No le descubro nada si le digo que (al menos en el primer mundo) vivimos en la era de la información. Eso se traduce en que, aunque usted no quiera, acabará enterándose por las fuentes más diversas de las noticias que menos le interesan. Lo mismo que escucha de soslayo a primera hora en la radio mientras se afeita o se depila lo encontrará unos minutos después en el periódico, le asaltará más tarde a través de internet y se lo recordarán las televisiones a mediodía. «¿Crees que el informe de Merrill Lynch sobre la coyuntura de los mercados internacionales tiene en cuenta la postura de Hu Jintao ante el FMI?», acaba comentando un matrimonio de jubilados mientras cena su sopa de ajo diaria.
El epítome del ansia que cada generador de noticias tiene por que sus mensajes lleguen al público está en los gobiernos. Gabinetes con tantos periodistas como gestores, campañas que cuestan más que algunas infraestructuras, agencias de publicidad con galones de jefatura. El siguiente eslabón en esa gruesa cadena informativa es la simplificación del contenido. ¡Que lo que hacemos se entienda!, claman de pronto desde las alturas después de bombardear al elector con cifras y logros.
Es ahí cuando entra en juego la última andanada de vídeos que pivotan entre lo chisposo y lo bíblico y se recetan a través de youtube como gominolas para niños. ‘Con Z de Zapatero ’ es la última entrega de esa macroestrategia para un Gobierno dispuesto a resumir toda su gestión en una letra y una cara de alguien que, en realidad, se apellida Rodríguez.
En el País Vasco han tomado nota. Los asesores de imagen del lehendakari le han advertido de que el referéndum que proclama no se sostiene. Pero no por su contenido, sino por la forma de exponerlo. Demasiado ácido, poco digerible más allá de la muga. Mejor vender la consulta bajo un lema más dulzón tipo ‘Con TX de Ibarretxe’. Eso sí que mola. Aquí y en la China, que diría alguien con LL de Josep Lluis.