La carcoma del recorte va propagándose por todos los órganos del cuerpo de ayuntamientos y comunidades como un virus sin antídoto. Casi sin transición, se ha pasado de la ostentación y el exceso a una carrera desaforada por podar aquí y tajar allá sin más criterio que cuadrar unos números tan rojos que abrasan, como si eliminar el déficit fuera un ejercicio de salón al margen de las personas en el que no importa qué se suprimir sino cuánto. Sólo así es entendible que la imposición de ajustar las cuentas a costa de lo que anteayer se proclamaba inviolable peque ahora de la misma falta de equidad. Si antes se daban 2.500 euros por igual a una parturienta que dirigía una multinacional que a su empleada de hogar, ahora se impone a todas las administraciones cortar por la misma raya sin tener en cuenta si su gestión ha sido buena o mala, si se ha dedicado a ver brotes verdes cada semana o a anticiparse a ganar agujeros al cinturón .
La vorágine menguante ha adjuntado un cambio de discurso político. El ‘y tú más’ (corrupto, propagandista, inoperante…) ha dado el relevo al ‘y tú menos’ (ahorrador, austero, solidario…) en una escalada de gestos que no dejan de supurar gotas de hipocresía al ocultar qué desmesuradamente habían crecido algunos sueldos años atrás o cuántos departamentos inútiles se habían creado demostrándose ahora lo prescindibles que eran. Anuncios grandilocuentes que no dejan de ser algo pequeñito para el tamaño de la crisis y el cabreo del ciudadano raso.