Saltó la noticia hace unos días: la IGP Vinos de la Tierra de Castilla desaparece, es derogada, se queda en nada.  O sea, que por una parte los consumidores  -españoles y extranjeros- no van a derramar lágrimas por ello, lágrimas que  -por otra parte – no sirven para nada, como dice el título en inglés de esta comunicación.  Porque lo que importa es el vino. Y su precio.

El coronel astronauta canadiense Chris Hadfield, en un vídeo muy visionado estos días en Internet, muestra cómo  –en situación de ingravidez- las lágrimas no caen de los ojos sino que se quedan formando un molesto charco en la cara, debajo del ojo. Vamos, que llorar así para qué.

Pues eso, que en Castilla-La Mancha, el mayor viñedo del mundo y con producciones de vino igualmente de consideración, sobre todo exportado, entre la DO La Mancha y las otras DD. OO, los Vinos de Pago, los vinos de tetrabrick y bag in box, los graneles y la IGP ahora derogada… pues no sé si el estado general es de ingravidez o desbarajuste administrativo, pero al menos las bodegas funcionan con parecido desparpajo al de las chilenas.  Y eso es bueno, porque lo que importa es vender. Y de alguna manera ciertas disposiciones administrativas no son más que molestos pegotes de agua – que no de vino-.

¿Qué el consumidor no avezado no termina de entender por qué unas bodegas no quieren poner vinos en el mercado con el nombre de La Mancha ni cómo es que en La Rioja no hay una sola DO Vino De Pago y en Castilla-La Mancha existen casi dos puñados?   Será cosa del Marketing o de vetustos corsés.  Yo al menos siempre digo que hay que catar el vino y decidir si se bebe o no y dejarse de tantas reglamentaciones y contraetiquetas.