levante mallorquín, cuna de especies vegetales que sobreviven para exhalar aromas embriagadores.  Los mismos que se perciben en los vinos encunados en esa zona.

La isla, para la viticultura (que en otros tiempos llegó a contar con 30.000 ha) se caracteriza en tres zonas: Sa Serra de Tramuntana (más lluviosa),  Es Raiguer (la zona de Binissalem y Consell, regueros de aguas subterráneas que fluyen desde la sierra), y el Pla (zona de llano donde está la DO Pla i Llevant) con el extremo sureste, de clima seco y más fresco. Y en su vinicultura se dan dos claras tendencias: vinos variopintos  accesibles (elaborados en clave ecológica o no) desenfadados, frutales, muy agradables y ligeros de equipaje; y un puñado de vinos más serios que aportan todavía más atributos, y que son un tesoro de vinos finos mediterráneos para nada concentrados, más bien pura exquisitez y estilo.

Es curioso cómo en el enclave del levante mallorquín, desde Manacor y Felanitx,  a unos cien metros de altitud y a unos quince kilómetros tierra adentro bañada por aires salinos, con suelos drenados, pedregosos y de arenas, por sus condiciones cambiantes, se propicia que en distintas viñas próximas entre sí, maduren las uvas incluso dos semanas más tarde, lo cual permite que se apure hasta el final la maduración, sin riesgos de enfermedades (el ambiente en verdad no puede ser más sano, ecología en estado puro).

En esencia, los climas de la isla, junto a las características edafológicas y ambientales, más las castas de uva que se han adaptado perfectamente a esas condiciones, desde que se empezó a cuidar los viñedos y elaborar en clave de calidad, los resultados están siendo notorios. Incluso las variedades foráneas plantadas y conducidas en espaldera, aportan rasgos complementarios para la mantonegro de la zona de Binissalem, y la callet y fogoneu  de Felanitx y Manacor.

                           VINOS DEL MARE NOSTRUM

Allá por los años 70-80 del pasado siglo, mallorquines, peninsulares y turistas, solo conocían los riojas al uso. Sin noticias de los vinos baleares (excepto la etiqueta con banda roja de José L. Ferrer) las vinificaciones en Binissalem, Consell, Petra, Manacor o Felanitx, seguían ancladas en un pasado común donde la falta de gusto y la ignorancia daban vinos quizá broncos. Cuando se cerró –de modo truculento- la cooperativa de Felanitx, junto a la presión ejercida por el dinero fácil de la especulación turística, las viñas pasaron a mejor vida.

A principios de los noventa, en Binissalem, tres bodegas gestaron la DO del mismo nombre. Ahí José L. Ferrer era y es la más grande y elaboran –aunando tradición e innovación- en depósitos de hormigón  pasando luego al roble una amplia gama de vinos para satisfacer a todo tipo de mercados.

Bodegas Ribas es la bodega familiar más antigua de Mallorca. 40 ha de viñedos entre Consell y Sta. María, en un paisaje austero que alimenta desde el subsuelo los raiguers de la sierra. La variedad mantonegro, la moll y otras foráneas, dan vinos que, en el caso de los elaborados con uvas autóctonas, pasan a barricas de 500 litros, y las otras a bordelesas igualmente de roble francés, pues el americano no procede por las características frutales de las uvas baleares.

Vinos elaborados con mimo, como el Prensal blanc/Voigner 2014 que presenta un perfil aromático florido (flor de espino) con notas delicadas del roble; boca suave y tacto graso que asume una ligera acidez; fácil de beber.

Sió 2012 (mantonegro y variedades internacionales) despliega aromas sutiles: notas de toffe, balsámicos, con fondo de frutas negras en sazón; agradable en boca, con carácter frutal marcado en el paso de boca. Donde resalta el roble aún por integrar; de final largo.

Miquel Gelabert es pionero de los nuevos vinos mallorquines potenciando los varietales autóctonos (hasta 35); ha plantado distintas cepas en diferentes zonas para exprimir lo mejor de cada una. Como quien esto escribe, él trabajó en la hostelería de Calas de Mallorca, en la movida juvenil de los años ochenta, cuando todo estaba cambiando.  Miquel, con audacia, valor y el soporte de su mujer se metió en la aventura del vino en un Manacor que todavía no conocía Rafael Nadal, pero sí un turismo absorbente que se llevaba todo por delante. Muchos esfuerzos después, sus vinos (20 marcas y tipos, cuatro de ellos dulces) son un corolario de  versatilidad, alcanzando cotas de calidad como es el caso del Gran Vinya Son Caules,  de un carácter único, diferenciador y delicado equilibrio.

Autócton collita 2011 es su vino fruto de cinco varietales (mantonegro, callet, fogoneu, giró negre y gargallossa) con aromas sutiles de frutillos rojos, guindas en licor, apuntes balsámicos y muy fragante; boca muy suave, leve y acariciante peso de fruta con una sensación final muy agradable.

En la vecina Felanitx, donde el turismo era más anecdótico, los oficios seguían su rumbo. De allí surgió el genio creador de Miquel Barceló, artista exclusivo. Y en otras lides, unos amigos del pueblo les dió por hacer vino con uvas de viñas viejas que se salvaron de los arranques tras cerrarse la cooperativa. En ese empeño, de la finca Son Negre surgió Ánima Negra, para gloria de una tierra preñada de aires salinos, especial como pocas con su carácter indómito que da la espalda al mar y a su infinito azul y que mira desafiante desde la atalaya imponente de Sant Salvador.

Miguel Angel y Pere cocinan sus ansias y sus desvelos en un paraje idílico, en una possessió que hunde sus raíces en la tradición vitivinícola mallorquina. Allí, en el subsuelo de la hacienda, reposan las barricas, ajenas a los avatares del clima. Pere, al cargo de los trabajos productivos, afirma que lo ecológico es, además de fundamental, natural para unas viñas cuyas cepas no dan trabajo, apenas se tratan y no se tira uva; se autorregulan para luego dar vinos finos extraordinarios.

Cuando visito la bodega, una mañana luminosa de Marzo, tengo la suerte de acompañar a Pere a la viña de donde sale Son Negre, pues va a replantar algunas cepas. Para ello va una pequeña excavadora que abre cuidadosamente hoyos, rompe raíces de las cepas vecinas del renque para que no compitan con la nueva y remueve amorosamente el suelo para luego hincar las estacas. La viña (mezcla de callet, mayoritaria, mantonegro, fogoneu y otras uvas de mesa) es una hectárea idílica que guarda el recuerdo de las prácticas agrícolas seculares: distintos tipos de árboles frutales y de cepas que maduran escalonadamente a través el verano y otoño para tener frutas todo ese tiempo.

La zona, en fin, es un tesoro natural mantenido; a pesar del viñedo residual y de los desafueros causados tras el cierre de la cooperativa. Es un milagro que pequeñas viñas sobrevivieran para mostrar la riqueza del ambiente geoclimático con uvas que, vinificadas con sentido y extracciones cuidadas, han puesto el nombre de la Mallorca vinícola muy alto.

Queida 2013 es un vino blanco con alma negra (callet, giró y otras) cuyo perfil aromático es diferente; prestaciones distinguidas y genuinas.

AN/2 2012 es una delicia con sus aromas sutiles, delicados, únicos y una boca suave, de cuerpo medio y cierta largura que vaticina un devenir pausado en su evolución.

AN 2012 tiene un ambiente complejo en la copa, con aromas que tardan en mostrarse y luego cuesta describir. Vino cambiante, telúrico, expresa la profundidad, la belleza de un paisaje embrujado que solivianta por no poder aprehenderlo. Dúctil, amable en boca, con una acidez especial deja un reguero de sensaciones; pura caricia. Armonioso.

Finalmente, ha sido un lujo asistir a la Experiencia Verema Mallorca 2015, celebrada en el espectacular entorno del Castillo de Bellver, en Palma, en cuyo patio circular, magnífico, se han podido catar una buena muestra de los vinos que pujan por captar la atención de un público tanto aficionado como “entendido”. Alas!

 

 

 

 

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Claves de vinos y apreciación sensorial

Sobre el autor

Sólida formación como docente en Cursos de Análisis Sensorial de vinos y otros productos agroalimentarios; dilatada experiencia en servicios de alta gastronomía; disfruta transmitiendo su pasión por el mundo del vino y su cultura. Desde 2001 colabora en ayudar a descubrir lo fascinante del uso de los sentidos para gozar plenamente del los vinos y gastronomía en La Rioja. Director de www.exquisiterioja.com


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