El día que Actual le guste a todo el mundo me dejará de gustar a mí.
Lo de menos es que Logroño, La Rioja, tenga su huequito en las páginas culturales de la prensa nacional o se pueda asistir al concierto de un grupo bengalí sin salir de casa. Lo realmente importante es que el festival siga nutriendo de argumentos para recitar frases lapidarias sobre algo ignoto y lejano (el parkour francés, las melodías occitanas, el cine surcoreano) y llenar el disco duro de recuerdos que poder reproducir años después.
Lo fundamental es disponer de una opinión. La que sea. Pero, ante todo, radicalmente distinta a cualquier otra. Igual que la mayoría somos en potencia expertos restauradores del casco antiguo logroñés, a principios de enero aflora el programador musical que todos llevamos dentro. ¿Por qué esta edición faltan Lorena C, Sigur Ros y Triángulo de Amor Bizarro? Imperdonable, oiga. Igual que el sabor de la cerveza que sirven en el pabellón, cómo gruñen las butacas del Bretón cuando te meneas, el frío que tira en la calle al terminar los conciertos.
La longevidad del Iberpop-Actual ha conseguido, además, algo muy riojano como es prolongar ese espíritu de enfrentamiento en el tiempo. O sea, que la polémica no se ciñe al concierto de esta noche. Ni siquiera al de ayer o al del viernes, sino a los de por ejemplo, hace varias décadas. Pues el mejor momento del festival fue la actuación en 1990 de La Granja y la versión final que hicieron del Rock’n roll all night de los Kiss, dice uno. Para nada, rebate el otro. Lo más excitante fue la carga policial del 96, cuando se agotaron las entradas para ver a Albert Pla en el Salón de Columnas.
El jueves, viendo el concierto de Los Planetas, coincidí con el yayo Tasio. Los veía por enésima vez en Actual. Parecía extasiado, así que me atreví a comentarle: «Cada día se superan, ¿verdad?». «No tienes ni zorra idea, chaval», me contestó con una miaja de desprecio.