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LA NOVIA, SU AMANTE, UNA CASA EN LAS AFUERAS Y EL CARTERO QUE NO LLAMABA. LAS RAZONES

El concepto de Denominación de Origen (D.O.) como sistema que define y ampara un producto agroalimentario, producido y elaborado en una zona geográfica delimitada, es perfectamente válido en tanto en cuanto se refiere a un espacio físico particular y a unos usos humanos con vínculos históricos, asimismo propios de ese lugar.

Ahora bien, cuando la D.O. que recoge y regula esas peculiaridades y trabajos es un nombre propio pero común de marca comercial; o un paraguas protector muy difuminado al permitir que a su abrigo medren productos muy dispares entre si; o más aún que ese nombre en realidad provenga de un territorio delimitado históricamente que no es por tanto el nombre autóctono de todas y cada una de las comarcas de la zona en cuestión…….. habrá que preguntarse ¿es lícito o auténtico sobrellevar un nombre que en realidad pertenece a otra demarcación?

En este mundo cambiante que tan repentinamente se nos ha echado encima cuyas sociedades –o ciertos grupos dentro de ellas- cuestionan o revisan todos y cada uno de los conceptos que hasta ayer mismo vertebraban hechos culturales, relaciones, negocios, etc., no se sabe muy bien con qué intereses particulares, considerando la aldea global en que vivimos, sí puede tener sentido estudiar la conveniencia de rediseñar todo el entramado de un sector: estructuras productivas, catalogación de sus distintas potencialidades, políticas comerciales, asunción de un nombre con imbricaciones comunes que aglutine la singularidad de un espacio geográfico que, por definición, ofrece algo distinto a lo que se da alrededor. Si a esto se añade que lo que se pretende es optimizar los recursos que ya están en el terreno, propiciar un mayor alcance en la oferta de un producto ligado a una especificidad propia, a la vez que se “vende” también el espacio físico y cultural que hay detrás de ese producto y siempre con el horizonte de una clara apuesta por la calidad……….. no deberían encontrar oposición tales planteamientos.

RAZONES DE FONDO

Partimos de una premisa tan cierta como no cuestionada hasta ahora; en lo que a vinos se refiere y exceptuando algunos casos (el Marco de Jerez , por ejemplo) en España el concepto de Denominación de Origen es un ente administrativo, político, juntero, comercial, etc. Cualquier cosa. Cuando en realidad debería ser un “Consejo Regulador” circunscrito a una determinada zona que por sus características diferenciales basadas en prácticas con raíces históricas fijadas al medio, o por la clasificación de sus suelos, o por la variedad autóctona empleada, o por el método vitivinicultor empleado, o por cualquier otro rasgo que luego se manifiesta en un producto final diferenciado y singular, se cuida de regular, unificar criterios, defender y potenciar los productos de la zona en cuestión que le compete.

Eso por una parte. Luego está la consideración que debería hacerse cuando uno se pregunta cómo en Francia, en Italia, en zonas con un número de hectáreas similar al de La Rioja coexisten ¡¡¡ Treinta o cuarenta denominaciones de origen!!! Y parece que de siempre les ha ido muy bien.

La Rioja es un espacio poliédrico donde caben muchas riojas. La Rioja tiene un “Tempo” secularmente ralentizado por mentalidades estancadas o que en cualquier caso cada cual administra ¿según su libre albedrío? Bien es cierto que desgraciadamente en La Rioja nadie (excepto algún caso especial y por iniciativa privada) supo coger el tren de la modernidad –como sí hicieron en Oporto o Burdeos en el siglo XVIII al adoptar parámetros estrictos para controlar la producción, catalogar y parcelar los suelos con los vidueños más apropiados, y buscar una calidad elitista y sostenida a través del tiempo- cuando en realidad la potencialidad para producir vinos maravillosos en La Rioja no tiene nada que envidiar a esas u otras zonas vinícolas.

En La Rioja finalmente hoy en día conviven sensibilidades, conceptos varios, estructuras mentales que luego se manifiestan de forma gloriosa en vinos que no dejan de sorprender. No en vano durante largos decenios la D.O.C. Rioja ha sido el oasis, el espejo, la locomotora del sector vinícola español. Y ahora, además, es la referencia con unos vinos espectaculares que van a ser la génesis de reestructuraciones que el futuro necesariamente nos traerá. Así y con todo, o quizá por ello mismo, quizá alguien al enfrentarse a una botella de uno de esos vinos que no siguen los clásicos dictados puede preguntarse ¿es esto un rioja? Claro, por supuesto que sí. A la postre no hacen sino expresar la autenticidad del terreno del que provienen (aunque vengan arropados por el maquillaje del roble, común a todas las zonas).

Pero a lo que estamos. Sin entrar demasiado a fondo en el estudio del origen del término Rioja, sí es cierto que este se circunscribe a una comarca muy delimitada vertebrada por el Río Oja-Tirón y con la raíz primigenia del monasterio de Suso, luego Nájera y finalmente Haro. Que se extendiera ese condominio, vinculado a los usos comunes en los trabajos de los viñedos y los vinos es lo normal, o más propiamente dicho, se dio un préstamo recíproco entre el nombre de la zona de la que hablamos, más sur occidental, y los usos agrícolas de la plantación de viñedos en las riberas del Ebro, que debió ser anterior. Con el paso del tiempo este se generaliza hasta el punto que cuando en 1735 se funda la Real Junta Económica de la Rioja Castellana, o cuando en 1820 se crea en Fuenmayor la Unión de Cosecheros de La Rioja se adhieren municipios no sólo de la margen izquierda del Rio Ebro, de la Sonsierra alavesa, sino inclusive de otros allende los Montes Obarenes (Miranda de Ebro), y los viñedos se extendían hasta Belorado.

Si las mentes de quienes alumbraron la denominación de origen suprazonal que hoy es la Rioja ya eran bastante obtusas, a quien se le ocurrió lo de “Rioja Alavesa” podríamos decir que no fue tampoco precisamente un lumbreras. Atrevimiento por ignorancia supina, café para todos; desidia mental; falta de sentido común… son algunos de los términos que se pueden endosar a quienes compactaron los estatutos de la D.O.

Después, es decir, hoy en día, se puede entender que nadie quiera mover nada. Tanto antes como ahora por estas latitudes lleva tiempo modificar posturas mentales. Esa desconfianza hacia lo nuevo; o hacia lo que suponga efectuar un movimiento distinto al del año anterior; o un quite mental; o simplemente dejarse seducir por una idea novedosa es propia por estos pagos; y siempre ha habido una cierta reluctancia al progreso. Y así nos fue. Hasta que llegó la filoxera y los franceses detrás.

Olvidados quedan los tiempos en que la Diputación de Álava convocara un concurso de ideas con el fin de lograr una mejora en las técnicas de unificación para que los vinos de la Sonsierra alavesa fueran más amables de beber, duraran más allá del consabido año, y sobre todo pudieran soportar las vicisitudes y el tiempo de transporte. Incluso el ingeniero vitoriano Echanove proyectó comunicar, por medio de canales, el río Zadorra con el Deva y facilitar así la exportación de vinos. En fin, los intentos públicos o privados del siglo XVIII en Álava por mejorar los sistemas de unificación no llegaron a fructificar por unas causas u otras.

EL FUTURO NOS ATROPELLA ¿ENTONCES QUÉ?

Afortunadamente las cosas están cambiando. La realidad en la zona de la Sonsierra es hoy pujante, brillante. Esperemos que también estable. Deben terminar definitivamente esos tiempos en donde se funcionaba a la buena de Dios con desvaríos en cosechas y desajustes en precios: si las cosas van bien, a plantar y a producir más; si corren malos aires, a arrancar; u otros tipos de actuaciones.

Si lo que se pretende es sentar bases duraderas en donde primen dos conceptos claves, 1º perdurabilidad y estabilidad a través del tiempo; y 2º consecución de una calidad contrastada y reconocida, hay que trabajar con una premisa fundamental aunque pueda parecer dolorosa y contraproducente en primera instancia: la reconversión de una macrodenominación de origen en zonas –ya bastante diferenciadas entre sí- que se ajusten con propiedad a sus características edafológicas, a la tipicidad propia de sus vinos, a su nombre de origen. Que esto es algo que más pronto que tarde va a acabar saltando es sabido. Sólo hace falta que salga el primer Vino de Pago (mención máxima de calidad en la pirámide de los vinos en España) dentro de La Rioja.

Muchos pagos en la margen izquierda del Río Ebro al abrigo de la Sierra Cantabria pueden optar perfectamente a una mención específica, particular, que nombre, personalice y distinga unas características propias.

Lo que se pide es propiedad en los nombre. O Rioja; o Álava,; o Sonsierra. Por autenticidad en primera instancia. Pero también por otros motivos. Enumeremos los más destacados. Primeramente hagamos constar de nuevo cómo la vitivinicultura y sus nuevas prácticas (sin atavismos, sin corsés) están cambiando los contextos en los que solían basarse los técnicos agrónomos y enólogos para actuar en el campo y en la bodega. Asimismo resulta extraordinario cómo, después de tantos siglos de trabajos agrícolas y enológicos, de tantas cosechas cada una maestra de la siguiente, llegamos al día de hoy… y todavía se está empezando a observar, a aprender, a interpretar, a experimentar. De alguna manera, por alguna causa, en los inicios de este tercer milenio, enólogos y bodegueros hay que sienten que tienen deberes por hacer. Y eso es bueno; muy bueno. Es decir, a pesar de todo el éxito previo, aún queda todo el camino por recorrer. Y estos pueden ser momentos muy oportunos para, de una vez, acometer esa reestructuración mencionada anteriormente.

Otro argumento –quizá el definitivo- es la necesidad de lograr una vertebración inteligente, genuina y global que optimice todos los recursos de la Sonsierra en sus vinos. Y aquí tres son los campos, los aspectos principales que deberían ser los ejes de una serie de actuaciones bien definidas cuyo fin primordial no puede ser otro que la consecución de un status como zona vitivinícola mundial clamorosamente reconocida de primera línea.

1 – El sector productivo y sus cuidados.

2 – El engranaje turístico y los servicios.

3 – El juego del marketing y la fantasía.

En cuanto al primer asunto, resumiéndolo mucho, lo que demanda el consumidor es tipicidad, autenticidad, expresión de la uva y del terreno. Es obvio qué trabajos han de llevarse a cabo en ese sentido.

Por lo que respecta a la segunda tarea ¿en qué hay que incidir? Dos apuntes, por ejemplo. Hombre, están muy bien esas bodegas de relieve artístico que se engarzan o realzan la fisonomía del paisaje. ¿Y para cuándo las carreteras modernas y cuidadas que unan todos y cada uno de los núcleos de la zona? ¿Cuándo se van a habilitar espacios de ocio, restauración y servicio de vinos donde profesionales cualificados sirvan con clase y pasión?

En cuanto al tercer campo de actuación está claramente comprobado que, en la guerra, para efectuar movimientos incisivos y de penetración, nada mejor que las ágiles maniobras de la infantería ligera o de unidades de élite en vez de los pesados avances de todo un cuerpo de ejército con su parafernalia lastrante.

Esto, traído a lo que nos ocupa es claro: hoy en día haciendo un uso perspicaz de las armas de que disponemos, es más adecuado y exitoso manejarse con organismos más reducidos, flexibles y de fácil y pronta respuesta que no con vetustas instituciones que necesitan poner de acuerdo a tanta gente con tan confesos intereses.

Dicho de otra manera, para vender un magnífico vino de una zona vitivinícola especialmente agraciada por la madre naturaleza, y a la vista de la competencia atroz desde cualquier punto cardinal, se necesita más que la correspondiente página de publicidad o el clásico director comercial a sueldo pero sin alma. No. Es preciso entrar en un juego donde el marketing directo; la empatía con el consumidor en origen (conocer sus inquietudes, al respecto), la práctica de habilidades psico-utilitarias, etc. lleguen a generar pasión, transmitir sentido y sensibilidad, regalar ilusión y vender fantasía en forma de botellas de vino que hagan al cliente /consumidor/persona tal vez soñar.

¿Y cuáles son las estrategias para lograr estos fines?. Vale; habrá que diseñarlas y desarrollarlas en su marco adecuado, que es el de una D.O. de tamaño abarcable por la vista humana. Y en cualquier caso que quede claro que, para ganar el futuro, va a hacer falta saber vender más que vino en cada botella de vino.

Temas

Claves de vinos y apreciación sensorial

Sobre el autor

Sólida formación como docente en Cursos de Análisis Sensorial de vinos y otros productos agroalimentarios; dilatada experiencia en servicios de alta gastronomía; disfruta transmitiendo su pasión por el mundo del vino y su cultura. Desde 2001 colabora en ayudar a descubrir lo fascinante del uso de los sentidos para gozar plenamente del los vinos y gastronomía en La Rioja. Director de www.exquisiterioja.com


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