Para solidarizarme con el momento presente que está atravesando la economía española (ya que nadie se solidariza conmigo en mi desgraciada circunstancia personal) y para luchar contra la caída del consumo, he decidido comprarme una sartén.
“Back to basics” es una frase que utilizan los británicos para nombrar la necesidad de volver a lo básico e imprescindible, al sentido común, cuando se ha tenido un período de excesos. O sea, que utilizar la sartén para cocinar de un modo sencillo productos igualmente básicos y del terreno (con las concesiones necesarias a lo saludable cocinando también al vapor) es lo máximo que permiten los tiempos que corren.
¿Y la bota de vino? Bueno, yo ya no bebo vino en bota desde que dejé atrás la rusticidad que niega la apreciación hedonista del vino. Pero por supuesto me gusta pegarle alguna andanada que otra si se tercia; y disfrutar de la filigrana del trago en equilibrio sin desperdiciar ni una gota ni mancharse. Y a fe que lo hago. Pero lo de la bota lo decía a propósito del último boletín del OEMV (Observatorio Español del Mercado del Vino) que dice que las exportaciones de vino español a granel (sobre todo del castellano-manchego, que supone un gran volumen dentro de ese 39% de granel que se vende) han descendido últimamente debido a la subida de precios, ya que los han subido las bodegas al haber agotado estas las existencias de las cosechas anteriores. Y, claro, los mercados del vino también sufren de volatilidades y hay que andar con cuidado o se pierden clientes.
Es por estas circunstancias tan perturbadas por lo que no se debe perder el norte. Que los productores actúen con sentido y los consumidores no olviden que también se puede beber de la bota. Y tirar de la sartén sin complejos. Yo, por necesidad y por si acaso, continúo estando a ras de suelo, e igual que cuando camino recibo información del suelo, cuando tomo un vino –elaborado en clave de calidad o no, a granel y en bota o en botella troncocónica- recibo información de otra manera del lugar de procedencia del mismo, de los terrenos y de los avatares acaecidos en la bodega. Y también de qué tiene que ver el precio que le han puesto respecto a su calidad objetiva.
Lo de la sartén y la bota, en fin, viene a propósito de la situación actual de crisis que se vive en España; crisis que obviamente incide en el mundo de la gastronomía (y por ende, del vino). Así, la llamada “alta cocina española” se está viendo duramente afectada al desinflarse la burbuja que sostenía quizá más humo que sustancia. Los profesionales avezados están sabiendo capear el temporal recurriendo a su astucia profesional y empresarial; y los que no, pues ya se sabe, tocan a rebato.
Y con los vinos ¿qué pasa? Bien, entiendo que disponen de otros márgenes de maniobra toda vez que, al no ser el vino un producto excesivamente perecedero ni necesitar su venta de catedrales con oficiantes investidos por la voluntad divina, pueden jugar a vender al quite ( a quienes les importa, esto ya lo saben muy bien). ¡Pero hombre, con los vinos a granel hay que jugar controlando la pelota!