De alguna manera continuación a un artículo que escribí en 2007 y que se publicó en la revista oficial de la UAES (Unión de Asociaciones Españolas de Sumilleres), y también de otro más reciente publicado en la revista especializada Vinotecq (nº 45), me gustaría ahora llegar un poco más al fondo de algunos temas tratados entonces y que ¡mira por donde! se pusieron de manifiesto en el macroevento WineFutureRioja 09 celebrado en Logroño el pasado Noviembre con la participación de la flor y nata de los gurús mundiales del vino con el amigo americano (Mr. Parker) a la cabeza. Eso por una parte, y ahora con la serie que se estrenó anoche en TVE y que versará (es un decir, pues la cosa va de crímenes, celos y malos rollos en general) sobre el vino y La Rioja, pues se va a poner más de manifiesto aún hasta qué punto el imperio de la palabra escrita prevalece o realmente es el de la imagen el que manda. (En el mundo del vino debería ser el imperio de los sentidos, pero yo creo que la palabra escrita seguirá teniendo peso)
Tanta parafernalia para llegar a esto. Y esto es lo que yo, desde mi modesta experiencia, ya sabía desde hace bastante tiempo. O sea, que no hay nada nuevo bajo el sol; que es realmente difícil a estas alturas ser original. Vamos, que llega el Sr. Parker a dar una cata “magistral” de garnachas del mundo junto a dos riojas… y viene a hacer más o menos lo que hago yo: pasar de soslayo por la fase visual (efectivamente); efectuar un par de olfacciones al vino para comprobar lo evidente del mismo, y un ligero trago (quizá más efímero que los míos) para ratificar. Sin aspavientos; sin tonterías; añadiendo algo de información aledaña sobre los vinos para quedar bien, como es natural. Pero eso sí, sin puntuar de 80 a 100 en este caso. Y cobrando un pastón por el show, claro.
Los puntos y los premios en los vinos. Asunto cruel para la bodega que envía muestras y no sé qué más y no consigue ninguno; y maná bendito para aquella laureada con noventa plus puntos Parker. ¿Realmente el amigo americano tiene una portentosa capacidad analítica sensorial? Me temo que va ser que no. Ya sabemos los que estamos en la docencia del análisis sensorial que es sobre todo cuestión de práctica y familiarización. ¿Dónde reside entonces ese poder omnímodo que ejercen las guías de vinos y los prescriptores afamados como R. Parker o J. Robinson? Pues en la palabra escrita. (Y si es en inglés de Estados Unidos, mejor) Publicar una guía o una revista y que la lean personas de toda clase y condición que gustan de los vinos, ya se sabe: eso va a misa. Pero ahora de verdad ¿se pueden calificar los vinos con puntos para determinar su calidad o valor? ¿No quedamos en que todo lo relativo a la apreciación sensorial –que es todo lo que somos las personas- tiene un fortísimo componente subjetivo? Pero, claro, es el poder de la palabra escrita. Y si no que se lo pregunten a quienes llevan siglos reeditando la Biblia y el Corán.
EXPERTOS DEL VINO: PUNTOS, PREMIOS Y LOTERÍA
En un reciente artículo, muy esclarecedor, de Leonard Mlodinow publicado en The Wall Street Journal (20/11/2009) con el título “A Hint of Hype, A Taste of Illusion” se viene a denunciar la parafernalia y el grado de juicio subjetivo e indiscriminado que rodea a la calificación de los vinos por los expertos de guías o de revistas prescriptoras o por jurados en los concursos de vinos. (Yo mismo en alguna ocasión he sido jurado de concursos de vinos y puedo dar fe de que efectivamente la cata y juicio con puntuación de un vino es asunto cuando menos peliagudo).
Se ha demostrado en diversos estudios llevados a cabo que los “expertos” en paneles de cata, o jurados de concursos de vinos, puntúan los vinos que catan o juzgan de modos, si no arbitrarios o subjetivos, en cualquier caso sujetos a no pocas variables toda vez que se constató que un mismo vino, puesto en distintas tandas, en cada caso le fue asignada una puntuación diferente. Más todavía, ha sido probado que un mismo vino enviado a concursos distintos, en uno le dieron medalla de oro y en los otros el vino fue rechazado. O más todavía, se ha demostrado que la posibilidad de que tu vino consiga una medalla tiene parecidas probabilidades que en el juego de la lotería. Y más aún: que un mismo catador (inclusive el propio Parker) puede en distintas ocasiones puntuar un mismo vino con una desviación de 2-3 puntos.
Resumiendo, nada nuevo bajo el sol. Todo resulta (como no podía ser de otro modo) absolutamente normal y predecible. Y además queda convenientemente fijado por medio de la palabra escrita.