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(TAMBIÉN CON VINOS) ¡FELIZ NOCHEVIEJA Y SANO AÑO NUEVO!

Los seres humanos somos por naturaleza omnívoros, por lo tanto somos capaces de ingerir prácticamente cualquier sustancia sólida o brebaje con tal de que nos nutra o no sea tóxico. Luego por otra parte, como consumidores, estamos deficientemente capacitados para entender y utilizar nuestros sentidos; y mucho menos todavía manejar la terminología correspondiente a la apreciación sensorial como valor irrenunciable de calidad y sentido de vida.

Sobre todo consumimos por pura necesidad biológica en primera instancia, aunque de inmediato surge esa irrefrenable predisposición por gustar esto o rechazar aquello. Tendremos que pensar qué hay de innato o de adquirido en ello. Si en los inicios de nuestras vidas nos acostumbramos a ingerir casi todo lo que nos dan, con los años vamos desarrollando una suerte de neofobia, o rechazo a desconocidos productos de alimentación y bebidas, por causas bien sea genéticas o de temor o disgusto según los condicionamientos sociales. Si no hay motivación y firmeza parental, ya desde la más tierna infancia se fraguan individuos que rechazan este alimento o esa bebida sin ninguna razón lógica.  Ahí, las conductas ejemplares dentro de la familia, junto a los factores sociales inducidos, suelen modificar y encauzar preferencias por bebidas y alimentos, generalmente dentro de los usos y costumbres propios de la cultura social del grupo al que pertenecemos.

En este punto hay que comentar el éxito de los refrescos de cola y las otras bebidas gasificadas, o mejor, de su mercadotecnia: ya desde  niños se induce a beberlos por padres a su vez habituados por una machacona publicidad. El encanto de lo dulce y el engaño del carbónico añadido hacen el resto. Cuando los niños se hacen mayores, suele costar que maduren igualmente sus apetencias naturales por paladear productos nuevos con sabores distintos más intensos o complejos (excepción hecha del tabaco y del alcohol de alta graduación, en los que se inician por su componente transgresor). ¿Y el vino? ¿Es sólo para personas “formadas”?

VINO Y JUVENTUD

De siempre me he preguntado el por qué de esa falta de apetencia –cuando no desapego- ante los vinos por parte de cierta juventud que, luego, sí consume otras bebidas alcohólicas. ¿Será por esa inercia secular que relaciona vino con borrachines? ¿O quizá por todo lo contrario, cuando hoy en día se mira al vino como algo que consume gente elitista? Probablemente sea también un asunto de contestación generacional: no bebe lo mismo el hijo joven que el padre. En cualquier caso no deja de ser paradigmático que en nuestro país, productor histórico de verdaderas maravillas enológicas, y en La Rioja, donde el vino está claramente asociado a nuestra vida y costumbres, su consumo en general y por parte de los jóvenes en particular, esté bajando. Parece ser que a las nuevas generaciones  el común denominador en que ha quedado reducido sus gustos está causando estragos. (Aún con todo, se ve a chicas mayores de edad y mujeres jóvenes intentando estar “a la altura” al pedir copas de blanco semidulce ya que no se atreven con las impresiones palatales de los tintos)

Sigo diciendo que una pedagogía casual, divertida y constante resulta positiva. ¿Para cuándo enseñar ya desde la escuela la metodología de la apreciación sensorial? ¿Y la adecuación del consumo de vinos más allá de las celebraciones o los momentos festivos o especiales? ¿Por qué no aprovechar la sinergia de nuestra riqueza gastronómica de un modo fácil y evidente, en vez de endilgar la parafernalia de los maridajes que confunden al personal?

Lo que sucede es que en este país tan garantista y donde lo políticamente correcto es un virus que se ha instalado en las mentes deslavazadas por titulares de televisiones que no hacen otra cosa que apacentar rebaños, el consumo de vino no es fomentado dentro de esos hábitos alimenticios saludables (pero luego sí -¡ay, fariseos!- se facilitan lugares públicos para esos botellones que otra vez sirven para mantener a las nuevas hordas de consumidores/as amaestradas y sumisas).

Defender el valor de lo que se da en nuestras tierras como signos de identidad nacional; y no estoy hablando solamente del vino. Pero en cuanto a este, sí, que se conozcan desde la escuela sus valores culturales dentro de talleres de apreciación sensorial; y luego después, a partir de los veinte años, asimilar su disfrute dentro de prácticas saludables de alimentación, ocio y relaciones sociales. No voy a delinear aquí cuales deberían ser las estrategias para actuar en este sentido, pero baste de entrada sugerir dos cosas: aquellos comerciales de bodegas que quieran ganarse el futuro deben ganarse a su vez al público femenino joven pues ellas son las que van a mandar (están mandando ya) en gustos, tendencias (y en el control del varón)  Y por otra parte, con las nuevas técnicas elaboradoras, se están sacando vinos al mercado con unas posibilidades inmensas de atraer a los jóvenes consumidores, desde un espumoso natural de moscatel de baja graduación a un gran reserva de Rioja o de Valdepeñas suave y pulidito (y que no cuesta más que una botella de ginebra) pasando por esos tintos modernos con explosiones frutales que embelesan los sentidos. Amén. ¡Que así sea! FELIZ NOCHEVIEJA Y SANO AÑO NUEVO

 

 

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Claves de vinos y apreciación sensorial

Sobre el autor

Sólida formación como docente en Cursos de Análisis Sensorial de vinos y otros productos agroalimentarios; dilatada experiencia en servicios de alta gastronomía; disfruta transmitiendo su pasión por el mundo del vino y su cultura. Desde 2001 colabora en ayudar a descubrir lo fascinante del uso de los sentidos para gozar plenamente del los vinos y gastronomía en La Rioja. Director de www.exquisiterioja.com


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