Voy a revisar mis conceptos, deshacerme de papeles escritos y reestructurar mis modelos mentales para no volver a decir más que hay vinos con perfiles femeninos o vinos con carácter masculino.
Se ha publicado en PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America) un interesante estudio multidisciplinar para ver si hay pruebas del manido tópico de la existencia del cerebro femenino en contraposición a uno masculino… y me temo que va a ser que no. De los muchísimos cerebros de ambos sexos observados, en ninguna región cerebral se han encontrado diferencias anatómicas que justifiquen el entresijo sexista. Ni en el grosor de la corteza cerebral; ni el tamaño de la amígdala; ni en las conexiones neuronales. Como tampoco (eso ya lo sabíamos) en la socorrida predominancia de un hemisferio u otro del cerebro cuando, en realidad, en ambos lo que se da es una superposición o repetición: el mismo cerebro repetido en dos partes, por si acaso.
O sea, que adiós a los desvaríos sexistas; adiós a las diferentes conformaciones cerebrales por razón del sexo de las personas y, por tanto, ¡bienvenidos al sano disfrute sensorial de vinos hermafroditas! Para todos y todas. Vinos que (por mucho que se empeñe algún que otro departamento comercial) ni por ser blancos, ni espumosos, ni “brosé”, ni dulces, ni moscatos, etc., son producidos para tal o cual espectro de condumidores/as. Claro, una cosa son cuestionarios con preguntas sesgadas (para hombres o mujeres) que buscan la respuesta que se quiere, y otra, observaciones directas de cerebros y sus diferencias anatómicas. Que no existen.
Lo que sí hay, y mucho, son costumbres sociales; o estereotipos mentales genéricos; o intereses bastardos; o el impacto de la teoría de los memes del etólogo Richard Dawkins. Por eso, ya tampoco diré que las mujeres son mejores catadoras que los hombres, Y sí que la manifiesta superioridad del olfato femenino radica -en parte- cuando la mujer posee una mayor fluidez verbal, y por otra parte debido al hecho de prestar más atención a los olores y a estar más en relación con ellos. O en todo caso que se pueda dar una relación entre las hormonas y los ciclos menstruales. Y, claro, tampoco osaré hablar de que las ventosidades –que dan ácido sulfhídrico y mercaptano de metilo- las de las mujeres son más apestosas. O que una mujer -por el simple hecho de serlo- beba menos que un hombre.
Cultura, sensibilidad, equilibrio, salud, ganas de tener un sano disfrute y de vivir en armonía con la naturaleza y el medio ambiente. O sea, todo eso que los vinos de calidad (de cualquier tipo) nos procuran tanto a mujeres como a hombres.