Tras el anuncio no por sabido y obligado igualmente noticiable de la marcha Martínez Aldama del partido -una salida, eso sí, al ralentí y a la espera del Congreso del próximo año- la sombra que acecha entre los dirigentes históricos del partido es que el cacareado cambio que exige el batacazo sufrido en las urnas sea realmente eso, un cambio. Sin embargo, los primeros síntomas que presenta el enfermo no anuncian una mejoría en este sentido. La reacción inmediata ha consistido en achacar el varapalo casi exclusivamente al “ciclón” del PP y el voto en clave nacional, y reconocer sólo de soslayo y a preguntas de los periodistas algunos “aspectos mejorables” a nivel regional como haber fomentado más la participación, articular una campaña más convincente o comunicar mejor las propuestas.
El relevo más que probable de Kiko tampoco presume una revolución “profunda y seria”, como reclaman en voz baja muchos altos dirigentes ajenas a la Ejecutiva. Todos los dedos apuntan aquí a César Luena como ese “caballo ganador” que ha ido ganando posiciones y prestigio en Madrid moldeándose desde su puesto en el Congreso ante un virtual viaje de vuelta a La Rioja. No obstante, la batalla que se avecina no será entre “kikistas” y “truchas” (el apodo con el que todos conocen al de Bobadilla), porque fue el uno quien puso al otro de camino hacia Madrid y ahora el que le insta a deshacer el camino. Tal vez para encontrar una salida honrosa por los servicios prestados en unos años donde ha chocado una y otra vez contra el muro de Pedro Sanz. Aunque ahora muchos intenten despegarse de la figura de Aldama para no quedar contaminados y quedar excluidos del futuro equipo que conforme Luena, lo cierto es que ambos son ramas del mismo tronco. Un árbol que tiene sus raíces en las directrices marcadas desde Ferraz, y que aún queda mucho para que pelechen como propias en Martínez Zaporta.
Las “navajitas plateadas” que según un destacadísimo dirigente socialista riojano vaticina que asomarán ahora en este PSOE en reconstrucción, no parece que vayan a afilarse en la lucha por el cambio, sino por el mantenimiento del statu quo que muchos han labrado durante el ‘kikismo’. Si Luena se consolida finalmente como heredero de un partido lleno de puntales que amenaza con desplomarse si no se gestiona con bien este periodo transitorio, la prueba del nueve no estará tanto en la renovación de formas y discurso como en la conformación de un equipo auténticamente fresco, activo, sin hipotecas personales y, sobre todo, con afán ganador.