Hablando de amor, es una realidad que a las cepas de garnacha tienen una querencia natural por la orografía tormentosa. Gustan de esos parajes de difícil acceso, se identifican con terrenos duros, muestran lo mejor de sus uvas en lugares inhóspitos. ¿Por qué será?
Bueno, pues resulta que en el yacimiento arqueológico celtíbero de Segeda, cerca de Calatayud, se encontró la primera semilla de garnacha del mundo, datada en el siglo II antes de Cristo. En esas tierras de laderas pizarrosas, con cielos que recuerdan al Mediterráneo, pero con clima impenitente por mor de la altitud (8oo-900 metros) las cepas medran lo suficiente para dar apenas unos racimos de uvas de las cuales, hasta hace muy poco, se extraían vinos sin historia.
Hoy que la Denominación de Origen cumple 25 años, la historia está girando. Sigue siendo una zona a desmano, no precisamente popular para visitar aunque sí muy recomendable; pero sea por la autovía A-II o por el Monasterio de Piedra, o por el empeño de los bodegueros en hacer las cosas bien (aunque cada uno por su cuenta). La verdad es que los vinos de garnacha -su varietal autóctono- están conquistando el mundo. (He catado con Juan Vicente, el enólogo de BSA, una garnacha pura en rama, de un viñedo de más de 900 metros que justo ha terminado la fermentación y es una delicia: su color amoratado pero rosáceo, sus aromas florales y golosos que recuerdan a bizcocho recién salido del horno, su boca fina y con nervio, acidez delicada a la vez que un punto bravía…)
Poco a poco la zona –la menor en relación a las otras aragonesas- va cogiendo el ritmo de los tiempos exportando a tutiplén, con cooperativas modernizadas, con bodegas de nuevo cuño, con la llegada del grupo de Ordóñez, e incluso con el empuje mirando al futuro de B. Augusta Bibilis donde José Antonio Ibarra, con su apuesta por la biodinámica, está situando sus vinos en una posición muy deseada.
El otoño inviste los parajes sinuosos por donde serpentea el río Jalón con un aire bucólico, sereno y hermoso. Árboles frutales y almendros ya rindieron su cosecha, pero las cepas de garnacha han aguantado hasta noviembre para dar racimos sanos y con un considerable potencial glucométrico, después de los meses de exagerado calor.
Bodegas y Viñedos del Jalón, me dice la enóloga Asun Palomares, elabora en acero inoxidable (pero en clave artesanal) sus garnachas, las cuales muestran sus aptitudes ya conocidas gracias a los terrenos de pizarras y cuartitas, a las altitudes y a los climas con sus contrastes y condiciones extremas. Un treinta por ciento de los vinos pasan por barrica para suavizar los taninos robustos de las garnachas viejas. También plantaron syrah con muy buenos resultados. Exportan casi todo y no hacen alardes: todo en la bodega rezuma sencillez; tan solo hablan los vinos de sus 250 ha que se dejan beber en varios continentes.
En sus distintas colecciones Las Pizarras, Castillo de Maluenda, Claraval, La Dolores, los vinos muestran perfectas hechuras, perfiles modernos y un común denominador que seguro satisface a un gran espectro de consumidores. ALTO LAS PIZARRAS GARNACHA VIÑAS VIEJAS 2009 es un vino limpio y sugerente; aromas delicados de frutos rojos jugosos, leves notas especiadas y un fondo silvestre donde aparecen retamas, pedernal, hierbas de secarral, en un ambiente empirreumático. Ligero en boca, sedoso, delineado, fresco y final intenso con alguna sensación de tanicidad que no hace sino prolongar el vino en boca. Pura expresión de garnachas de altura. Todo un regalo.
En Munébrega, cerca del paraje impresionante del Monasterio de Piedra, Jorge Ordóñez llegó a la cooperativa y ha montado una bodega cuyos vinos –desde 2010- están poniendo el nombre de Calatayud y el de la garnacha con nombre de fuego por todas partes. Marta Giménez, su enóloga elabora vinos modernos en dos líneas de producción y cada año va buscando afinar más para sacarle todo el jugo a unas garnachas excepcionales: catamos de un depósito una con sus 17,8 grados. ¡Menudos lujos! BRECA 2012 en nariz, expresiva, se reparten los aromas el roble (especiados, maderas frescas) con la parte frutal (frutos negros, compotas) junto a una paleta aromática con notas florales, retamas y ecos minerales, Sabroso, carnoso y con una expresión frutal que llena la boca. Sobresalen puntas tánicas por integrar, pero si se le da la oportunidad el vino muestra su perfil moderno y potente.
Bodega San Alejandro supone un tercio de la DO, dice su enólogo Juan Vicente, ya que apostaron por reconvertir la cooperativa de Miedes en una moderna bodega, en la cual entra la fruta de 900 ha y él pone todo el empeño en separar y separar distintas calidades para vinificar por separado, bien sea en depósitos aéreos y subterráneos, sin miedo a macerar esas garnachas puras que luego dan vinos que llegan a todas partes regalando el exotismo y el embrujo de su fruta golosa y esotérica. Fruto de los trabajos hecho con mimo y con amplitud de miras, se presentan varias colecciones. CLOS DE BALTASAR GRACIÁN “El Héroe” VIÑAS VIEJAS 2013 –como muestra de su gama principal- es un vino serio, moderno, poderoso en todos sus parámetros. Impone su graduación. 15 grados naturales; pero igualmente imponen sus prestaciones: profundo color, paleta aromática de gran intensidad con aromas de frutas silvestres que hablan de la variedad y su ecosistema; boca suculenta plena de sabores y acidez que compensa su carnosidad; el vino despliega un festín sápido y táctil que no te deja indiferente. Ahí se engarzan lo etéreo con lo suculento, lo sutil con sensual, lo equilibrado con lo persistente. Sin duda una garnacha que sobrepasa su nombre ¡Quién lo iba a decir en esas tierras tan recatadas!
En Mara, donde se respira la quietud de un lugar apartado, José Antonio Ibarra y su ferviente apuesta por la viticultura ecológica –desde esta vendimia, año cero de la certificación y de su apuesta por la biodinámica- con su trabajo comprometido ha cosechado 50.000kilos de uva, 800 de los cuales (uvas perfectas procedente de una ladera pizarrosa a 950 metros de altitud) los tiene en un depósito abierto que apenas está empezando a fermentar.
De ancestros riojanos, se especializó en la Universidad de La Rioja y en el año 2009 se puso por su cuenta; y continúa haciendo todo él solo. Su convencimiento en los beneficios de la biodinámica le hace tener los preparados 500 listos para utilizarlos en las viñas de modo que proporcionen equilibrio; además, en los depósitos de fermentación de acero inoxidable, un fino hilo de cobre alrededor protege al vino fermentando; incluso tiene las varillas de cobre que indican las líneas y cruces Hartmann, pues quiere tener en cuenta las fuerzas telúricas de la Tierra para que el vino refleje la verdadera naturaleza de su procedencia. Catamos uno de un depósito y el vino en rama, sorprendentemente, se muestra como un prodigio de expresión frutal, finura y carácter.
En fin, su primera añada SAMITIER GARNACHA 2009 presenta un granate abierto de color. Nariz un punto cerrada, de lenta fermentación; notas especiadas (pimienta negra) torrefactos, pimientos rojos asados, y fondo como de musgo u hongos. Poco a poco aparecen aromas sutiles de fruta fresca; frutillos rojos, flores de tierras altas. Luego se muestran cedro y atisbos de turrón de jijona. O sea, el vino tiene de todo: lo propio de la fruta, de la fermentación, y de vida microbiológica. En boca es donde se destapa el vino: suave en la entrada, dúctil y agradable en el paso de boca, fino y delineado en el tacto bucal y un posgusto marcado con sensaciones frutales puras. En verdad, todo un descubrimiento.