Mucho tiempo después, el sumiller que escribe este blog, está realizando su primer viaje a América. Para exorcizar posibles clichés mentales. Para superar circunstancias personales. Para disfrutar experiencias sensoriales. También para dar unos cuantas catas de vinos.
Desde que en 1495 (según se ha documentado recientemente) hacia América salieran las primeras 420 arrobas de “vino mosto” procedentes del pueblo onubense Villalba del Arcor… muchos intercambios vitivinícolas han ocurrido entre Europa y América. ¿Cómo sería aquel primer vino que legó al nuevo continente desde el puerto de Sevilla? Casi es fácil saberlo: probablemente vino blanco de un cierto grado alcohólico (¿y puede también que encabezado con alcohol?)
Quien esto escribe se ha concedido la oportunidad de contribuir en ese intercambio impartiendo catas de vino en Nueva York y en Texas; no más que para abrir ventanas –riojanas y españolas- a las personas que en Norteamérica gustan del vino y su cultura relacionada; además de cómo forma de colaboración para que adquieran claves y estrategias de apreciación sensorial del vino.
¿Cómo resultan están resultando estas experiencias? Muy gratificantes en verdad. Entiendo que es un éxito personal, una forma de “agarrar al toro por los cuernos” (al de Wall Street, me refiero) Llegar a la increíble metrópoli neoyorkina y directamente dar catas de vinos riojanos y españoles -con tapas españolas además- en Broadway Av. y Park Av. para jóvenes empresas del mundo de la comunicación, el marketing e internet… pues congratula y me produce satisfacción poder presentar, dar a conocer aquí en estas tierras americanas nuestros vinos.
¿Y qué hay de la presencia de vinos de Rioja en Nueva York, sobre todo en relación a homólogos suyos franceses e italianos? Uno huye por naturaleza del chauvinismo (los tres países producen muchos y muy buenos vinos) pero -comparando precios y calidades- España ofrece mucho, mucho más; sin embargo la cosa es frustrante. Los vinos riojanos y españoles en general se encuentran muy relegados en una tercera posición apenas presencial en cartas de vinos de restaurantes y en vinotecas.
Lo siento de verdad por las bodegas españolas: los vinos que presento dejan a las personas de acá fascinadas por los atributos organolépticos, la calidad global final y el placer que les produce degustarlos. Luego –como digo- vas a restaurantes, vinotecas y supermercados y se encuentran unos pocos vinos ibéricos que apenas representan toda la riqueza y variedad de vinos que disfrutamos en España. Eso sí, acabo de leer que el Consejo Regulador de la DOC Rioja aprueba otro presupuesto millonario en euros para invertir en promoción de los vinos riojanos en EE. UU. Alguien se gastará ese dinero, sin duda; la pregunta es en qué. A ver cuándo se deciden -con criterio, sentido común y éxitos ciertos- a agarrar al toro (del poderoso mercado americano) por los cuernos. Por lo menos para que a los americanos que gustan de sensaciones auténticas en vinos puedan comprarlos fácilmente.