Desde el pasado 8.11.2011 y hasta el próximo 25.3.2012, quienes amamos las expresiones artísticas como forma genuina del ser humano de manifestar su genio creador, en España tenemos la oportunidad de contemplar una muestra del museo ruso de referencia en Madrid. De paso por la capital y ahora que -estando desempleado- no te cobran la entrada (aunque la cola de dos horas hay que hacerla) me he permitido admirar una serie de obras hermosísimas que te reconcilian con lo mejor de la persona creadora y su afán por transmitir los frutos de su trabajo abnegado y su concepción de la belleza plástica.
Y como yo todo lo veo desde claves de apreciación sensorial y referencias al vino, he aquí algunas consideraciones suscitadas al contemplar las obras de arte expuestas. Me sorprendió la cantidad de estas con referencias báquicas, viniendo de unas latitudes tan extrañas para la vid y el vino.
Fascinación es lo que produce contemplar Escena Pastoral, de Bucher, donde jóvenes amantes en un paisaje campestre, idílico, armonioso y con apetitosos racimos de uvas blancas y tintas, la chica casi púber sostiene un cáliz muy abierto con un vino que bien puede ser de licor o un claret por los destellos que reflejan la luz.
También impresiona El Almuerzo, cuadro de un Velázquez jovencísimo donde se puede apreciar una copa de vino que, por el color, te puedes hacer una idea del tipo de vino que se bebía en esa época.
Igualmente Bodegón con copas y frutas, de Kalf, del siglo XVII, maravilla por la precisión con que el artista ejecuta formas y colores de un membrillo y sobre todo de un limón partido, además de una copa de vino -de color impreciso- con fuste exageradamente grueso que abarca toda la mano.
¡Qué ironía la de Mitsu al retratar cómo curaban “el mal de amores” O la Magdalena Penitente, de Canova, en una suerte de aflicción no se sabe si por la muerte (representada por la calavera) o por la soga que ciñe su cintura!
En cuanto a las obras escultóricas, impone Primavera Eterna, de Rodin, obra dramática que representa quizá el sufrimiento eterno de los enamorados y que se plasma como juego de belleza plástica, pero esculpida en materia fría como es el mármol.
Y aterrador resulta El Beso de la Esfinge, 1895, de Franz Von Stuck, busto y cuerpo de león con la figura del joven abierto en jarras por el abrazo mortal.
Impresionante, realmente impresionante, el Centro de mesa francesa del siglo XVIII dedicado a Baco y donde destacan unas figuras increíblemente esbeltas danzando alegremente entre racimos. Así como los jarrones de jaspe, con motivos que te hacen pensar. Y, en fin, majestuosos los dos jarrones con forma de crátera gigante, esculpidos en melanita y bronce y cuyas asas están sostenidas por cuatro cabezas ornadas de hojas de vid con racimos de uva.
Vaya, todo un lujo esta exposición de la cual seguro cada uno podrá extraer lecturas.