En sólo dos días han concurrido un par de noticias vinculadas a la esquizofrenia del político. O más estrictamente para evitar maltratar palabras que me pertenecen a mí y no a otro, relacionadas con esa ventana a la duplicidad de personalidades que abren las redes sociales.
Primero fue el diputado nacional César Luena, que en primera instancia como tribuna en Diario LA RIOJA y luego en forma de post en su blog personal publicó un interesante artículo sobre la Ley de Economía Sostenible. La paradoja es que aunque lo firmaba él no era suyo, sino una de esas «posiciones comunes» que muñen los gabinetes de prensa y cada representante lo vuelca en su territorio. Unos sin molestarse en cambiar una coma; otros aderezándolo con sutiles toques para no dar el cante si alguien lee lo mismo en Logroño y en Cáceres; todos poniendo su firma personal debajo del encabezado.
Parece lógico y exigible que, al menos, cada líder político sea responsable de su propio discurso (aunque mane de una «posición común») y también de que su presencia en las redes sociales sea sosegada para que no les den ningún «susto» cuando acuden a ellas a título personal olvidando que sobre sus espaldas pesan las siglas de una formación. El grupo de Facebook ‘Apuesto a que encuentro a más de 1.000 personas que odian a Pedro Sanz’ ha sido eliminado después de aglutinar a más del millar de miembros que reclamaba su título, y entre los que estaban destacados militantes de la oposición en La Rioja.
Claro que es una tontería. Por supuesto que es intrascendente. Nadie discute que la cosa tiene más de broma que de amenaza. La cuestión es que se alcanza un punto en que uno no puede desligarse de sí mismo y cada gesto, hasta el más mínimo comentario, puede ser usado en tu contra. Como en las películas. También en las virtuales.