En Logroño hay un agujero negro: todo lo que se acerca a él acaba como aspirado por una ola de tontuna que no deja a nadie inmune. Sólo la afición, esos sufridos blanquirrojos de a pie, resiste impasible (aunque disminuida) a tanta exhibición de incompetencia como rodea al club desde hace un par de lustros. Como si hubiera una carrera, unos pugnan por hacer el tonto más que los anteriores… y coño, todos lo consiguen.
Ya saben cómo empezó: había un presidente que funcionaba pero que no gustaba (Eguizábal, aquel hombre) así que hubo que cambiarlo, con ayuda política, por una cuadrilla de iluminados que lograron hundir al club en la ruina, el descrédito y la Segunda (B). Luego, para rehundirlo, al Ayuntamiento de Bermejo se le ocurrió construir un campo y que la cosa la llevara el CDL: ahí es nada, gestionar la construcción de un campo de tropecientos millones con la probada solvencia de los gestores de un equipo de fútbol. Catacrac, claro.
Luego el Ayuntamiento de Revuelta estuvo ciclotímico; primero odió, luego dio un pastizal a otra cuadrilla de iluminados que a la primera se dieron el piro. Y luego, rizó el rizo echando al club de Las Gaunas, obligándolo a corretear por los parques y negándoles todo lo negable.
El agujero negro es grande y poderoso, sin duda. Tanto, que hasta el Ayuntamiento de Santos ha caído en él. Querían que el Logroñés volviera a Las Gaunas; pues mira que era fácil, jopé. Sólo había que hacer un convenio redactadito, legal y aseado. No había prisas, hombre. Pero no. Había que volver a joribiarla, redactando un documento ilegal que ahora hay que rehacer a toda prisa.
Y mientras, el PP sigue insistiendo en su error, trabajando duro para que todo el mundo sepa que odia al club de fútbol con más seguidores de esta comunidad. El agujero crece y crece. Da miedo: al final, parece que todos caeremos.