Cuatro años después, Diego se vuelve a Suecia. Al Drott, el equipo en el que estaba cuando decidió viajar a España para jugar en el entonces Darien Logroño. Dos años en La Rioja, dos años en Cuenca, y vuelta al punto inicial.
Un caso curioso, el de Diego Pérez Marne. Es un central de talento, capaz de desequilibrar mucho, con un gran carácter y muchas cualidades dentro y fuera del campo. En todos los equipos en los que ha estado ha sido considerado siempre pieza fundamental. Y sin embargo, no ha conseguido cuajar mucho tiempo seguido en ninguno.
No sé qué habrá pasado en Cuenca. Es de suponer que la cuestión de la pela haya sido importante: en el Cuenca 2016, Diego cobraba 25.000 euros más que el jugador que más ganaba de la plantilla del Naturhouse del año pasado. Era un jugador caro, quiero decir: otra cosa es que justificara ese dinero en la pista.
Con el tiempo he llegado a pensar que lo que pasó en Logroño fue una cuestión de rol. Diego es un central al que le gusta mucho mandar y tener jerarquía, dentro y fuera de la pista. Una jerarquía que no pudo tener con Jota, que basa su modelo de plantilla en algo parecido a una cooperativa. Dentro y fuera de la pista, de nuevo.
Cuando, aquella primavera de hace dos años, el entrenador del Naturhouse eligió quedarse con Amargant en lugar de quedarse con Diego, más de uno se echó las manos a la cabeza. Y en fin, es imposible saber qué hubiera sido del Naturhouse con Marne estos dos años. Está claro que sin él las cosas han ido muy bien.
Diego le dio al Palacio algunos de sus mejores momentos en su estreno en la Asobal. Y fuera, dejó un buen montón de amigos. Que le vaya bien: todos lo deseamos.