Foto de portada Paisaje Vitícola en Tudelilla, Abril 2021, Alfredo Selas
Sorprendentemente, la extensa región vitivinícola de Rioja, en sus recientes o jóvenes viticultores y bodegueros, está experimentando una especie de auge que podría considerarse como un estado de anticipación juvenil. ¿Por qué? ¿Por que el futuro parece prometedor o tiene que ser prometedor? Tal vez ambos. Ocurre que nunca antes tantas sensaciones y sentimientos de orgullo y pertenencia son compartidos por tantos profesionales entregados que trabajan con amor y entusiasmo tanto en viñedos como en bodegas. Ello es así en todo el territorio que abarca la DOCa. Fijemos la mirada en la zona más oriental hasta Alfaro.
Desde la capital riojana, en su discurrir hacia el Mediterráneo que se hace sentir con aires templados, el Ebro nutre sus riberas -a su izquierda la navarra y en la derecha la riojana- con prósperos cultivos donde frutales y hortalizas reclaman su protagonismo con distintivos de calidad: pimientos del piquillo, espárragos, alcachofas, peras y otros.
En la ribera navarra son ocho los pueblos con las viñas dentro de la DOCa Rioja; ahí, como en la otra orilla del río, hay bodegas interesantes que incluso practican la vitivinicultura en clave ecológica, y las cooperativas siguen elaborando vino que principalmente venden a granel a otras bodegas de la DOCa. Los pequeños núcleos urbanos se extienden en territorios abiertos, de cielos altos. Abundan los cultivos frutícolas y de hortalizas cerca del Ebro, y de cereales y viñedos según se ondulan los terrenos hacia el norte. En la margen derecha, los pueblos riojanos son más pintorescos, la orografía juega a esconderse en planos inclinados, áridos y desnudos. En general, el paisaje es abierto, y el mar de viñedos es igualmente impresionante. Desde la Ermita de la Santa Cruz, en Andosilla, se pueden contemplar horizontes lejanos: la Sierra Cantabria a lo lejos, la Sierra Yerga enfrente, en el extremo la Demanda y ya muy al fondo se ve incluso el Moncayo.
En anteriores aportaciones de este blog hemos hablado de productores en la zona de Aldeanueva de Ebro. En esta ocasión mencionamos otros que, pongan o no en sus botellas sellos acreditativos de prácticas ecológicas, sí las cuidan y siguen. Bagordi, desde 1995 es una de las bodegas pioneras en Rioja en lo ecológico, sus viñas se encuentran en un un plano con cierta altitud que goza un mesoclima propicio donde medran las cepas de ciclo largo de graciano sintetizan acidez y aportan estructura tánica y alcohólica. Bagordi Graciano muestra jovialidad, honradez y ganas de gustar con sus aromas de fruta negra en compota seductora, notas especiadas intensas y un aporte de reciedumbre, frescura y sabores matizados que se estilizan gracias a su acidez. Los vinos de Bagordi, como los otros que menciono a continuación, son muy buenos ejemplos de los nuevos productores que en Rioja están cambiando paradigmas anquilosados, pues rezuman modernidad y buenas prácticas. Para conquistar – con su mínima intervención y amplia expresión- a entusiastas de vinos jugosos y fáciles de beber.
Nestares Eguizábal, bodega familiar en Galilea, reivindica que “otra Rioja existe” en sus viñas de tempanillo plantadas en un altiplano entre los valles de Ocón y del Jubera, adoptando prácticas ecológicas. Su vino A Veredas es suave, agradable, fresco; acariciante y delicado en el paso de boca, con textura y buen peso de fruta golosa. Posgusto seco, delineado y retronasal con cierta persistencia. Lo enjundioso de esta bodega es que su vino de largo recorrido Arzobispo Diego de Tejada, también mantiene el tipo después de muchos años en su estructura frutal y prestaciones complejas.
Un tercer ejemplo lo tenemos en el caso paradigmático de Tudelilla. Sabemos que históricamente es un municipio con muchos viticultores de garnachas, cuyas uvas las compran bodegas centenarias de Haro para nutrir sus vinos de largas crianzas. ¿Sabemos también que parajes y zonas del pueblo se encuentran a mayor altitud que otros de la zona de Haro? El paisaje agrícola y vitícola en las proximidades de la Sierra de La Hez ni siquiera en su climatología parece rioja oriental. Se te saltan las lágrimas de emoción ver esas viejas garnachas en La Pedriza, un paraje que es un auténtico pedregal; y sentir el factor altitud, en esos enclaves donde reinan almendros, carrascas y encinares; y corzos, tal cual sucede en las serranías de la meseta central. Si vas ahí un día nuboso de Abril, te encuentras con una visión inesperada de lo que es Rioja; la primavera destapa el paisaje que se muestra como una revelación: aves carroñeras, los corzos, vientos fríos… lo rústico engarzado con lo extremo. Y en ello, las cepas con sus tiernos brotes desafiando la intemperie.
Ortega Ezquerro es una bodega con solera del barrio de las bodegas de Tudelilla cuyas botellas ostentan ufanas la leyenda “vino de Tudelilla” en la etiqueta y el indicativo VM en la contraetiqueta; un excelente ejemplo de cómo los nuevos tiempos -en la persona de David Bastida- traen modernidad en las prácticas vitivinícolas, sabiendo conjugar prácticas culturales y comerciales encaminadas a optimizar variedad, factor suelo y altitud… y poner todo en una botella (como es el caso de su varietal Garnacha OE) que presenta una etiqueta original, atrevida y hasta cierto punto estilosa. Su contenido es un vino brillante, de capa media, con aromas frutales, golosos y ligeramente especiados; en boca es muy agradable, fino, fresco, sabroso, acariciante en su tacto bucal e invitante en sus prestaciones de fruta jugosa y taninos maduros. Viejas garnachas para tiempos rabiosamente modernos.
Además, la bodega recibe visitas de aquellas personas que quieran conocer Tudelilla y el legado histórico vinícola de la bodega en sus grandes tinas de madera y en su calao subterráneo excavado con arcos de ladrillo y piedras.