Fotos de www.exquisiterioja.com Todo artesanal, las botellas José Gil lacradas a mano.
El asunto es más elemental de lo que parece. En realidad, lo que estamos viviendo (y de lo que estamos disfrutando) en los últimos años en España y particularmente en Rioja es la eclosión silenciosa del noble arte de elaborar vino. Los actores son vitivinicultores de ambos sexos que deciden completar el ciclo productivo desde el suelo de las viñas hasta vender las botellas; y lo hacen todo personalmente.
Obviamente son producciones pequeñas, modestas pero ambiciosas; y los resultados están marcando la diferencia con respecto a las bodegas de grandes instalaciones. ¿Cómo? Con vinos únicos, exclusivos por escasos; vinos que expresan las características particulares tanto de la variedad adaptada a un ecosistema vitícola como las maneras en que entienden que han de extraer el carácter de sus uvas y transformarlo en vinos, cada cual primorosa constatación de la sin igual riqueza vitícola que atesora la península ibérica.
Aquí en Rioja los casos han ido surgiendo en los últimos veinte años, y sorprendentemente también desde 2008. Vamos a dar unas pinceladas introductorias de dos casos que ya son bellas realidades: Carlos Mazo y sus Vinos en Voz Baja, de Aldeanueva de Ebro y José Gil de San Vicente de la Sonsierra.
Sin dejar de trabajar en Olmaza, la bodega familiar, con su padre y su tío, en corto espacio de tiempo José Gil ya tiene vinos propios reconocidos en el mercado, Tim Atkins MW primero y ahora Luis Gutiérrez ha dado 96 puntos a La Cóncava en su lista Wine Advokate. Y es que San Vicente de la Sonsierra es una mina, siempre lo fue de viñas maravillosas, y al fin también de productores sensacionales, desde que Benjamín Romeo y Abel Mendoza mostraran el camino hace unos lustros.
José Gil aprendió el arte de hacer vino en su casa, lo perfeccionó en otros lugares y lo está desarrollando ahora en un proyecto propio junto a su también jovencísima esposa. De acuerdo con la filosofía de estos pequeños/grandes hacedores de vino que de hace unos años acá han surgido, la clave está en el origen, en las viñas. Toda la zona de la Sonsierra Occidental con su núcleo central, San Vicente, atesora unas condiciones poco menos que perfectas para que medren las cepas y luego den uvas de las cuales están saliendo unos puñados de los mejores vinos del mundo.
Foto. José Gil maneja el terreno
Estuve con José Gil a principios de año, me llevó a sus viñas y al calao en el cerro del castillo; todo envidiable; sin embargo él dice que lo que le gusta es su trabajo diario en las viñas y hacer sus vinos, con humildad, ilusión, ganas y honradez, y quiere seguir siendo “pequeño vigneron” y vivir y disfrutar con lo que hace.
A él le gusta el concepto borgoñón en su trabajo y me señaló la importancia que tiene conocer las características de las viñas (cómo influyen los seis riachuelos que pasan por el término municipal, la altitud de las viñas y donde y como están hincadas, los vientos que soplan, las horas de insolación, las lluvias y cómo afectan a distintas partes incluso en una misma viña… ) En la preciosa viña de la Cóncava me confesó que solo pretende que el vino exprese los factores únicos que solo pueden ser de tal paraje.
Además de todo esto, junto a su mujer, están también en la mejor disposición para recibir y mostrar a visitantes de todo el mundo interesados en conocer y disfrutar la experiencia impagable que es respirar el ambiente embrujado de toda la zona y extasiarse con la degustación de vinos sencillamente orlados con matices que los hacen únicos, mágicos y que transmutan en sensaciones carnales acompañados de un tentempié. Un lujo solo al alcance de personas inteligentes y sensibles.
HORIZONTES CÁLCICOS
Biólogo antes que enólogo, Carlos Mazo decidió en 2012 en su Aldeanueva natal coger el testigo (en forma de preciosas viñas) de sus padres y abuelos y ponerse (con la ayuda de su esposa) en el empeño de elaborar vinos llamados a trascender y superar el sanbenito de “rioja baja” y hete aquí cómo, semejante a Álvaro Palacios y otros, han puesto en el mapa Sierra Yerga como zona a tener en cuenta dentro del mar de la tranquilidad de viñedos de la Rioja Oriental.
Lo que se divisa desde Yerga son unas 8.000 ha de los 5 pueblos – Alfaro, Aldeanueva, Autol, Quel y Rincón de Soto- últimos en La Rioja, según el Ebro sigue su camino embebido ya de mediterráneo; y que se encuentran en un radio de unos 25 km. Desde las orillas del Ebro hacia el sur se suceden, en varios niveles de altura, diversos parajes cuyas características se ven constreñidas por la altitud con sus variables climáticas y el tipo de suelos; algunos de estos me los señala Carlos, a saber:
Foto. Diferentes sustratos en el terreno
-los arenales, donde la materia orgánica escasea en esos suelos arenosos, muy sueltos y nuevos;
– los llanos, de tierras sin pendiente lavadas por las erosiones de Yerga, con suelos arcillosos y profundos hasta llegar al suelo descompuesto. Ahí también dejan su impronta las yasas (amplios riachuelos casi siempre secos que bajan de la sierra) y los ríos Alhama y Cidacos que van hacia Alfaro y Calahorra respectivamente, arrastrando incluso bloques perfectamente pulidos por las corrientes;
-las planas, paraje con características especiales ya sobre los 400 metros de altitud, previo a las elevaciones de la sierra. Ahí los suelos (blancos, con porcentajes de carbonato carbonato cálcico de hasta el 40%) basados en horizontes cálcicos, son más lavados, menos fértiles, más interesantes.
Carlos, además de la virtud de la honradez, tiene ideas claras, muy precisas, y una hoja de ruta bien definida para poner en botellas con sus marcas diferenciadas buscando el estilo que acabe diferenciando lo genuino, la tipicidad, los matices de cada paraje; trabajando sus viñas de garnacha de más de 50 años, tempranillo y otros varietales y así produce vino de región, de municipio, de paraje y de parcela, buscando frescor con uvas tensas de las zonas ya mencionadas más otras procedentes de las faldas orientadas al suroeste de la sierra de los Agudos, con parajes de mayor calidad en plena sierra de Yerga, como el Cantarral, que para él son las más preciadas.
Foto. Carlos y sus garnacha y tempranillo en Noviembre
Por supuesto y por lo mismo, en su repertorio y para buscar definición, un estilo en la bodega, la forma de trabajar se base en dejar el raspón, no levaduras añadidas, no control de temperaturas en las fermentaciones, mezcla de sangrados con prensas de la misma partida, no clarificaciones, poco tiempo en roble y la licencia muy loable de madurar un tiempo uno de sus vinos en damajuanas de 54 litros: sensación de vivir.
Catamos los resultados de la presente cosecha 2020 en sus recipientes, en los cuales hay muy buena materia prima. Costumbres blanco: aromas de frutas blancas frescas y otros más complejos que empiezan a despuntar, ampuloso y graso en boca, pura coherencia entre la viña y la copa. Costumbres vino de región Butrago tinto terminando la fermentación: se percibe intensidad frutal contenida, sápido, sabroso y ya con ecos interesantes. Erosivo vino de parcela: mucha fruta madura, goloso y amplio en boca con notas tánicas, ya muestra finura y definición. Viña Cantarral vino de paraje fermentando aún: sobresalen aromas frutales entre los de fermentación, estrecho y delgado en boca. Outsider sin sulfuros y en damajuanas: una explosión de frutos maduros junto a notas de hollejos tersos y en boca un festín de sabores.
Esta es la primera añada en sus nuevas instalaciones aún sin terminar. Carlos no ambiciona crecer en producción pero sí en calidad mientras intenta pasárselo bien en el camino.
Foto. Degustación en el calao de San Vicente