Hace unas horas he tenido una conversación acerca de un evento al que no iban a llevar al niño porque éste se iba a portar de forma imprevisible, más bien tirando a mal, ya que es un poco travieso y no suele tener el comportamiento adecuado.
He recordado que en una ocasión, la psicóloga (Mª Elena Cuevas) con la que trabajamos en la consulta me recomendó no repetir este tipo de comentarios delante de nuestros hijos, ya que ellos mismos acaban asumiendo un papel que quizá no les corresponde, pero si ya les hemos puesto una etiqueta la terminan por interiorizar y asumir.
¡Claro! dije yo, como con la comida!! Si decimos que algo no le va a gustar a nuestro hijo, es muy probable que no le guste, o incluso que ni lo pruebe.
De una manera inocente influimos negativamente en los hábitos alimentarios de los niños, haciendo comentarios, eligiendo por ellos, asegurando que algo no les va a gustar porque a nosotros tampoco nos gusta o porque “no es un plato para niños”.
Desgraciadamente para nuestra sociedad y para su futura salud, esta actitud no es usual cuando se les ofrece un alimento superfluo como un dulce, un snack, un refresco…
Probemos a hacer lo contrario, si tienes un niño pequeño en casa (y no sólo vale para padres, sino abuelos, amigos, familiares, educadores…). Cuando cocinemos en casa verduras, arroz integral, un pescado al horno con patatas, una ensalada, o cualquier plato saludable para un adulto, probemos a decir frases como:
– ¿te apetece comer lo mismo que nosotros? Te gustará
– Esta verdura tiene muy buena pinta, seguro que nos sale muy rica
– Por favor, sírvale un poco a mi hijo, que igual le gusta
– No es necesario que le compres chuches, le gusta mucho la fruta
– No le hagas nada especial, que come muy bien
A veces comienzan por rechazar un alimento a pesar de ello; tengamos en cuenta que son personas independientes para el gusto y pueden hacer sus propias elecciones en cuanto a preferencias por la comida.
Pero no cometamos el error de sentenciar un producto porque no le guste tras probarlo una primera vez o cuando son muy pequeños, que los gustos no son permanentes, se puede dejar pasar un tiempo y volver a intentarlo, proponiéndole, por ejemplo, lo siguiente: “cuando eras más pequeño esto no te gustaba, pero igual ahora sí porque has crecido, o igual no, quién sabe”. Probablemente sienta curiosidad por ese alimento y hasta nos sorprenda. O no, quizá se reitere, pues vale, respeta sus gustos.
Decir que nuestro hijo es malcomedor es el primer paso para que lo sea. Fomenta que haga elecciones saludables sin influir en sus decisiones de manera negativa.
Por cierto, desde que hablé con Mª Elena dejé de advertir en las fiestas infantiles que mi niña arañaba, ya no lo hace…