Para un sumiller como yo, acostumbrado a gestionar una bodega de restaurante con más de 1.700 referencias y alrededor de 16.000 botellas de vino –entre ellas todas las grandes (perdón, caras) etiquetas del mundo mundial del vino: léase todos los burdeos, borgoñas, riojas, riberas, prioratos, toscanos, californianos, tokajis, jereces, oportos, vinos de hielo, etc y etc- encuentro una cierta candidez en la noticia conocida recientemente de que el Bulli sacará a subasta los restos de su bodega a través de Sotheby´s.
Vinos como Torres Mas La Plana, Únicos Vega Sicilia, Chat. Latour, etc., saldrán a subasta con el aura de que proceden del ya mítico restaurante catalán.
Pero, ¡ojo! No dejarán de ser los mismos vinos de las mismas añadas que manejamos los demás sumilleres en otros restaurantes. No veo por ningún lado el “encanto” pretendidamente añadido de tales botellas por el simple hecho de que hayan pasado por la bodega del exitoso restaurante que fuera referente mundial de la gastronomía.
Pero, claro, el tema no es ese. Más bien habrá que resaltar el valor –digamos sentimental o “histórico”- de ciertos nombres o etiquetas por el mero hecho de su procedencia para aquellas personas que puedan comprarlas y luego jactarse de ellas.
De ser así habrá que colegir que es necesariamente el mismo tipo de persona compradora o consumidora que compra no vinos, sino nombres y procedencias con tal o cual “pedigree”.
El mismo Ferrán Adriá , tras sus experiencias culinarias en lugares diversos del Planeta, ha dicho que no hay comidas raras sino más bien gentes raras. Y para mí, que me traigo entre manos esas botellas (que suponen solo trabajo) observo y disfruto cuando le vendo a un ruso, o chino, o coreano tal vino por el que se gasta una pasta gansa: lo hacen sin emoción ni gusto.
¡Cuándo nos vamos a querer enterar! No son las obras de arte. No es el dinero o la fama. No son los vinos maravillosos o no. Somos las personas. Las protagonistas son siempre las personas con sus veleidades y subjetivismos. Con su ignorancia o su cultura.
El vino es solamente (ni más ni menos) el perfecto acompañamiento que puede tornar algunos momentos en experiencias sublimes.