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HACEDORES DE RIOJA III. ANA BLANCO. LA MUJER, LA FINCA Y EL VINO

Desde el punto de vista vitivinícola si el mejor modo de encarar y conquistar el futuro consiste, entre otras cosas, en tener una base sólida de firmes raíces arraigadas en el pasado, el enclave singular de la Finca El Ternero, en la vertiente sur de los Montes Obarenes (o lo que es lo mismo: en el límite de la zona de cultivo de la DOC Rioja) es probablemente un lugar más que idóneo para llevar a cabo tal desafío.

Granja-monasterio perteneciente al de Sta. María de Herrera, al otro lado de la cota sur del Obarén, fue también hospital de peregrinos del Camino de Santiago y, hasta la desamortización de Mendizábal, los monjes dominaban todas las tierras que puede alcanzar la vista. Como donde había monjes había vino, ya desde el siglo XIV hay datos que muestran la existencia de viñedos pues los diezmos se pagaban en especie: vino, aceite, harina, etc. Hacienda agrícola desde siempre, cuando finalmente con el cambio de siglo se hunden los tejados del monasterio, la propiedad decide dejar de vender la uva que se cosechaba y cerrar el ciclo productivo montando una bodega elaboradora y de crianza. ¿ Y quién mejor que una hija del lugar para realizar, ya en pleno siglo XXI, el milagro de transformar en vino la fruta preciosa que se vendimia en ese enclave privilegiado?

LA MUJER

Ana Blanco fue bautizada hace ya varios lustros en la capilla ahora recién restaurada. En aquellos años había unas cuantas familias viviendo en la finca. Niñez de aires limpios y cielos azules, animales de granja, frutos de la tierra y, claro, la vid y el vino marcando los trabajos y las estaciones. En cuanto tiene edad estudia Técnico Especialista en Viticultura y Enología. Mujer y joven, no lo tenía fácil Ana; sin embargo se le ofrece la oportunidad junto a Carlos, Ingeniero Agrónomo especialista en viticultura, su marido, su compañero, su alter ego; y vuelve al Ternero con él en el campo y ella en la bodega; y se hacen cargo de reconstruir todo y de dar forma y sentido no sólo a un proyecto de viticultura y enología sino a un proyecto de vida.

Deudora del maestro Pepe Hidalgo, se marca como meta hacer un vino que le guste a ella y que guste a más gente. Y no puede por menos que alucinar cuando, tras la primera añada que saca al mercado, a su Picea 650 2003, le dan un Bacchus de Oro. Sucesivas añadas del mismo vino siguen cosechando premios, el último Mujer y Vino. Ella dice saber qué es lo que quiere y hasta dónde puede llegar. Elabora sus vinos sin pensar en la crítica especializada; no se siente forzada por nadie ni por nada. Sabe que está todavía en los prolegómenos de lo que pueden dar de sí los viñedos de la finca, pero en cualquier caso la idea es crecer hasta el límite en que personalmente pueda seguir controlando todos los procesos como hasta ahora; y disfrutar haciendo vinos que, en esencia, son vinos de terruño, naturales, prototipo del carácter atlántico que define a la rioja alta, vinos como los de antes hechos con uvas como las de antes.

La sencillez y los pies sobre la tierra son sus armas que no utiliza, solo muestra de soslayo. Se arroga apenas un veinte por ciento del éxito de sus vinos (el resto es mérito de la finca) cuando la dedicación es del cien por cien de su tiempo. Y la filosofía que preside su actuación en bodega es no meter demasiado mano a los vinos. Ni utilización de productos maquilladores, ni clarificaciones forzadas, ni abuso del roble. Posibilitar que los vinos muestren su potencial tanto expresivo como de vida.

LA FINCA Y EL VINO

Mientras damos una vuelta por la finca, a los pies de la impresionante mole pétrea de la peña Germes, Ana y Carlos me explican en qué consiste la misma. Además de los viñedos, dibujados en distintas parcelas con altitudes, suelos, edades y exposiciones diferentes, se ven por doquier retazos de monte virgen con la presencia gratificante, evocadora de encinares y carrascales junto a las hermosísimas siluetas estilizadas de los pinsapos (de donde el Picea toma su nombre). Grandes espacios donde se siembra cereal; y recientemente, en un proyecto con la universidad de La Rioja, se han plantado dos hectáreas de olivar en secano con las variedades arbequina y algo de arbosana. Almendros y nogales también regalan sus frutos otoñales y pronto se va a dar otra vuelta de tuerca a las posibilidades del enclave pues, además de su riqueza cinegética, se van a plantar encinas para trufa, como ya se dan en otros lugares de La Rioja, en Soto de Cameros. Nos acercamos al paraje de Sel de Su Merced (que da nombre al vino de reserva en formato magnum) una fuente abrevadero con un paseo flanqueado por vetustos nogales, en medio de un ambiente bucólico, mientras vemos al fondo tres corzos felizmente pastando en los rastrojos.

Se acerca la puesta de sol y, como casi cada tarde, se levanta un viento que enfila toda la ladera del Obarén y que te recuerda que estás en plena naturaleza. Aquí las leyes las dictan el agua, el suelo, el viento, el sol. Y desde muchísimo tiempo atrás resulta que se dan plantas como la vid que son capaces de medrar y dar frutos dulcísimos con una acidez subyugante y una mineralidad que luego baila en la boca.

Bien podría suceder que Carlos tenga en sus manos el prototipo ideal de finca para que Ana elabore el prototipo auténtico de Vino de Pago. De la rioja alta. Efectivamente, gestionando con sentido y entusiasmo todas estas realidades: parcelas digitalizadas para controlar la cantidad de uva y su calidad e ir por delante en los acontecimientos climatológicos; prácticas culturales de producción integrada con dosis mínimas, para luchar contra el oidio, de productos de cuarta generación (que no dejan residuos en los vinos); y elaboraciones sensatas donde se busca la selección de uvas que mejor expresen el sentir del lugar y de su hacedora… lo previsible y lógico es alumbrar ese vino que, de una vez por todas, nos embauque los sentidos con ese espíritu pionero propio de las cosas que suceden en el límite. Autenticidad. Finura. Carácter. Viveza. Y un recuerdo endeleble.

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Claves de vinos y apreciación sensorial

Sobre el autor

Sólida formación como docente en Cursos de Análisis Sensorial de vinos y otros productos agroalimentarios; dilatada experiencia en servicios de alta gastronomía; disfruta transmitiendo su pasión por el mundo del vino y su cultura. Desde 2001 colabora en ayudar a descubrir lo fascinante del uso de los sentidos para gozar plenamente del los vinos y gastronomía en La Rioja. Director de www.exquisiterioja.com


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