En respuesta soterrada a algunos de los análisis que ha suscitado la alianza entre PR y Ciudadanos de Logroño, Miguel González de Legarra asegura que la unión “no es el remedio para dos enfermos” que sufrieron un severo varapalo en las últimas elecciones municipales sino la receta para afrontar lo que él entiende la auténtica patología que sufre La Rioja: la mayoría hegemónica del PP y la debilidad del PSOE como alternativa.
La puesta de largo del nuevo proyecto del que sólo se conocerá la letra pequeña –nombre, estructura, cargos…- en el congreso previsto a finales de marzo estuvo marcada por dos notas: la presencia en la cita para reforzar la imagen de conjunto de las figuras más relevantes de ambos partidos y entre las que, seguramente por razones justificadas, no estaba Ángel Varea, y el primer cara a cara público ambos líderes con algunas de sus contradicciones. Por un lado, la denuncia de Revuelta del sistema electoral que ha laminado la representación a cerca del 20% de los votantes y contra el que nunca se le oyó porfiar en sus años como alto cargo de los populares. Por otro, la mano tendida de los regionalistas a un Pedro Sanz al que el exalcalde de Logroño ha censurado reiteradamente desde su regreso a la arena política como el muñidor de una sociedad atemorizada y sometida a su personalismo. “No somos enemigos de nadie, sino rivales leales”, arguye Legarra en un regate donde puntualiza que la predisposición de sus siglas es hacia el Gobierno de La Rioja y no al autoritarismo de su presidente. Una argumentación que comparte Revuelta con una frase llena de jugo: “En política se a trabajar por la gente, no a hacer amiguetes”.
El protocolo recién firmado entre ambas organizaciones no deja de ser el punto de partida genérico de un largo camino que encontrará sus mayores escollos en el próximo congreso cuando en la reestructuración del partido, y sobre todo en la designación de cargos, se mida si ese ensamblaje chirría por alguna costura. Pero la prueba de fuego definitiva estará en las próximas elecciones. Sólo entonces se confirmará si la unión se traducirá en sumas o restas y si realmente provoca efectos electorales la terapia a la que se agarran Ciudadanos y PR: hacer de la necesidad virtud.
Fotografía: Miguel Herreros