La ola de indignación/emoción que está recorriendo el país por el movimiento espontáneo del 15-M, aparte de refrescante, regeneradora e ilusionante, es la constatación del refrán castellano que dice que no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo aguante. Y en esta España nuestra, treinta y cuatro años de “falsa” democracia ha dado para esto, para una partitocracia espeluznante, esclerótica, demente e insultante. Recuerdo en los años ochenta del pasado siglo -cuando estaba yo en el Reino Unido- escuchar a la Premier Margaret Thatcher hablar con tono despectivo de la democracia española; que la nuestra no se podía comparar. Aquello me fastidió, pero las verdad es que el sistema allí sí que es realmente representativo, sin listas cerradas y sin tanto mareamiento de la perdiz ante cualquier tema; más bien realismo y pragmatismo. Pero bueno, lo cierto es que lo que hemos conseguido aquí (que ha sido muchísimo) ha sido el resultado del trabajo y sentido común de las bases, del común de la población. Y creo que con los mismos postulados que ahora estamos viendo en las plazas españolas.
VINO INDIGNADO
Mas no quiero ahora modificar el sentido de este blog. La vida está para ser vivida con dignidad. El vino está para ser bebido con placer. Aquí a lo que estamos es a lo que preocupa a un sumiller desde el punto de vista de la vocación de servicio. Las personas que comen y beben y demandan productos y servicios de calidad y a precios razonables. El vino.
He de decir que de alguna manera los mismos lastres que arrastra la clase política española los sufre el mundo del vino: dinero para proveerse y crear grandes productos y servicios, pero luego una gestión de esos productos y servicios que ignora su sentido último: que los destinatarios son las personas de a pie. Para mí como prescriptor me resulta doloroso que tantísimo vino de una calidad maravillosa como lo que se elabora en España, esté en cantidades ingentes en las bodegas sin vender. ¿Por qué? Pues porque los departamentos comerciales y promocionales los conducen, los trabajan personas que adolecen de un mal parecido al de los políticos: el sueldo fijo, la poltrona, la falta de sensibilidad con la gente de la calle y sus verdaderas inquietudes. Se funciona de espaldas a la gente. Y esto pasa desgraciadamente en casi todas las facetas de la vida. Cuando se atiende a un cliente se está mirando al ordenador en vez de a sus ojos; cuando se produce o se lanza un producto lo hacen con técnicas de márquetin cuyos resultados buscan agradar al que contrata, no a quienes va dirigido. Y así podíamos continuar…
Quiera la buena voluntad de la gente que generaciones más concienciadas logren una suerte de equilibrio para llevar a buen puerto sus expectativas vitales, el mismo equlibrio que es imprescindible cuando hablamos de un buen vino.