¿Qué es el talento? La inteligencia puesta en acción; José Antonio Marina dixit. De ello se cosecha a comportones en el vibrante momento por el que atraviesa la vitivinicultura en la DOC Rioja.
Se da la circunstancia de los problemas (heredados de malas prácticas pasadas y recientes) en el material vegetal de las cepas, pero eso no obsta para que –con entusiasmo y decisión- sigan dándose muy buenos, excitantes ejemplos de sabia joven que toma el relevo de las generaciones anteriores para producir vinos que realmente reflejan la riqueza de los territorios del vino de La Rioja.
Esta vez me quiero fijar en dos hacedores de estos impulsos: uno ya consagrado como es Carlos Sampedro, Bodegas Pujanza en Laguardia; y otro, Roberto Fernández, Bodega Gobel en Villalba de Rioja; quien, con mucha humildad y tiento, se está abriendo camino pues no en balde también dispone de una materia prima (léase uvas sabrosas de viñas espectaculares) A Carlos lo conozco desde que sacó su primer vino (Pujanza 1998) y a Roberto desde hace muy poco (su primera cosecha en el mercado es Ayázara 2010)
El caso de Carlos –con todo su carácter e ideas asentadas- es paradigma de lo que está aconteciendo en Rioja: se marcha fuera a fijarse qué hacen en otras latitudes vitícolas, recoge el testigo (y viñas) de su padre, elabora sus primeros vinos en condiciones solamente avaladas por la “pujanza” (como decía su madre) de las uvas y su entusiasmo. Ahora la bodega, de sus 21 parcelas solo elabora vinos de finca. Mimando el campo en sus viñas, más la pasión y un interés legítimo, Carlos va observando y parcelando tempranillos para comprobar cómo se expresan y dan vinos con personalidades diferentes: cada pago singular le “pide” que se etiquete distinto; de hecho, es significativo que en la etiqueta frontal no aparece la palabra RIOJA.
Él dice: “lo que diferencia a mis vinos no es tanto “rioja” como la del lugar cierto de procedencia de las uvas, su relación con el terreno de la finca”. Origen es el término a destacar dentro de una denominación de origen; y no los tiempos de crianza ni siquiera el tipo de roble. Las particularidades de la zona, del pueblo; ya que no hay nada en la DOC Rioja que tenga que amparar lo que están haciendo vitivinicultores como él para llenar las páginas de prensa (ver lo que dicen las guías nacionales e internacionales son los verdaderos argumentos). Carlos defiende Rioja, pero separando clases, calidades, especificidades; lo que importa es el artista/artesano y su vino; y tiene claro que a él le piden sus vinos más por la marca PUJANZA que por la de RIOJA.
De sus vinos estandarte Cisma y Pujanza norte, solo decir que son referencia mundial, sin exagerar; Hado es una delicia que satisface los gustos actuales de esas personas que llegan al vino de calidad. En detalle, Finca Valdepoleo 2012: bonito color rojo cereza de buena capa. Complejo en nariz con aromas expresivos que hablan de frutas rojas fresca; perfil atlántico; se perciben notas de lavanda y flores azules sobre un fondo umbrío de helechos; luego aparecen las especias –muy sutiles- que dan profundidad al ambiente aromático. La entrada en boca es enjundiosa: suavidad, sabores, tacto delicado, redondez con la fruta engarzada en roble apenas insinuado que acompaña un paso de boca ligero. El vino tiene carácter juvenil; dúctil y de trago fácil. Expresión pura de un paraje, de una finca. Ese es su gran valor.
PAISAJE CON VISTAS, MUCHAS UVAS Y POCOS VINOS
Villalba es un enclave singular, muy especial dentro de La DOC Rioja. Las uvas de los pagos de Villalba siempre se han cotizado muy bien en las bodegas de Haro. En Villalba se elaboraban vinos en cerca de veinte lagares familiares que sin ningún problema se vendían a las bodegas de Haro o incluso a otras más lejanas. Luego llegaron los adelantos tecnológicos y los cambios generacionales y, claro, como el trabajo en los lagares resultaba duro, los viticultores de entonces fueron optando por vender las uvas (a veces a precios ridículos) en vez de invertir en su pueblo y hacer bodega nueva para elaborar vinos modernos. Curiosamente nadie del pueblo se preocupó por el asunto. (Es cierto que en los años ochenta del pasado siglo se intentó constituir una cooperativa pero la iniciativa no prosperó)
Pero giran los tiempos y aparecen nuevas visiones, nuevas apuestas, nuevas decisiones. Así, Bodega Gobel con Roberto Fernández, joven enólogo del pueblo, licenciado por la Universidad de La Rioja, que ha mamado la viticultura desde niño, su pasión le ha llevado finalmente a elaborar vino junto a su tío Federico Fernández. Y este caso es igualmente sintomático de lo que está aconteciendo hoy en día en esta Rioja vitivinícola que va en pos de un futuro de esplendor: personas consecuentes con la herencia recibida, entusiasmo y respeto por lo que hacen, mucho sentido común y movimientos sosegados… y la decisión inequívoca de expresar el valor de viñas únicas de zonas singulares. Ellos empezaron con muy modestas aspiraciones (apenas unas barricas) con la añada 2010 para comprobar cómo los resultados van llegando. Pero aún así las pretensiones siguen siendo repartirse los trabajos del campo y bodega entre la familia; prefieren elaborar cinco mil botellas excepcionales que no diez mil si no están en ese nivel superior por el que transitan los grandes vinos que ahora mismo copan los primeros puestos de renombre en Rioja.
Villalba es un tesoro, aquí, al lado de todos sitios; pero es un pueblo sin descubrir que, por suerte, se ha quedado anclado en el tiempo. Sus calles empinadas y sus casas con sus rincones, y el edificio de la iglesia desde donde se divisa un paisaje sereno y hermoso… todo el paraje donde está asentado es un lujo, una verdadera reserva natural de la biosfera (yo cuando paseo por ahí, por las mañanas o al atardecer, me encuentro a los corzos que bajan del monte a ramonear por entre los viñedos; el otro día se me cruzó un zorro en la carretera… a las cuatro de la tarde)
Las cepas de tempranillo son muy influenciables por el entorno en que intentan medrar; tienen esa tendencia a absorber lo que tienen alrededor y, por supuesto, los suelos son fundamentales. En cuanto a estos, efectivamente, esa veta arcillo-calcárea tan peculiar y beneficiosa, que viene (más o menos discontinua) desde la Sonsierra, pasa a esta parte del río Ebro por los riscos de Bilibio y se explaya por Villalba, es la base edafológica que sustenta buena parte de la calidad (finura y elegancia) que se le presupone a los vinos de la rioja alta. Por eso el tempranillo es variedad indígena de La Rioja y encuentra en estos ecosistemas naturales su más sentida y delicada expresión. Y si no, ahí están esas cepas cepas viejas plantadas en vaso que desborran antes (de ahí su nombre tempranillo) y que tienden a madurar antes que otras variedades (y que los nuevos clones en espaldera) para optimizar las condiciones climáticas. Por eso hay que vinificar antes sus mostos tanto si hay lluvias como si el verano ha sido muy caluroso, como ha sucedido en 2015.
Roberto y su tío Federico cosechan sus mejores uvas de un minúsculo pago a los pies de San Felices. Están atentos -siguiendo el devenir de las vicisitudes climáticas- y actúan lo justo. Ellos prefieren trabajar con sus manos el deshojado en floración, entre la espergura y el desniete, para lograr racimos más pequeños con granos sueltos y aireados. Han probado a fermentar en barrica abierta de tamaño mayor, además de en pequeños depósitos separadamente las distintas parcelas seleccionadas. Además, añaden otro factor, genuino en su interés por lo autóctono: crían el vino en barricas difíciles de fabricar con nudoso y veteado roble riojano de Manzanares de Rioja.
Además de su blanco, el resultado de tanto esfuerzo y dedicación es AYÁZARA 2013 que presenta un atractivo color rojo cereza con ribetes púrpura; capa alta. Despliega aromas complejos en nariz que evocan, a la par, frutos de bosque en sazón y especiados de buen roble (pimienta rosa); apuntes balsámicos que invisten de profundidad el paisaje aromático, donde sobresalen también notas sutiles de flores azules; leves recuerdos lácteos, retamas aromáticas, musgo. El vino muestra un perfil juvenil, directo.
En boca es agradable en la entrada con fruta que envuelve el paso de boca engarzándose con texturas palatales y refrescante acidez. Bien armado, el vino se acopla a la boca y, si se le da la oportunidad, sí acaba caracterizando el vino auténtico de la rioja alta con sus prestaciones de fruta jugosa, tacto sedoso y esmerilado y una aparente predisposición para discurrir con estilo a través de los años, donde finalmente desembocará en el vino tipo de la zona, fino y clásico.
Vino sincero, sin concesiones a lo que no sea la pureza de su zona de origen y que se sobrepone al difícil carácter de la cosecha 2013; e igualmente anuncia otras más plenas y expresivas que hablarán del potencial cierto de las uvas que provienen de la riqueza ecodiversa de las laderas al sur de los Montes Obarenes.