De todas las personas que acompañan al presidente de La Rioja en esta fotografía de Enrique del Río, dentro de poco habrá que tachar a tres. Sanz no sólo tiene claro que ganará las próximas elecciones sino quién le acompañará en su gabinete. No se sabe si como demostración de músculo electoral o como aviso a navegantes (o tal vez con ambas intenciones) acaba de anunciar en el Parlamento que las diez consejerías actuales se reducirán a siete la próxima legislatura… si logra una nueva mayoría absoluta, claro. Como en una carrera de elucubraciones y deseos personales, Aldama le ha replicado que si él llega a la presidencia del Gobierno riojano también tiene sus propios planes, como participar en el pago de la estación intermodal de Logroño que Sanz rechaza cofinanciar hasta que Fomento no aporte lo suyo.
En todo caso, el anuncio-hipótesis del presidente abre un puñado de (jugosas) preguntas. La más evidente tiene que ver con la previsión de quién saldrá del Ejecutivo ante ese nuevo escenario menguante. La reestructuración, a la que por cierto Sanz había sido renuente hasta ahora más allá de los ajustes en segundo nivel implementados el año pasado, le sirve en bandeja dos frutos: por una parte el ahorro económico que supondrá prescindir no sólo de tres consejerías si no de todo el entramado administrativo que comportan, y por otra la excusa para soltar lastre político y limpiar el polvo de presuntos escándalos. Hacienda parece así una de los departamentos más directamente señalados por la poda, a expensas de lo que pueda suceder con la consejería de una Aránzazu Vallejo que Sanz ha defendido celosamente hasta en los momentos más tensos. ¿Quién puede ser el tercer sacrificado? ¿Volverá Servicios Sociales a la órbita de Salud? ¿Cuánto habrá de premio y castigo en ese posible organigrama?
El tiempo para tachar las casillas de las quinielas ha empezado, aunque para acertar falta un detalle menor para el propio Pedro Sanz: saber quién ganará las elecciones.