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ANDRÉS PASCUAL Y  EL ESPÍRITU DE LA SONSIERRA

Foto de portada Sonia Tercero

En La Rioja hay muchas riojas. Y no todas son vinos. En un campo de la creación artística como es la literatura, últimamente sobresale una figura que borda el arte de juntar palabras hasta construir novelas cuyo embrujo sustrae la atención de ávidos lectores que sienten y viven los devenires de personajes que son sobre todo humanos, demasiado humanos.

Andrés Pascual es natural de Logroño, músico y abogado de formación pero es sobre todo escritor vocacional, hecho así mismo. Cuando uno escucha al conferenciante Andrés Pascual, tienes la sensación de estar ante un seductor nato. Si la profundidad y el carisma de su sonrisa es algo natural, innato, o si es adquirido no importa demasiado. Hoy en día, cuando la gente parece estar de vuelta de todo y el escepticismo reina por doquier, si quieres triunfar tienes que -además de hacer las cosas muy bien- transmitir optimismo, ganas de vivir y “buen rollo”. Si encima le añades un toque de elegancia y unas notas de empatía… pues tienes todas las de ganar. En el caso de Andrés uno está tentado a pensar que la vida le trata bien y, en justa reciprocidad, él trata bien a la vida. Pero claro, detrás de todo ello hay una labor de zapa constante, diaria, enfrentado al papel en blanco, fabulando historias, motivándose para producir relatos que enganchan. ¿Y qué mejor forma de hacerlo, ya que conoce su tierra y la idiosincrasia de sus gentes, escribir  “A merced de un dios salvaje” y “El beso del ángel”, dos thrillers ambientados en el mundo del vino en su tierra?.

Riojaforum Logrono Presentacion del libro “A merced de un Dios Salvaje” de Andres Pascual. Firma de libros, photocall… 10.09.2018 Sonia Tercero

Si hacemos un símil entre la viticultura de precisión que ahora practican los ingenieros agronómos a la hora de plantar una viña nueva y el planteamiento, nudo y desenlace (que decía Camilo José Cela) de estas dos novelas de Andrés Pascual… se pueden encontrar sin duda argumentos comunes -igualmente bien estudiados, calculados y desarrollados- que en el caso de su oficio como escritor buscan atrapar y generar emociones. Tal es así que, el lector empedernido pero riguroso que esto escribe admite que, con la lectura de ambas novelas (pero especialmente A MERCED DE UN DIOS SALVAJE), no pudo evitar leerla de seguido, día y noche, anhelando seguir la historia, vivir los acontecimientos… hasta desfallecer en el desenlace.

Andrés me ha concedido la oportunidad de comentar con él acerca de su visión al respecto de asuntos comunes suyos y míos.

-Andrés ¿Cuáles son tus apreciaciones sobre la cultura del vino?

“La cultura nace de nuestra vocación de trascendencia, de esa fuerza interior que nos empuja a crear cosas superiores a nosotros mismos, y siempre he creído que el vino es una de esas creaciones. Y no me refiero únicamente al caldo que hay dentro de la botella, ni tan siquiera al diseño cuidado de las etiquetas, que perduran como marcas familiares de generación en generación. También me refiero a la arquitectura de las bodegas, muchas de las cuales se están convirtiendo en joyas en sí mismas. Y, cómo no, a las propias viñas, al diseño de los campos de cultivo típicos de cada zona que conforman ese puzle único de paisajes que es La Rioja.

Con mis dos últimas novelas he tratado de dejar mi propio legado, desde la pura humildad y admiración por mi tierra y por el mundo del vino. Se trata de dos novelas independientes (“A merced de un dios salvaje” y “El beso del ángel”) pero unidas porque en ambas, más allá de los asesinatos y de las persecuciones y de las pasiones y de los odios, he tratado de mostrar un fresco completo del mundo vitivinícola de La Rioja. En la primera, presentando un fresco de su cara más tradicional, ese universo rural lleno de secretos y de cuentas pendientes y de naturaleza desbordante; y, en la segunda, la cara más sofisticada y moderna del enoturismo.

-Qué descubriste sobre la zona de San Vicente al documentarte para tu novela A MERCED DE UN DIOS SALVAJE?.

“Ya había trabajado como abogado dos décadas en la comarca, así como en otras de La Rioja, llevando muchos temas vitivinícolas. Pero me dije: no puedo describirlo desde mi condición de abogado. Tengo que hacerlo imaginando cómo lo vería por primera vez: con ojos de niño, con fascinación, con sorpresa, con ganas de saber qué hay más allá…

Casi de inmediato me decidí por el paraje mágico que discurre entre Rivas de Tereso y Peciña, dos aldeas muy pequeñas rodeadas de lagares antiquísimos y cuevas de ermitaños, con sus tumbas antropomórficas excavadas en la roca en mitad de los viñedos, y hasta con una ermita románica, Santa María de la Piscina, que fue mandada construir por un caballero que estuvo en las Cruzadas. Como autor, era un sueño. Cualquier escritor de thrillers del mundo querría un escenario así.

En cuanto a San Vicente de la Sonsierra, también imaginé cómo sería verlo por primera vez, alzado en un cerro y coronado por su iglesia y las ruinas de un castillo de otros tiempos. Imagina llegar en coche por esas cuatro curvas pronunciadas que te proyectan a una altitud desde la que se dominan los campos de media comarca, con los meandros del Ebro culebreando entre viñedos peinados a raya. Era perfecto ya que allí cabía una bodega como la imaginaria Finca Las Brumas que yo quería para la novela; y también porque mantenía vivo el rito de los picaos.

Los picaos era otro sueño para cualquier autor. Yo quería escribir una novela que hablase sobre el peso de la culpa, del arrepentimiento, del dolor que arrastramos debido a algunas decisiones que nos vemos obligados a tomar cuando la vida se pone cuesta arriba y que condicionan no solo nuestra existencia sino la de todos aquellos que nos rodean. Y tenía al alcance de la mano una procesión de flagelantes que se golpean hasta la sangre en pleno siglo XXI. ¿Era morboso? ¿Era brutal? Para mí, era único. Como cada paraje que tenía a mi alrededor, como cada persona que me cruzaba por el camino. Únicos.”

-¿Qué significan para ti los vinos, o hasta qué punto los disfrutas?

“(El vino) Para mí forma parte de las grandes celebraciones, pero también de las pequeñas ceremonias cotidianas del día a día. Y es que, al final, eso es vivir: celebrar cada momento, cada comida en buena compañía, cada conversación con la persona querida. No soy un gran entendido, pero me gusta mucho el vino y lo tengo asociado a todos los buenos momentos. Nuestra viticultura ha evolucionado desde sus orígenes más artesanos hasta la actual más sofisticada que traspasa fronteras, pero si hay algo que no ha cambiado durante este largo proceso es que el vino nos invita a gozar de la vida.

-¿Qué percepciones tienes sobre la etnografía de las gentes de la rioja alta en relación con el fenómeno de la hospitalidad en el enoturismo?

“Para explicar cómo veo yo ese carácter que tanto me atrae de la Rioja Alta, puedo utilizar unas palabras que dice Mencía, el personaje de la abogada en “A merced de un dios salvaje”: «Todo lo que haces, así como todo lo que has hecho hasta ahora a lo largo de tu vida, tiene que ver con tu pueblo. Si en esta comarca somos lo que somos es porque unos y otros, aunque vivamos vidas separadas, y problemas separados, y sueños separados, incluso aunque a veces tengamos nuestros conflictos y nuestras peleas, nos sentimos conectados por las raíces. En lo más profundo nos abrazamos y nos protegemos y nos ayudamos”.

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Claves de vinos y apreciación sensorial

Sobre el autor

Sólida formación como docente en Cursos de Análisis Sensorial de vinos y otros productos agroalimentarios; dilatada experiencia en servicios de alta gastronomía; disfruta transmitiendo su pasión por el mundo del vino y su cultura. Desde 2001 colabora en ayudar a descubrir lo fascinante del uso de los sentidos para gozar plenamente del los vinos y gastronomía en La Rioja. Director de www.exquisiterioja.com


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