La poli de Logroño es sorda. La poli de Logroño está ciega. A la poli de Logroño, en fin, le pasa algo. Porque no ve lo que todo el mundo ve, no oye lo que hasta a las piedras les molesta. Que intervenga el señor alcalde, por favor: hacen falta gafas y sonotones.
El pasado martes este periódico informaba de las actuaciones más relevantes de la Local a lo largo del fin de semana. Entre ellas, una que me abrió las carnes; la poli, se decía, había recibido unas cuantas llamadas de vecinos que se quejaban del botellón. Tras arduas comprobaciones, todas resultaron ser falsas excepto una: a las 2,30 de la noche del sábado dos jóvenes fueron denunciados en la calle Bailén.
Yo vivo en esas cercanías, y puesto que mi espíritu ciudadano no me permitepensar cosas peores de la poli y de quien les manda, debo deducir que la poli es sorda. Porque a esas horas, y desde bastante rato antes, como media docena de cuadrillas hacía botellón (a gritos) en el vecino parque Miguel Hernández. Y sin esconderse, ojo: bien surtidos de botellas de colorines.
Más aún. A 150 metros, en el parque de la Concordia (la antigua Sección Femenina, pa que me entiendan) no menos de 300 chavales hacían lo propio, bebiendo como cosacos y chillando como energúmenos. A las 2.30, cuando los polis detenían a esos dos en Bailén, muchos seguían ahí, mamados como príncipes y dando unos gritos que a buen seguro se oían desde el lugar donde los agentes hacían su buena obra.
La poli es sorda, claro. O no está bien informada. Los de Urbaser sí, qué curioso, porque bien que aparecen cada domingo a las 7 de la mañana para limpiar a fondo la basura que deja el botellón. O sea, el municipio sabe que existe (para barrer) pero no sabe que existe (para impedirlo).
O quizá labotella de vodka que se dejaron el domingo al lado de los juegos infantiles de Miguel Hernández se la habían pimplado los críos. Que menudos son.