El estado emocional de una persona es potencialmente contagioso a su animal de compañía. Las prisas, los nervios, la tensión provocan que ambos estén más reactivos y sensibles ante cualquier circunstancia. La correa va en tensión constante porque el animal busca espacio mientras el brazo de la persona va agarrotado manteniendo esa tensión que no se relaja nunca. Los comandos se repiten demasiadas veces y el animal se bloquea. Obviamos las señales de calma que nos lanza como apartar la cabeza, lamerse, bostezar… y endurecemos el tono, tendemos a elevar la voz para hacernos entender y nos enfadamos cada vez más. En esas circunstancias el animal totalmente confuso puede mostrarse tenso y reaccionar con miedo o mostrando una conducta defensiva.
Trabajar con un animal, implica disfrutar del proceso, relajarnos y hacer que sea divertido para ambos. No se trata de una competición ni es algo que se pueda dar por concluido nunca. Cada día es preciso invertir unos minutos en aprender y educar. Observar atentamente desde el punto de vista del animal para ajustar cada paso y hacerlo de forma progresiva, en sesiones cortas que siempre nos dejen ganas de más.
Pepi, Lucy y Boom son tres mastinas de unos dos meses y poco que han sido rescatadas de la perrera de Logroño por Defensa Animal del Norte. Si quieres ayudar acogiendo o adoptando a cualquiera de estas peluches, escribe a: dan.asociacion.madrid@gmail.com o dan.asociacion@gmail.com.