Si usted no reside en el pueblo donde se celebra el mitin del día y escucha el discurso del candidato local, es posible que acabe con la sensación de haber asistido a un misterioso ejercicio de autorreivindicación del que no ha entendido casi nada. Es necesario estar empapado de la política municipal y las inquinas particulares para disponer del código capaz de abrir esa caja fuerte de mensajes crípticos. En Agoncillo, la mitad de la intervención de Eduardo Fontecha se centró en describir lo que hará si llega a la Alcaldía y, el resto lo dedicó a “acallar los comentarios falsos y mezquinos de un pequeño grupo que intenta crear miedo y confusión”. Fontecha, según aseguró en respuesta a esas sospechas, ni echará “a éste o el otro”, ni dará las contratas a “aquél” ni, como rumorean las malas lenguas, llevará el servicio de agua hasta la puerta del “de más allá”.
Unos asienten, otros preguntan de quién hablan y alguno (como yo) se queda como estaba mientras toma el atril Aldama quien, esta vez, innova haciendo algo que en campaña parece impensable: alabar a una candidatura rival. Claro que aludió a ello para hilvanarlo con la denuncia del sospechoso caso de Agoncillo (un equipo del gobierno de PR que se pasa al PP, mientras la oposición del PP se siente tan denostada que presenta su propia formación independiente) y acusar a la cúpula popular de dejar tirados a los suyos. El líder del PSOE ponderó la valentía de los que “han plantado cara a Sanz” aunque, por supuesto, no los nombró. “No sé quienes son ni siquiera cómo se llaman”. Ya somos dos.
Fotografía: Díaz Uriel