Corría el año 2000, y el Gobierno regional estaba embarcado en una de las primeras embajadas institucionales al exterior que ahora se han visto cercenadas por la crisis. El tren que debía llevar a la delegación riojana hasta Kaiserslautern (Alemania) llegaba con retraso, y entre los viajeros cundía a las cuatro de la tarde el cansancio, las dudas sobre qué lugar debía ocupar en un vagón atestado y, sobre todo, el hambre después de mucho madrugar. De repente, por el fondo del pasillo, apareció él. Haciéndose hueco entre la multitud de pasajeros, un Emilio de Río que aun jugaba en la segunda división como secretario general para la UE blandía bocadillos para todos. Unos de salchichas, otros de tortilla. En los bolsillos de su traje de franela acarreaba los botellines de agua que también había comprado en el vagón restaurante para aplacar el agotamiento de los visitantes riojanos..
Así es Del Río. El hombre para todo de Pedro Sanz, acostumbrado a manejarse con la misma soltura en una reunión de altos dignatarios que en la fiesta vecinal de cualquier barrio. A su capacidad de acoplarse al entorno y de servir como enlace e imagen de La Rioja en las altas esferas, añade el consejero de Presidencia y portavoz del Gobierno, que esta legislatura agrega a sus muchas funciones las competencias de Justicia, un afán de omnipresencia que ha sido duramente criticado por la oposición e incluso, en voz baja, por otros miembros del Ejecutivo.
Hiperactivo por vocación, Emilio de Río ejerce como sombra de Sanz donde el presidente no puede (o no le interesa) llegar. Unas veces con palabras edulcoradas y otras haciendo saber sin ambages quién es, el ahora ‘superconsejero’ tiene una capacidad innata para figurar en todas la fotografías, estar en cualquier bautizo, asistir a funerales.
Tan amado por muchos por su intenso trabajo como odiado por otros tantos dada su tendencia a controlar hasta el último folio que se mueve en el último rincón de La Rioja, Del Río alardea de su pasado estrechamente ligado a la cultura como profesor de Filología Latina en la UR -buena parte de las citas clásicas en los discursos de Sanz tiene su eco- o miembro del IER. Cuando lo hace, no falta quien le recuerda su (fugaz) pasado sindical y le acusa de arribismo. Del Río, entonces, sonríe. Responde al móvil que nunca para de sonar o pregunta. «¿Qué libro estás leyendo ahora?».
Concepción Arruga tiene a partir de hoy un doble reto: cuadrar las cuentas de un Ejecutivo de La Rioja que ha enarbolado obligatoriamente la austeridad como bandera y ejercer como la única mujer en el Consejo de Gobierno. Tras la previsible salida de Aránzazu Vallejo y la más sorpresiva de Sagrario Loza, la cuota de género en el Palacete parecía ser cosa de tres candidatas: María Martín, Ángela Carnicero o Concepción Arruga. Pedro Sanz se ha decantado finalmente por esta última como responsable de una tarea nada sencilla en una coyuntura donde recorte y ajuste serán dos de las palabras más pronunciadas.
Discreta y absolutamente fiel al partido, la carrera profesional y política de Conchita -como la conocen los allegados- ha estado siempre ligada al ámbito del empleo y las relaciones laborales. En ese terreno se ha manejado como directora general desde el 2003, y ahí tendrá que lidiar ahora como primera espada tomando el legado de Juan José Muñoz al que ya estuvo vinculada en su primera etapa.
Más dudas se ciernen sobre cuál será su futuro en el Parlamento regional del cual es aún diputada electa tras ocupar, nada más y nada menos, que el número 4 en la última lista autonómica del PP. La anterior legislatura renunció a su acta para centrarse en la Dirección General, así que parece verosímil que ahora vuelva a hacerlo ya como consejera. Sanz sabe que el dinero es hoy un bien escaso, y ha dejado en una mujer, que también maneja su propia economía doméstica y acompaña cada mañana a sus hijos al colegio, la tarea de cuidar del de todos.
Gonzalo Capellán llevaba en el ADN ejercer más pronto que tarde, en Cantabria o en La Rioja, como consejero. Durante la anterior legislatura fue una de las apuestas más destacadas en la lista de Pedro Sanz al Parlamento regional, y su labor hasta entonces como director general de Cultura había cosechado múltiples alabanzas de puertas afuera y, lo que suele ser más inhabitual en un gestor, entre sus colaboradores más directos.
Cuando el camino parecía asfaltado para que su abultada carrera académica a pesar de su juventud se viese culminada con una alta responsabilidad autonómica, Capellán renunció a su acta en el 2008 mientras ya ostentaba también el cargo de vicerrector en la Universidad de Cantabria. La marcha a Santander pareció abortar sus aspiraciones políticas en favor de las docentes, pero se ha demostrado que sólo hibernaban. De hecho, la prensa cántabra ha manejado reiteradamente su nombre como uno de los candidatos más firmes a ocupar allí junto al nuevo Gobierno del PP el departamento que, precisamente, liderará ahora en La Rioja.
Esa situación a caballo entre Logroño y Santander le ha acarreado a Capellán no pocos sinsabores. Y es que, el hecho de haber estado vinculado aquí inicialmente al Cilengua de San Millán levantó ampollas allí en sectores ligados al Proyecto Comillas. El sucesor de un veteranísimo gestor como ha sido Luis Alegre, es hijo de otro ilustre en la política riojana: el alcalde de Haro, Patricio Capellán. Gonzalo atesora, por tanto, dos condiciones que seguramente habrán pesado en la decisión de Sanz como son su brillante bagaje académico y su sanguínea relación con el PP. Luchar contra el fracaso escolar, no descuidar la escuela pública y, como novedad, gestionar también turismo.