Tomar vinos: disfrutar, tal vez soñar. Este aforismo puede ser cierto; como cierto es que el ejercicio de la cata del vino, además de ser un asunto personal, subjetivo, necesariamente requiere una práctica sistemática si lo que se pretende es adquirir destreza y/o desarrollarse profesionalmente en tareas de elaboración, prescripción y servicio de vinos.
Las personas más afortunadas (quienes han tenido la oportunidad de atender un curso de cata por mí impartido en exquisiterioja) ya tienen claves de la cata del vino; por consiguiente saben por qué les gusta un vino. Pero hoy quiero incidir –otra vez- en el aspecto más “intimo” de la apreciación sensorial del vino: su disfrute mientras se degusta.
Digamos primero que somos víctimas de nuestro propio subjetivismo atroz que atenaza y constriñe nuestras percepciones sensoriales. Vamos, que generalmente no les hacemos caso. Y así nos perdemos tanto…
Os propongo algo muy sencillo: a la hora de tomar un vino desconocido, coged la botella y reparad en el tacto del vidrio y en la temperatura, que ha de contrastar con la de vuestra mano; leed la etiqueta sin ideas preconcebidas. Servid el vino con alegría y volved al tiempo de la infancia, recordad aquellos aromas que primeramente impactaron; disfrutad los vivos destellos del vino en la copa.
En la fase olfativa incidir en que no se trata de buscar/nombrar el aroma escondido o manifiesto (como hacemos los sumilleres/enólogos enterados, con tanto marear el vino en la copa). De lo que se trata es de olisquear y dejarse seducir por el aroma predominante que lidere la familia o el acorde aromático dentro del vino. ¿Qué es lácteo puro que embriaga la memoria olfativa? Pues qué bien. ¿Qué es aroma de piñones que se manifiesta como si no hubiese un mañana? Pues fenómeno. ¿Qué sí, que huele a… eso, pero no se nos viene la palabra a la boca? Pues qué más da. Disfrutadlo, que si huele bien seguro que está rico.
Luego, en la boca, dejad que las sensaciones sápidas, táctiles y aromáticas inunden todo desplegando oleadas de placer, que puede ser de una intensidad mayor o menor pero que si se produce, es porque ese vino tiene sustancia. Por lo tanto a beberlo sin más y obviad –si es que las habéis leído- opiniones crípticas o literaturalizadas acerca del mismo. Hoy en día hay mucho cuento y estamos perdiendo lo esencial que es nosotros mismos y el momento que estamos disfrutando de ese vino en particular.