Decidida y desgraciadamente la especie humana -tal y como nos encontramos a día de hoy- camina hacia la robotización integral.
Leo la noticia de que en el Reino Unido ya se ha instaurado, para la venta en los alimentos procesados, un etiquetado con una especie de semáforo que informa de su idoneidad para la salud (rojo para ingredientes o productos no aconsejados, ámbar para tomarlos con permisibilidad, y verde para los exentos de peligro) o sea, la famosa pirámide alimentaria pero formulada explicitamente en cada producto para aviso de los consumidores más tontos.
Superados ya los intereses primigenios comunes a todos los seres vivos: alimentarse para mantener la vida y reproducirse para pasar el testigo biológico, ahora el problema con el que tenemos que lidiar parece ser cómo evitar la obesidad y sus consecuencias. Desde que cambió el patrón de la alimentación natural en las sociedades modernas industrializadas, propiciado por el ataque masivo y letal de las industrias alimentarias – estadounidenses primero y globales después- las cosas han tomado un cariz preocupante. Ya va a resultar que ni la dieta mediterránea (¡ay, el aceite de oliva virgen extra y el vino de calidad!) es la panacea de la salud. El siguiente paso, claro, será anunciarnos que lo más conveniente será tomar papillas probióticas o cápsulas con quizá estimulantes aromas y sabores para completar la jugada y el negocio.
Todo ello antes que tener en cuenta cuales son las premisas de una dieta sana y equilibrada que -¡ojo al dato!- es tan importante como llevar una vida emocionalmente equilibrada. Visto lo visto, con las tropas de higienistas e integristas de la salud atacando por babor y por estribor… llegado podría ser el día en que una botella de vino de rioja resulte tan estrambótica como lo es hoy una de absenta.
Es que nos están tratando como bestias estúpidas. ¿Por qué no se instaura una asignatura desde la educación infantil para aprender a alimentarse con criterio? ¿Por qué no se jercita igualmente en las escuelas la sensibilidad a través de la enseñanza de las habilidades de la apreciación sensorial y la cata de alimentos y bebidas? Pero, ya se sabe, el asunto es así de pernicioso y cruel: primero se crea (por intereses espurios) el demonio del enemigo y luego se forman los ejércitos para combatirlo. Y siempre la gente de a pie, de paganos.